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"Mascarilla, sí pero no"

miércoles 16 de febrero de 2022, 11:01h

Desde hace unas semanas, la incertidumbre con la que estamos sentando las bases de una nueva sociedad, ha pasado -como dicen los gamers-a un nuevo nivel; porque en este videojuego llamado vida, debemos elegir entre usar o no usar mascarilla, de momento en la calle, y más adelante, en general.

Esto es así porque supuestamente debemos “aceptar un cierto nivel de transmisión” como dice Fernando Simón, pero también “preocuparnos mucho si tenemos personas mayores que puedan tener un factor de vulnerabilidad que hagan que si desarrollan el cuadro y acaba siendo grave, puedan fallecer”. Añadiendo que, “la pandemia no se ha terminado porque existe el riesgo de que surja una variante nueva que pueda afectar la inmunidad o la gravedad; por lo que tenemos que mantener cierta tensión todos”.

Y el director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias se queda tan a gusto, con sus indicaciones claras. Entonces, ¿debemos aceptar o preocuparnos mucho?, ¿es que hay alguna persona mayor sin factores de vulnerabilidad cuando la propia edad lo es?, ¿debemos relajarnos o mantener tensión?, ¿si no se ha acabado el riesgo porqué se acaba el uso de mascarillas en exteriores y se hace la vista gordísima en ciertos interiores adelantando que en unas semanas se prescindirá de ellas?.

Porque no sólo en la calle ya hay personas sin mascarilla, sino que esta práctica se está extendiendo a los interiores:

Ayer mismo estuve cenando en un restaurante de “alto copete” de la capital y de ciento cincuenta comensales, era la única persona que mantenía su fpp2 entre platos, cuando no estaba literalmente comiendo, bajo la mirada atónita de toda la sala; pero es que después de la cena, al asomarme a un local de moda en el que un par de amigos hicieron “parada y fonda”

comprobé con estupor que ninguno de los camareros la llevaban puesta. En su lugar, sonrisas blanqueadas bajo luces de neón porque al dueño, típico Cayetano de Madrid, parece que no le ha llegado la onda de que las mascarillas en interior, siguen siendo obligatorias.

Lo mismo sucede en muchas empresas, donde ya hay quien se molesta si le pides que trabaje con mascarilla o peor aún, donde se sienten incómodos si tú la mantienes en una reunión.

Lo más increíble y contradictorio de esta situación es que todas estas personas sin excepción, cuando viajan en autobús, en taxi o van al súper, llevan su mascarilla puesta y bien puesta, tan convencidos.

Pero ¿a qué viene esta incongruencia? ¿hasta dónde nos está llevando la cultura del “sí pero no”?

Me viene a la cabeza un ejercicio que hacíamos en la Facultad de Derecho de Valladolid, que consistía en defender en un mismo caso una postura, y posteriormente la contraria: Esto es, ser defensa y acusación, víctima y verdugo o abogado y fiscal. Esta práctica, que era harto útil, nos ayudaba a analizar los hechos, aplicar las normas, estudiar la jurisprudencia, revisar la argumentación y acabar desde el lugar del juez, motivando una sentencia a medida, una vez estudiadas y habitadas, todas las perspectivas.

Como coach, entiendo el síndrome del “burn out” (estar quemados y agotados) que podemos tener como población tras casi dos años de restricciones, graves pérdidas y episodios dolorosos;

y entiendo que a veces ni sepamos ni queramos dirimir ya, si debemos dejarnos la mascarilla puesta o no, en según qué situaciones; pero no entiendo que este estado emocional y nivel de indecisión, escale a la clase política. Porque ellos, en este tiempo, no han temido por su puesto de trabajo ni han estado horas a la espera en los teléfonos de asistencia sanitaria al ser positivos tras una prueba. Ellos son quienes ponen normas, y como mínimo deberían hacer el ejercicio que hacíamos en nuestras clases universitarias, esto es: trabajar al detalle, llenándose de razones y con responsabilidad, delimitando las delgadas líneas rojas.

A ver si se dan cuenta de que:

No puede haber normas sin fuerza para hacerlas cumplir, como sucede con la mascarilla en interiores; porque entonces la propia norma pierde su sentido y genera más caos.

No se pueden eliminar de golpe las normas, al libre albedrío, sin fundamento, como acaba de suceder con la mascarilla en exteriores; porque entonces estamos “un dos tres, probando”.

Y no puede ser, porque no estamos hablando de elegir entre Cocacola o Pepsi, estamos hablando de salud y la salud se protege con normas claras y concisas como son los semáforos o los cinturones de seguridad, que actúan en ámbitos de análogas características.

Así que señor Simón, como Portavoz en Salud Pública, por favor: dale otra pensada, y ponte en nuestro lugar, y en el de los mayores, y en el de los jóvenes, y en el de los autobuseros, y en el de los taxistas, y en el de los hosteleros…y explíquenos a todos, qué tenemos que hacer con las mascarillas, y a qué nos arriesgamos, en todos los sentidos, si no lo hacemos.

Laura Arranz Lago

Abogada y Coach

Consultora estratégica para la toma de decisiones y la gestión de conflictos.

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