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Salvar la cara antes de que te la partan

Salvar la cara antes de que te la partan

martes 14 de octubre de 2014, 18:45h
Menuda pirueta la de Artur Mas, que va a sacar a saber qué urnas, para que vote quién y para qué, el próximo 9 de noviembre, día de la Gran Farsa. El president de la Generalitat está dando el paso que todos sabíamos que iba a dar, porque la consulta era ya imposible por razones jurídicas, políticas, sociales...y técnicas: ni había censo, ni organización, ni consensos. Nada. En esas condiciones, no existía ni la más remota posibilidad de que ese referéndum loco, que alguien tan irresponsable como Mas anunció que iba a celebrar literalmente 'urbi et orbi'. Y decimos literalmente porque envió cartas en este sentido a los líderes de los países de medio mundo. Lo dicho: un irresponsable, que ha dejado la 'marca Cataluña' por los suelos, tras haber mantenido un insensato tira y afloja con el Gobierno central y, por extensión, con el Estado español.

 Ahora, con su salida absurda en la rueda de prensa en la mañana de este martes, para anunciar la consulta-superchería y el abandono de planteamientos más trascendentes, Mas se ha pegado otro tiro en el pie que le quedaba sano. Ha enfadado a los 'socios' de Esquerra -lo cual, en principio, no parece nada malo: lo que no conviene a Esquerra, conviene a todos los demás--, ha desconcertado al electorado catalán, ha hecho reír a la mayor parte del resto de los españoles y ha hecho que en las cancillerías europeas se pregunten si estos presidentes autonómicos españoles están bien de la cabeza (porque ellos no aquilatan de qué Comunidad se trata). Menudo papelón.

 A Mas, para salvar la cara antes de que se la partan, que se la partirán de todas maneras, solo le queda ya clarificar las cosas por el lado opuesto a aquel por el que transitaba: aliarse con el PSC para que le apoye en el Govern, acelerando la ruptura con Esquerra, cuya alianza siempre deriva en males (que se lo pregunten a quienes confiaron en ellos en 1934, que se lo pregunten a Maragall. Y a Montilla. Y a Más). Y, desde luego, habrá de posponer al máximo las elecciones autonómicas, que solamente a Esquerra le beneficiarían ahora.

 Artur Mas ha sido un pésimo gobernante, como lo fueron Maragall y Montilla. Y, ya que estamos, aunque por motivos diferentes, Jordi Pujol. Pero ahora, aunque declare, con la boca pequeña -todo es ahora, repetimos, una farsa--, que el enemigo es "el Estado español", Mas se ha convertido en 'nuestro' Mas, porque todo es preferible a ese Oriol Junqueras que acabará con Cataluña, como saben bien todos los que han sondeado las profundidades de sus planteamientos. No puede descartarse que haya sido ese propio 'enemigo', el Gobierno central, quien le haya ayudado a sacar -algo-la inmensa pata que el molt honorable president de la Generalitat ha metido. Cataluña es hoy más pobre, más corrupta, está más desprestigiada y más sola que nunca. No se culpe de ello al 'enemigo Estado', cuya máxima responsabilidad ha sido la de mirar hacia otro lado cuando algunos metían la mano en el saco, o la de procurar la gobernabilidad con los nacionalistas, cediendo a muchas de sus por otra parte legítimas pretensiones.  


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