Mis compañeros reporteros gráficos de los periódicos y las teles montan ya guardia frente al 109 del Paseo de la Castellana en Madrid para coger buen sitio desde el que inmortalizar la nueva imagen que ya espera el álbum de la historia de España: la primera mujer embarazada, Carme Chacón, que pasará revista a las tropas como ministra de Defensa. Y es que Zapatero se vale como nadie para tomar medidas de modernidad social y dar titulares a los periódicos con sus decisiones, aunque lo que está por ver es si es tan hábil para lograr un buen Gobierno.
El presidente cree una vez más que además de su optimismo patológico hay una tupida red que le va a salvar de cualquier salto en el vacío: forman los nudos con su continuidad María Teresa Fernández de la Vega, Pedro Solbes, Alfredo Pérez Rubalcaba y con sus nuevas responsabilidades José Antonio Alonso. Y por eso se permite lujos creativos y volar por su cuenta dando una oportunidad a la inexperiencia de varios de sus nuevos ministros/as como si siempre el aire fresco fuera un valor en política. Esta por ver.
Carme Chacón ex casi la única y casi última exponente de aquel grupo de éxito formado por los llamados “chicos de la Trini”. En apenas ocho años casi todos han ido quedando laminados, salvo Pepe Blanco, al frente del aparato, y Rubalcaba en el Gobierno, aunque el confirmado ministro del Interior fuera siempre más uno de los pocos enlaces de Zapatero con el PSOE felipista que un integrante de aquel grupo de diputados de base que en el 2000 auparon al líder al poder en el partido. Tras cuatro años de Gobierno han ido desapareciendo. La primera, la mujer que los aglutinó y los dio nombre, Trinidad Jiménez, fue sacrificada por Zapatero en el ayuntamiento de Madrid. Antes de las pasadas municipales de 2007 la que tuvo que sacar de allí, cuando no aguantaba más, dándole el premio de consolación de una Secretaría de Estado. Luego cayó en desgracia Jordi Sevilla y fue sacrificado también Juan Fernando López Aguilar, al que se le encargó el imposible de conseguir el Gobierno de Canarias. El último descarte es Jesús Caldera, el número dos de facto de Zapatero cuando lideraba la oposición y el vicepresidente que nunca pudo ser, a causa de las cuotas femeninas, en el anterior Gobierno. Zapatero le da el dudoso premio de consolación de convertirle en el nuevo cerebro del PSOE, promotor de una especie de FAES socialista, lo que sin duda causará más que sonrojo e indignación en la fundación Pablo Iglesias que preside el incombustible Alfonso Guerra con los suyos.
A esta mayoría de “trinitarios” parece haberles pasado por encima la modernidad. Ninguno de ellos ha sido rescatado para los puestos relevantes de esta nueva Legislatura pese a la notable experiencia de muchos de ellos y su notable peso político. Lo mismo que ha ocurrido inesperadamente con una de las mujeres de mejor currículum y gestión política en el partido socialista: Cristina Narbona. Zapatero ha cambiado de amigos. Y la sorpresa, sino el rebote de muchos, es que esa supuesta modernidad viene de la amistad del presidente con Miguel Sebastián, auténtico triunfador del puzzle en el que se han engranado las nuevas piezas del Gabinete. Su grupo, con él a la cabeza, ocupa tres de las cinco novedades del Gobierno: su cartera de Industria -en la que se pedía un relevo a gritos por la inacción de Joan Clos- y las de las nuevas titulares de Investigación, Cristina Garmendia, y de Vivienda, Beatriz Corredor. Demasiado poder e influencia para un hombre con una mínima y reprochable experiencia política. Nadie como él, con su débil candidatura y su torpe defensa, facilitó tanto la gran victoria electoral del alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón. Y nadie como Sebastián, con sus intrigas desde la oficina presupuestaria de la Presidencia, complicó hasta lo imposible la OPA de Endesa. A cambio su único bagaje es la amistad con Zapatero. De momento, es demasiado pobre bagaje para que le den tanta influencia en el BOE.
Si (
No(
