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Marxistas y cristianos

Marxistas y cristianos

domingo 08 de febrero de 2009, 10:29h
Leo en la prensa que se ha celebrado una reunión entre dirigentes socialistas, con José Bono a la cabeza,  y cuatro obispos del sector más aperturista de la Iglesia Católica para hablar de las relaciones entre “la izquierda” y los católicos y cristianos. Me parece una buena iniciativa. Lo ideal es que tal encuentro se convirtiera en un foro público de encuentro y reflexión conjunta y permanente. Deberíamos recuperar una capacidad de diálogo que no es nueva. Hace pocos meses, el arzobispo de Canterbury, primado anglicano y cabeza visible de la Iglesia de Inglaterra, se manifestó públicamente comprensivo con las tesis de Karl Marx y afirmó que el autor alemán analizó correctamente los problemas del capitalismo, y, advirtió, acerca de los riesgos que supone priorizar la conquista del beneficio y la riqueza al coste que sea necesario olvidando  los objetivos sociales de la economía.  El referido arzobispo, Rowan Williams, se limitó, en realidad, a recordar algo tan sencillo como que la creación de la riqueza no es válida a cualquier precio ni en cualquier circunstancia. Las condiciones en las que quedan, en muchas ocasiones, los sectores más débiles de nuestras sociedades como consecuencia de las prácticas del capitalismo “talibán”, del “todo vale”, y, la proximidad de las enseñanzas de Jesucristo y las de Marx,  “aunque luego ambas hayan sido violadas en sus respectivas prácticas”, resultan  notables en estos tiempos.

    No nos deberían sorprender las afirmaciones del primado anglicano. Las relaciones y la atracción entre las Iglesias y el marxismo no son nuevas. Para ser mas preciso, entre el pensamiento cristiano y el marxismo. Entre el marxismo y el cristianismo existe una pulsión emancipatoria del ser humano que, inevitablemente, estaban condenadas a sufrir una potente atracción mutua a pesar de todas las dificultades filosóficas y religiosas de la tarea. Carlos Marx, uno de los intelectuales que más han influido en los siglos XIX y XX y, tal como vamos, en el XXI, de los más brillantes y más vituperado, más estudiado por millones de trabajadores y de economistas, sociólogos, universitarios de todo tipo, políticos, sindicalistas, banqueros, empresarios, ministros, sacerdotes, obispos y hombres y mujeres de toda condición cultural y social durante décadas. Irónicamente, los que más daño le han hecho han sido su más encarnizados “seguidores”, que le han utilizado para cometer todo tipo de tropelías políticas e ideológicas en su nombre.
 
    Jesús, fundador del cristianismo, proclamó valores de igualdad, solidaridad, justicia y lucha contra la opresión y la hipocresía. Personalmente, me quedo con la  definitiva toma de posición contra el cinismo que nos abruma: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Influyó hasta hoy, junto con el Islam y el budismo, en el espíritu del ser humano durante más de veinte siglos. Creyentes o no. Y como con Marx, sus presuntos “seguidores” le traicionaron, se llenaron de oropeles, viven en Palacios, se hacen rendir tributos, ocultan sus pecados, se creen dioses y tribunos, viven en el lujo y expulsan de forma dogmática a los que interpretan el cristianismo desde otra perspectiva.

    Al calor del Concilio Vaticano II, se impulsó el dialogo entre cristianos y marxistas a través de múltiples iniciativas acotando en nivel del debate. Libros, reuniones, debates, conferencias….El Papa Juan XXIII trajo aire fresco a una Iglesia Católica repleta de carcoma y anquilosada. Entre las obras más destacadas es preciso recordar la editada por el inolvidable Jesús Aguirre, al que muchos conocimos como todavía sacerdote de la Iglesia de la Ciudad Universitaria de Madrid, “Cristianos y marxistas (Los problemas de un diálogo)”. Allí “dialogaron” cinco católicos (Jesús Aguirre, Kart Rahner, Giulio Girardi, Johann Baptist Metz, J.L. López. Aranguren) y cinco marxistas (Lucio Lombardo-Radice, Milán Machovec, Gilbert Murry, Louis Althusser y Manuel Sacristán).

    Conceptos como el del “humanismo cristiano”, defendido por Rahner,  como única vía válida para un diálogo entre marxismo y cristianismo, la denuncia del “monolitismo” que realiza Girardi, tanto para el marxismo como para el catolicismo, que supusieron una fuerte “tentación histórica” que acabaron en el “integrismo” por ambas partes y aboga por un diálogo basado en una convergencia entre una moral marxista y una moral cristiana, ambas renovadas, constituyeron unos elementos nuevos del debate.

    Entre nosotros, Alfonso Carlos Comín, militante comunista, escribe en 1977, el libro, “Cristianos en el Partido, comunistas en la Iglesia”. Bajo tan provocador título, se escondía una de las mentes más lucidas y valientes de aquellos difíciles años. Entre 1956 y 1966, el trabajo y la movilización incesante de la Juventud Obrera Católica (JOC) y la Hermandad Obrera Católica (HOAC), a lo largo de toda España, obligó al franquismo a protestar ante la jerarquía católica. El nacimiento y desarrollo del nuevo movimiento obrero, de las Comisiones Obreras, no hubiera sido posible sin el apoyo, la complicidad y el nacimiento de una iglesia comprometida con los trabajadores. Incluso nace lo que se llamaron los curas obreros, especialmente en el País Vasco, como el Padre Luis de Zabala, el Hermano Zubizarreta, los  Padres Miguel Sagües, José Antonio G. de Durana y también I. A. Comyn y Eugenio Arraiza.

    Tampoco resultó casual el apoyo de un sector significativo de la jerarquía de la Iglesia Católica a la transición democrática y su oposición al franquismo a partir de finales de los años 60. Sin el Cardenal Tarancón al frente de la Iglesia Española todo hubiera resultado mucho más difícil. Lejos quedan aquellos tiempos. Hoy, cuarenta años después, a pesar del integrismo de la cúpula de nuestra jerarquía, regresan los problemas y el debate. ¿Marxismo y cristianismo? ¿Izquierda y socialismo?

    Desde 1990, tras casi veinte años de huracán ultraliberal, donde todo lo que tuviese el más mínimo aroma de marxismo era satanizado y lanzado al peor de los infiernos,  nos encontramos, de nuevo, en la reflexión sobre la economía de mercado, su eficiencia real y la necesidad de abordar reformas profundas. Algunas de las ideas del viejo Marx retornan con fuerza para intentar comprender la dimensión de la hecatombe que nos toca vivir. Lejos queda la manipulada y hegeliana tesis del “fin de la historia”, de Francis Fukuyama, en virtud de la  cual se proclamaba la arribada del género humano al capitalismo liberal como última y definitiva forma de civilización. El pensamiento cristiano y su compromiso social y político favorable a los menos favorecidos recupera la presencia pública. Los problemas y el campo de encuentro no resultan complejos.

    La caída del muro de Berlín, la implosión y hundimiento de la Unión Soviética y del “socialismo real”, eran ley de vida. Constituían el fracaso anunciado de un  modelo burocratizado, centralizado, planificado, ineficaz y corrupto. Tampoco existe mercado libre, ni transparente, ni competencia, ni control, ni limpieza. Corrupción, fraude y capitalismo rampante. Que pregunten en el casino de Wall Streat.

    Pues bien. Aquí estamos de nuevo. La hondura de la crisis y su duración, atemorizan a nuestras sociedades. Son precisas nuevas soluciones, otras sensibilidades. Los cristianos y la izquierda debemos retomar la reflexión conjunta sobre el futuro y los ámbitos de entendimiento.
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