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FraudesBank y la carga de la prueba

viernes 13 de octubre de 2023, 11:59h
FraudesBank y la carga de la prueba
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“Voy a contarles a ustedes lo que a mí me ha sucedido, que es la emoción más profunda que en mi vida yo he sentido”, aunque, a diferencia de Concha Piquer en su tierra extraña, los hechos no ocurren ni en Nueva York ni en la Nochebuena, sino en una sucursal madrileña de CaixaBank y durante el último medio año en forma continuada.

Yendo al grano y de forma muy resumida, desde abril de 2023 y en la cuenta de quien esto escribe, se han producido cinco cargos fraudulentos sobre mi tarjeta de débito y en tres plásticos diferentes, por anulación de anteriores, por un monto total cercano a los doscientos euros, y cuyos protagonistas son distintas empresas fantasma que en Internet aparecen como webs de muy baja o nula seguridad; es decir firmas variopintas, radicadas en el extranjero, y dedicadas al hackeo de las tarjetas Visa de CaixaBank, que a mis ojos y a los de todo buen cubero se antojan suaves lonchas de Gruyère, por los muchos agujeros distribuidos de forma estratégica entre las superficies del PVC, la banda magnética y el chip electrónico.

Tarjetas de créditoConseguir que tales falaces adeudos fueran reintegrados, me ha costado una decena de entrevistas con el director de la sucursal y empleados adscritos a la misma, tres denuncias en sede policial y otra en la Oficina Municipal de la Comunidad de Madrid, OMIC; algo solo a mano de un jubileta y totalmente fuera del alcance de un trabajador en activo, que hubiera tenido que pedir dispensas en diez o doce días laborables a su empresa, para recuperar un monto que no llega a las tres o cuatro jornadas de salario medio.

El dato da la primera idea de lo rentable que en la práctica puede resultar el sablazo doloso y explica que, según datos de la Memoria de Reclamaciones del Banco de España del 2022 (presentada el 6 de octubre pasado), las quejas por fraude en pagos con tarjeta o Internet se haya duplicado en el último año, lo que se concreta en más de 10.000 reclamaciones por gastos no autorizados. Así, según datos de la alta institución, este novedoso timo, defraudación y desfalco, ha desbancado con largueza a las tradicionales denuncias relacionadas con hipotecas y comisiones bancarias. El negocio de agujereo tarjetero parece estar en alza.

Dicen los técnicos del Banco de España que esta fraudulencia se ejecuta mediante un repertorio que va desde el man in the middle, que consiste en la interceptación de comunicaciones entre cliente y empresa; el “timo del CEO”, que ocurre cuando alguien se hace pasar por directivo de una firma; el phishing, que así se llaman las suplantaciones a través de llamadas o correos electrónicos con los que se obtiene información confidencial; o el más frecuente, que no es otro que el uso de una web que en realidad no existe. Lo mío, vamos.

Tony Leblanc en el timo de la estampitaSegún Alberto Ríos, director general de Conducta Financiera y Billetes del Banco de España, este extenso repertorio de timos, herederos sin gracia de aquellos de la estampita y el tocomocho que ejecutaba magistral y cómicamente en pantalla el gran Tony Leblanc, se debe a: “… un incremento muy sustancial en el pago por tarjeta, con un volumen de crecimiento de 800 millones de operaciones en un año, hasta 7.300 millones”. Total, que, sigue el alto cargo institucional, en la Memoria antes aludida se constata que de las 34.146 denuncias del año pasado, casi una de cada tres, 10.361, estuvo relacionada con pagos con tarjetas o la web no autorizados.

Ante el alarmante incremento de las denuncias por fraude en pagos digitales, Asufin, asociación de defensa de consumidores bancarios, nos dice que la entidad bancaria: “… no puede negarse a restituir el dinero sin haber probado la negligencia o mala fe del consumidor”, pero el caso es que lo hace una y otra vez en actitudes que no solo parecen hacer bueno el insólito lema de que el cliente nunca tiene razón, sino que implícitamente le consideran culpable hasta que no demuestre su inocencia, subvirtiendo una de las base del sistema penal vigente en los países democráticos, cuál es el derecho de todo ciudadano a ser tratado como si fuera inocente hasta que se evidencie que es culpable.

Intentaba explicárselo a una de las empleadas de la oficina bancaria de mis desconsuelos, tras haber recibido un cargo por contratación de servicios a una empresa fantasma, dedicada, según constaba en su web, a la formación para el acceso a empleos en la Administración Pública. Le dije que, aunque con largos periodos de excedencia, yo había sido funcionario público desde 1973 hasta 2015, cuando me jubilé como investigador en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, CIEMAT. Intenté que comprendiera que tras 44 años de cotización continuada a la Seguridad Social y 8 años retirado, contratar un curso de formación para opositar a la Función Pública carecía del menor sentido, a lo que ella me contestó que ese no era su problema, añadiendo una frase que no logré entender pero que me pareció algo así como: “A mi plin, yo duermo en un cojín”. Dicho sin decir, pero en roman paladino: “Denuncie usted en comisaría y en la oficina del consumidor o reclame al maestro armero, y cuando demuestre fehacientemente su inocencia, le devolveremos el dinero”. Vamos que después de la visita reclamatoria a una sucursal de CaixaBank, uno se queda con la sensación de que las trágicamente absurdas situaciones descritas por el maestro Franz Kafka no son más que simpáticas coplas de ciego hiperbolizando a voz en cuello el horroroso crimen de Peñaranda del Campo.

Frixuelos asturianos y frixuelos vaqueirosNo obstante, he de reconocer que el kafkiano asunto tiene su lado bueno, porque en el periplo suplicatorio he ido conociendo a gente competente, eficaz, amable y gentil en grado sumo. Fue el caso, entre otros, de una funcionaria amabilísima que me atendió en la OMIC de Tetuán, quien, además de conducirme con amena afabilidad por los vericuetos administrativos pertinentes, resultó ser muy fan de aquel espacio sobre uso correcto del lenguaje que yo guionizaba e interpretaba, junto a Francisco Valladares, en el programa ¡Qué tiempo tan feliz! de Teresa Campos. La misma o similar venturosa circunstancia acaeció durante mi visita, ésta muy reciente, a la comisaria del mismo barrio de Tetuán, sita en la absurdamente remodelada Plaza de la Remonta. Una funcionaria policial, a quien identifiqué como asturiana por su acento al dirigirse a un colega, a más a más de formalizarme la correspondiente denuncia con pasmosa profesionalidad, manifestó un vivo interés por mi relato sobre los frixuelos vaqueiros que no ha mucho me había embaulado en el Puerto de Leitariegos, ya que éstos, al contrario de los tradicionales que elaboran en el Oviedo natal de la susodicha, no tienen la forma de fina torta aplanada, sino circular y en espiral.

Y así, entre cargo fraudulento y adeudo falaz, vamos pasando el rato y conociendo a gente interesante y amena, aunque sin engañarnos “pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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