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CONCURSO CRÓNICA INTERNACIONAL

Lea la primera crónica: Holanda, toma de conctacto

Lea la primera crónica: Holanda, toma de conctacto

miércoles 10 de octubre de 2007, 12:43h
Estoy en Arnhem y acabo de llegar a mi nuevo hogar. La primera sensación que tuve cuando la vi fue una llamada de atención. La casa me decía: "soy tuya, soy tu juguete, puedes hacer conmigo lo que te dé la real gana"; y enfatizo: "¿quieres pintar mis paredes? ¡Hazlo! ¿Quieres hacer garabatos en el techo? ¡Píntalos! ¿Quieres un chalet con terraza ? ¡Aprovecha el terrado del vecino, tiene unas vistas estupendas!".

Mi cara debió ser todo un poema cuando fui a ver mi habitación e intenté subir una escalera con 14 peldaños prácticamente verticales.

    Nunca imaginé que haría rappel en mi propia casa. Me enamoré locamente. Fue un amor a primera vista. Me enamoraron todas sus ventanas rotas y restauradas con papel celofán y corazones de colores.
    
Me enamoró esa versión de baño turco que tienen con la bañera encajada en una habitación, el aseo a un lado de la cocina o el tendedero de la ropa colgando sobre las escaleras. Estoy viviendo, sin duda, en la Octava Maravilla del mundo, y tengo el placer de compartila con Nora.

    Nora es austríaca. Y como buena europea que se precia, sabe idiomas. Pero yo no. Así que nos comunicamos con los pies y las manos hasta que dé comienzo nuestro curso de Holandés. Mientras tanto, sobrevivo en un país donde se hablan dos lenguas que no conozco e intentando averiguar cuándo debo tener hambre. Me alimento con sandwiches de queso y pan con pipas. Pierdo peso, precipitadamente, pero compenso la ausencia de calorías con una especie de natillas en brick llamadas VLA, y que se pronuncia Fla, y las famosísimas cookies cuyo valor energético espero que sea proporcional a la cantidad de azúcar contenida.

           Luego llegó mi primer día en la calle, que tampoco tiene desperdicio. De repente me vi inmersa en un bosque urbano de bicicletas sin control y peatones sin prioridad, donde los semáforos tienen dibujos de mujeres gordas con minifaldas y coleta. Estoy en Holanda y no parezco ser la más bajita. Como mujer de poco mundo, me aferré a los prototipos y esperaba encontrarme a caucásicos de metro ochenta. Entendí entonces que Raijard no es el único moreno del país y que el catálogo abarca todas las combinaciones posibles. Muchas veces tengo la sensación de que me cruzo con españoles, pero esto tampoco es de extrañar ya que alguno que otro tiene una abuela asturiana cocinando fabada en casa.

       Y para finalizar esta primera impresión, tengo que decir que los holandeses no son gordos, son felices y no se estresan ni se enfandan. Siempre tienen una sonrisa para ti,  aunque, en pleno arrebato de civismo, pares a un coche y le digas que tiene las luces encendidas a las 10 de la mañana cuando la señora en cuestión cumple muy bien las normas de circulación y las lleva puestas porque la obligan. Así que Gallifante para los holandeses, por su amabilidad y por no mandar a la española allá donde amargan los pepinos.  :)

Crónica publicada el martes 9 de octubre
Zoraida Guijarro Cayuela
24 años
Voluntariado Europeo en Arnhem (Holanda)
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