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Miguel Ruiz Poo, poeta

“La poesía es uno de los pocos espacios que no me resultan opresivos en la vida”

“La poesía es uno de los pocos espacios que no me resultan opresivos en la vida”

martes 19 de abril de 2011, 10:49h
Daltonismo: dícese del defecto de visión consistente en no percibir determinados colores o en confundir algunos de los que se perciben. Defecto o efecto, pues en esa peculiar apreciación del entorno reside una virtud significativa recreadora de imágenes que pretende interpretar, al igual que la poesía. Así lo defiende el venezolano Miguel Ruiz Poo en un poemario, Crónicas daltónicas (Editorial Conteros), donde equipara el hecho poético con el daltonismo, conformando ambos una única mirada que revela “al mismo tiempo la soledad de los colores y la soledad de la existencia, el descubrimiento de la duda desde el campo más mundano al más espiritual.” Poeta comprometido, transparente y certero, Ruiz Poo hace del amor, la pérdida o la huella temporal compartimentos imbricados, por momentos comunicados con hilaridad o desparpajo, al igual que el daltonismo.      ¿Cómo entiende la poesía? Me gusta mucho una idea del poeta alemán Hans Magnus Enzensberger sobre la poesía como antimercancía, un concepto que vi en un taller. Él dice que un libro de poesía no cuesta tanto, resiste a la presión, es una forma muy curiosa de productividad. La poesía es como la hierba: imposible eliminarla definitivamente. No hay control, en la poesía no valen recetas, porque no hay una estructura financiera detrás. Y realmente ahí radica su poder, en que es una manifestación artística no sustentada por una estructura económica, es un producto sin producto y creo que esta libertad, esta honestidad, se transmite al que lee.   ¿Cuándo nace esa pasión por el verso, por la escritura en general? No lo recuerdo muy bien. De pequeño me presentaba a concursos infantiles del colegio y escribía cuadernos en los que intercalaba fábulas y una especie de diario, les escribía poemas a las profesoras, a las niñas y eso. Aunque no recuerdo muy bien la motivación inicial. Hoy la poesía y en general la lectura-escritura es uno de los pocos espacios que no me resultan opresivos en la vida diaria, crear o seguir de cerca el proceso creativo de otros (ya sean contemporáneos o de hace dos siglos) es apasionante, un ejercicio de libertad.   Supongo que la pega urbana de poemas curte mucho… Curte la piel, si hace frío o mucho sol, pero no mucho más. Aina Libe es el grupo del que formo parte y en eso llevamos dos años, pegando poemas en las estanterías de locales abandonados o en desuso (que ahora con la crisis han proliferado en la ciudad). La imagen de esto es brutal: espacios inutilizados convertidos en exposiciones itinerantes de poesía, encuentros furtivos entre el viandante y el poema, la gratuidad del acto, es una gran experiencia. El propio acto en sí es un acto poético. Además de todo esto, a mí personalmente me ha servido para retomarle el pulso a la poesía y establecer rutinas de trabajo en torno a ella. Muchos de los poemas que estuvieron en las calles de Sevilla (y de algunos otros lugares) se publicaron en el libro Aina Libe: cambia con el sol, en el que se reúnen poemas de los miembros del grupo (Felipe Bollaín, Nieves Peña, Javier Mariscal), y posteriormente en Crónicas daltónicas.   ¿Qué cosas le preocupan? Mi mamá me dice que cuando era pequeño me encontró un día llorando y entonces le comenté que estaba sufriendo; ella me preguntó “¿por qué?” y yo le respondí “estoy sufriendo por el mundo.” Ahora no lo recuerdo y pienso que me preocupa en parte eso, pero en realidad estoy preocupado por el alquiler, por las relaciones, por mantener un trabajo.   Cuentan que la mejor poesía es en ocasiones la que parte de un hecho corriente para poder explicar el mundo, zurciendo “el espacio de la caída”, como dijera Lezama Lima… Muchas veces ése es el punto de partida cuando intento escribir un poema: el tendedero, el bote sifónico, la ortodoncia, el trabajo, la televisión. Hoy en día son estos objetos cotidianos los que configuran nuestra vida. Recuerdo que con uno de mis primeros salarios le regalé un televisor a mi mamá. Era tan grande que tuvo que cambiar toda la distribución del salón. Nos hacemos tan torpes con todas estas cosas que nos rodean.   ¿Mario Benedetti o Eduardo Galeano? Bueno, ambos son uruguayos, versátiles, con una obra extensa…, y ambos son maestros. Me gusta cómo han incorporado a su literatura la denuncia y la protección de un humanismo que trasciende a ideales políticos. El libro de los abrazos, Las venas abiertas de Latinoamérica, antologías de Benedetti o, con Daniel Viglietti, la serie de discos A dos voces son obras que deberían estar en la mesita de noche o cerca del váter de cualquier vivienda.   Todo, según se mire, puede ser una virtud, incluso el daltonismo… El daltónico tiene que contemplar y recrear una realidad cromática siempre al borde del abismo, en el borde de la duda, para crear significados en un espacio en el que persiste la certeza, la seguridad de sus iguales. Debe zurcir con la imaginación, con la omisión, con la comparación, con el descarte o la metáfora los espacios mudos en los que los colores se juntan y se vuelven invisibles para él. Lo mismo que hace el poeta con su mirada, con su palabra, rellenando esos espacios.   ¿Lorca o Blas de Otero? Tampoco ahora voy a eligir a ninguno. Lorca fue el casi el primero casi que leí. Recuerdo que mi abuela me regaló un libro de poesía infantil. Si he de ser sincero, lo miraba poco. Pero un día vi un poema de Lorca y me sorprendió que se pudiera decir tanto en tan pocas palabras. El poema se llama “Cortaron tres árboles”, y dice: “Eran tres./ (Vino el día con sus hachas.)/ Eran dos./ (Alas rastreras de plata.)/ Era uno./ Era ninguno./ (Se quedó desnuda el agua.)” Con Blas de Otero me pasó justamente lo contrario, conocí sus textos hace muy poco y durante el proceso de trabajo de Crónicas daltónicas siempre estuvo muy presente. Me gustó su aparente sencillez a la hora de afrontar temas complejos en sus poemas y su combatividad.   Crónicas daltónica, ¿homenaje al equívoco? Crónicas daltónicas quiere ser también un homenaje al equívoco. Quiere exaltar lo precioso del equívoco. Cómo se puede establecer un juego poético cuando las palabras caen desesperadamente donde no les corresponde o incluso donde nadie se imagina que puedan calzar. Esta interpretación “errada” del mundo es uno de los puntos de unión entre la poesía y el daltonismo y al mismo tiempo también es una de las claves de la hilaridad o el desparpajo de ambas visiones.   ¿Contenido o continente? La forma es una clave. El problema real es cómo decirlo, aprender a decir. Ése es el comienzo. Pero la poesía que me interesa, la que intento aprender a escribir, es la que sacude, la que zarandea, la que hace uso de esa libertad de la que hablamos antes, la que es una hierba que crece en las juntas, en los bordillos, ésa es la poesía que nunca desaparecerá, porque nace realmente de las entrañas de la tierra.   ¿Cómo ve un daltónico el panorama poético en España? Bueno, en el país no sé, tampoco sé qué es exactamente el panorama o “poético”, pero sí sé que en los años que llevo en Sevilla (siete años desde que llegué de Venezuela) he visto mucho movimiento, hay iniciativas realmente interesantes en Andalucía, no sólo por el volumen de creación, recitales, festivales y publicaciones (de diferentes calidades y espíritus), sino también iniciativas pedagógicas que intentan la difusión de la poesía y de la lectura en general. Hay bastante gente trabajando en este sentido y todos los que pasan por estos talleres o actividades
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