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Habilidosas trampas

sábado 12 de abril de 2008, 13:15h

Si los socialistas catalanes no querían caldo, esta mañana, José Luis Rodríguez Zapatero les ha dado tropocientas tazas. Hablemos, pues, en primer lugar, de la continuidad de Magdalena Álvarez Arza como ministra de Fomento. El mazazo sobre la Generalitat de Catalunya ha sido notable. Porque la configuración del nuevo Gobierno socialista ha ido todo menos inocente.

De entrada, ZP mantiene la cuota de ministros catalanes (Carme Chacón en Defensa, Celestino Corbacho en Trabajo e Inmigración) pero los aleja de cualquier cartera (Joan Clos salta de Industria) que tenga fuertes inversiones en el Principado. La industria militar española está ubicada fuera de Cataluña, básicamente en Madrid (aviación y alta tecnología), Cádiz y Ferrol (astilleros). Eso por un lado. Por el otro, la entrada de Corbacho (del sector españolista del PSC) en Trabajo e Inmigración tampoco tiene trascendencia en el entramado de intereses catalanes, si exceptuamos que el desarrollo del nuevo Estatut(o) conlleva las competencias compartidas entre el Gobierno central y la Generalitat. Una más de las habilidosas trampas que  Rodríguez Zapatero ha hecho en el nombramiento de su nuevo gobierno: cumple con la cota catalana, pero le siega a José Montilla la hierba bajo los pies. El presidente de la Generalitat lo va a tener crudo con sus socios de gobierno, ERC e Iniciativa, y va a andar de sobresalto en sobresalto con la oposición de Convergència i Unió, muy sensible a la pérdida de influencia catalana en la marcha general de España.

Y tampoco parece fácil el desarrollo y el traspaso de competencias, contemplado en el nuevo Estatut(o). La continuidad de Elena Salgado al frente de Administraciones Públicas augura muchos más “noes” que “síes” y, con toda seguridad, largas dilaciones.

Con la confirmación de Magdalena Álvarez en el ministerio de Fomento y la creación del nuevo Ministerio de Igualdad, con Beatriz Aido de titular de la cartera, ZP cubre su cuota andaluza. Manuel Chaves, el gran valedor de Álvarez, estará contento. El eje San Telmo-La Moncloa sigue vigente. Y eso se va a notar durante los próximos cuatro años. Como también y sobre el papel se cubre la cuota gallega: Salgado, Espinosa y Molina, siguen al frente de sus departamentos respectivos. No obstante, pese a su condición de gallegos, ninguno de los tres ejerza como tal.

Rodríguez Zapatero, al dar entrada en su nuevo gabinete ministerial, a nueve mujeres, parece que se toma en serio lo de la Ley de Igualdad de Género. Con Carme Chacón en Defensa, aparte de marcar un hito, se cura en salud. Cualquier crítica razonada que, dentro y fuera de la profesión militar, se le haga a su gestión, será tomada como un ejemplo de nefando machismo. Y la inexperiencia de la nueva ministra del ramo (recuérdese su brevísimo paso por la cartera de Vivienda) augura unas buena gavilla de errores. Aquí, como en 2004, con el nombramiento de Bono Martínez como titular del departamento, se ve la trivialización de la Defensa que hace el presidente del Gobierno. En el primer caso, el del hoy presidente del Congreso, colocó a un ministro espectáculo, un numerero de tomo y lomo. En el segundo, el de Chacón, o se trata de un brindis al sol de la igualdad o, de mantenerse –esperemos que por el bien de todos así sea— el actual organigrama del Ministerio de Defensa, con Soledad López como secretaria de Estado, estaremos ante una ministra-florero.

Del Gobierno anterior y que continúen en el nuevo, esta vez sin trampa ni cartón, ZP ha hecho santamente confirmando en sus cargos al núcleo que el columnista llama “ministros-eficiencia”: Fernández de la Vega, Solbes, Pérez Rubalcaba, Salgado y Espinosa e, incluso, el denostado Moratinos. Al ministro de Sanidad, Bernat Soria, después de ocho meses en el cargo, le sigue faltando un hervor, por más que sea de los que aprenden rápido. Y ya veremos cómo se sigue desempeñando Mercedes Cabrera en Educación.

A los recién llegados al Gobierno, (Beatriz Aido, Cristina Garmendia, Corbacho y Miguel Sebastián) la valía se les supone. En cuanto al ministro de Cultura, César Antonio Molina Sánchez, es un lujo fácilmente prescindible. Ni pincha, ni corta y, tampoco adorna demasiado. Su designación como cabeza de lista por A Coruña en las elecciones generales del pasado 9 de marzo, ocasionó una convulsión en el socialismo gallego, hasta el punto que dirigentes provinciales del partido, ante las actitudes elitistas del candidato durante la campaña electoral, le calificaron de giligaitas.

¿Es Mariano Fernández Bermejo el más indicado para abordar en profundidad la reforma de la Administración de Justicia? Pues, sinceramente, como que no. Y, ZP, sin embargo lo confirma en su cartera. ¿Será porque en todo gobierno tiene que haber un ministro follonero? A lo mejor. Aunque, por mor de la paridad de género, en este nuevo gobierno haya dos, chico y chica, Bermejo y Álvarez.
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