El que esté libre de culpa que lance el primer hueso de aceituna

Los españoles somos un pueblo esencialmente cainita y muy dado en convertir en todo la parte, por anecdótica e insignificante que esta sea, dejando a un lado e ignorando con frecuencia los méritos que rodean y anteceden a un error o una falta, por muchos y significativos que estos sean.

Me duele, además de España, como a Miguel de Unamuno, que en el fragor del rifirrafe sobre el desencuentro entre la dirección nacional del Partido Popular y la presidencia de la Comunidad de Madrid; entre el imponente esquinazo de la calle Génova esquina a Zurbano, y la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol, separados tales lugares por unos escasos tres kilómetros, se oigan, cada vez con más fuerza, voces que demandan la inmolación del secretario general del partido, Teodoro García Egea, minimizando sus muchos logros y capacidades, entre las que figura, por ejemplo, el haber batido el record mundial de lanzamiento de hueso de aceituna en 2008, llevándola en el aire con el solo impulso de su boca ciezana hasta una distancia de 16,84 metros. Bien es verdad que dos más tarde el agente de la Guardia Civil del Mar de Murcia Pedro Ramos logró lanzar la semilla de oliva hasta los 21,40 metros, y que el tricorniado alcanzó una longitud en el mismo duelo de 25,03 metros en 2016, que hoy por hoy le sitúa en el podio mundial de este deporte o recreo. Aún así Teodoro, como todos los campeones de las distintas ediciones llevará para siempre sobre sus hombros el título de Caballero Predilecto de los Caballeros Lanzadores de Huesos. Y convendría recordarlo a la hora de reclamar para él la infamia y el nublo del deshonor de un cese o dimisión forzosa.

El que en agosto de 2009 Usain Bolt lograra correr el hectómetro en 9,58 segundos, no oscurece ni en una candela los 10,3 segundos que invirtió en la misma distancia el afroamericano Jesse Owens el 3 de agosto de 1936, ante la mirada entre atónita y entusiasta de decenas de miles de espectadores del Berliner Olympiastadion, entre los que se encontraba el mismísimo Adolf Hitler. Pues lo de Pedro Ramos y Teodoro García, lo mismo.

Es probable que esta apreciación tenga un especial sentido para los que fuimos espectadores de aquel insólito programa televisivo Directísimo que durante la temporada 1975-1976 emitió Segunda Cadena de TVE los sábados en la noche, presentado por el añorado José María Íñigo, y realizado por el gran Fernando Navarrete.

Allí vimos al ilusionista Uri Geller doblar cucharas frotando con dos deditos, y escuchamos multitud de testimonios de compatriotas que habían constatado que sus relojes parados desde tiempo inmemorial volvían al mecánico tic-tac como por ensalmo, pero también contemplamos patidifusos como una señora, cuyo nombre no recuerdo, con su fortísima dentadura clavada en una soga, conseguía arrastrar un camión de varias toneladas. Apreciábamos entonces aquellas habilidades sociales gozando del placer de lo inútil, una capacidad de la que solo dispone la especie humana.

Y hay que decir alto y claro que, en cuanto a capacidades en esta línea, además de los nombres de Pedro y Teodoro, hay otros notabilísimos.

Christian López, de Cabañas de la Sagra, Toledo, es el rey planetario del retrorunning, o, lo que es lo mismo, el número uno mundial corriendo hacia atrás con aletas de bucear; mientras que el gaditano Marcos Ruiz, ostenta el record mundial de capturas de copas de vino, diecinueve, con la boca durante un minuto, pero además está en el cima de malabarismos con tres objetos mientras sube escalones y de mantener catorce rollos de papel higiénico sobre su frente durante treinta segundos. Por su parte, Rafael Cross, de Valdemoro, Madrid, ostenta la marca mundial de maratón corriendo disfrazado de payaso en un tiempo de 2 horas, 42 minutos y 56 segundos, mientras que el zaragozano David Robles, ostenta el record de subida rápida al WTCZ World Trade Center de Zaragoza, marca que consiguió al ascender los 424 escalones del edificio 18 veces seguidas, lo que equivale a una altura de 1,227 metros.

Héroes anónimos o casi, voz de los sin voz, personajes representativos, al decir y sentir, una vez más, del gran filósofo Unamuno, en su particular visión de la intrahistoria, de la vida tradicional o “tradición eterna” que sirve de “decorado” a la historia más visible.

Volviendo a la prueba en la que Teodoro García Egea dejó inscrito su nombre para la eternidad, las reglas y normativa son relativamente sencillas, pero haberlas, haylas.

Para empezar, hay que ponerse detrás de la línea de disparo y no pisarla ni un micrómetro antes de escupir con toda el alma el hueso de la aceituna. Además, el lanzamiento se considerará invalidado automáticamente si el hueso impacta en algún espectador. Otrosí, la semilla ha de ser obligatoriamente del la varietal mollar chafá, una aceituna averrugada de la que es muy fácil desprender el hueso. De recio sabor y gusto potente, se preparan, enteras y partidas, con un simple aliño de agua, sal e hinojo, y se consumen para la Navidad. Su producción es tan escasa, que la mayor parte de la cosecha se vende en Cieza y en municipios cercanos de las provincias de Murcia, Alicante, Valencia, y Albacete.

En 2007, la asociación organizadora del concurso de lanzamiento de su hueso dirigió una carta formal al Comité Olímpico Internacional solicitando la inclusión de esta modalidad genuinamente ciezana como deporte de exhibición de los Juegos Olímpicos de Beijing del año 2008. Y en el Beijing olímpico estamos ahora de nuevo sin que la misiva haya obtenido respuesta. Parece prudente y de justicia que en tanto no llegue esta, cualquier medida contra Teodoro García Egea quede en suspenso. Y luego ya se irá viendo.