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Constitucional Montilla

Constitucional Montilla

miércoles 06 de diciembre de 2006, 18:03h

Mal lo tienen los agoreros de uno y otro signo ante los dos actos de plena normalidad constitucional realizados por el presidente de la Generalitat, José Montilla. El primero de ellos, ayer, en clave interna fue el de recordar a todos los miembros de su gobierno que la legalidad en materia de banderas hay que cumplirla. Y, a fecha de hoy, en todas las consejerías, como es preceptivo, ondean las dos banderas: la del Reino y la de la comunidad autónoma. Como debe ser.

De más alcance político, dentro y fuera de Cataluña, ha sido la presencia, con toda la sensación de normalidad institucional que comporta, de Montilla en la tradicional recepción (bastante aburrida y no especialmente brillante en cuanto a concurrencia) que se ofrece en el Congreso de los Diputados. Hacía 18 años que el presidente de la Generalitat (primero Jordi Pujol y luego Pasqual Maragall) obviaba este trámite. Para regocijo –se teme fundadamente el columnista—de quienes quieren una España monolítica y uniforme, que así tenían un motivo más para rasgarse las vestiduras y gritar: “¡Ya os lo decíamos!”. Pero Montilla, acorralado por periodistas que le preguntaban por el supuestamente insólito acto de su presencia, fue claro y conciso: “está Constitución es la que ha dado a Cataluña su mayor cuota de autogobierno”.

José Montilla, ese catalán de Iznájar (Córdoba), que ocupa el cargo de 128 presidente de la longeva Generalitat de Catalunya, con estos dos actos consecutivos ha dejado bien claro, a ambos lados del Ebro, que él manda en su Gobierno y que las reglas están para cumplirlas. Tanto más escrupulosamente cuanto menos se crean en ellas. Y, de paso, como aquel que no quiere, ha dejado sin argumentos a tirios españolistas y a troyanos nacionalistas. Y lo ha hecho muy a su aire: sin estridencias, con la firmeza de sus convicciones y de sus compromisos, con seriedad, con naturalidad. Vamos, con normalidad institucional.

[Estrambote vexilológico: el columnista, a propósito de las banderas que ondean en solitario, se siente obligado a recordar que tanto sobre el edificio del Gobierno gallego, en el compostelano complejo de San Caetano, como sobre el Parlamento de Galicia, baten sus pliegues al viento sendas banderas albicelestes. Y que lo hacen en solitario, así nieve, llueva o truene. Y que ambas enseñas se colocaron cuando el Partido Popular gobernaba/ocupaba la Xunta de Galicia. No se hundió el mundo. Tampoco se rompió España. Ahí siguen. ¿Qué hubiese ocurrido si sobre el tejado de la Generalitat de Catalunya y sobre el del Parlamento catalán ondease en solitario la senyera? Cuesta poquísimo imaginárselo.]

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