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Galicia: apoyar al (más que) posible ganador

viernes 25 de mayo de 2007, 21:10h
Los líderes de los tres partidos gallegos con representación parlamentaria han cerrado la campaña de estas elecciones municipales haya donde las expectativas de voto y de las particulares querencias personales les aconsejaban hacerlo. Los no-candidatos, de una u otra forma, son fieles a sus particulares terruños (¿feudos?) y, como tales, fácilmente previsibles. Eso sí, han aprovechado estos actos póstumos para hacer un llamamiento a la participación.

Por el desarrollo de la campaña, parece que tanto el socialista Emilio Pérez Touriño, su consocio nacionalista Anxo Quintana y el opositor popular Alberto Núñez Feijóo, ya habían dicho todo lo que tenían que decir. Sus cierres respectivos, por tanto, eran más de apego al terruño electoral, rozando casi el localismo, que a un postrer intento de ganar votos. Eso funciona en otras latitudes peninsulares, pero no en una Galicia, afortunadamente ausente, en este caso, de la crispación madrileña, y en la que el candidato Núñez Feijóo, con la que está cayendo, se ha comportado con un fair play próximo al de un gentleman británico.

Unos y otros han hablado poco de ETA (el monotema del Partido Popular), bastante de infraestructuras (el secular aislamiento gallego, etcétera) y, en sus romerías electorales de problemas locales, aparte de –el trío—decir lo majos y estupendos que eran sus respectivos alcaldables. No habrá otra España –que sí--, pero, para lo bueno y para lo malo, Galicia es otra cosa. Por suerte.

Hubo más encono, más mala gaita, en las alusiones cruzadas entre los socialistas y los bloqueiros –consocios en la Xunta hasta que las próximas autonómicas les separen—que las ambos dedicaron a los populares. Y, viceversa. Durante quince días, localismos coyunturales aparte, Núñez Feijóo hizo gala del supuesto talante ajeno. Pongamos que el de Rodríguez Zapatero. Ha ido a consolidar las alcaldías seguras, a dar ánimos en las más que probables, y a no acercarse a ningún territorio donde el batacazo electoral fuese posible. En esto último coincidieron Pérez Touriño y Quintana.

Partido Popular de Galicia / PPdeG

El presidente ejerciente del Partido Popular de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, tuvo triple trabajo de clausura. El hecho de estar en la oposición, aunque su partido fuera el que obtuviera el mayor número de escaños en las elecciones gallegas de junio de 2005 (quedaron a un solo diputado de la mayoría absoluta), le fuerza a consolidar sus logros anteriores.

Primera escala, a las nueve de la noche, en Vigo, en apoyo de la alcaldesa –por accidente o por desidia del PSdG y el BNG, en el 2003--, Corina Porro. Es la joya de la corona municipal popular. No obstante, que la alcaldable reúna masas viguesas, está por ver. En precaución, escenario seguro y telegénico: la Feria de Vigo. Y pocos minutos, que una hora después, Núñez Feijóo tiene que estar en la vecina –puente de Rande, peaje, mediante en la vecina Pontevedra--. ¿Y qué va a decir el no-candidato que no haya dicho ya en apoyo de los suyos? Nada. Hay que volver a hacer un llamamiento a la participación de la Galicia urbana, que la rural está bastante controlada, “que nos voten los nuevos votantes, los jóvenes y los indecisos”. Y, por descontado, hay que recordar que Corina es la mejor. Y lo mucho que se juega Vigo si se produce un cambio en la poltrona de alcalde.

Raudo como una centella, el líder de los populares, acude a su cita pontevedresa. Esta vez, en el casco histórico de una ciudad pequeña, manejable, a escala urbana, pero que ronda los 81.000 habitantes, incluyendo a los vecinos de sus parroquias rurales. Son las diez y poco pico de la noche. Ante sus incondicionales (viernes noche, la gente está por otra labor) y ondear de banderas naranja, Núñez Feijóo vuelve a recordar que el PP “no hace distinciones entre quienes le votan y quienes no”. El alcaldable Telmo Martín (promotor inmobiliario fuera del municipio, en las rentables Rías Baixas) asiente con la cabeza. A  su lado, Rafael Louzán, actual presidente de la Diputación de Pontevedra, no puede menos que encomendarse a los no tan posibles buenos resultados de Corina Porro para reeditar mandato en el organismo en el que Mariano Rajoy Brey empezó su carrera política. Pontevedra, “a boa vila que da de beber a quen pasa”, que tiene en el nacionalista Fernández Lores la cómoda horma de su zapato urbano, puede ser decisiva.

Acelerado como una moto (o el automóvil prestad que, no hace tantos años, conducía José María Aznar), Alberto Núñez Feijóo, estajanovista del cierre de campaña, remata jornada en Ourense. Ciertamente él es ouresano, pero de Os Peares, que está como a una veintena larga de kilómetros de la capital provincial. Todo señala, al acabar esta crónica, que al no-candidato Núñez Feijóo le tira el terruño, o, vayan a saber, el obligado peaje debido a Baltar, el único cacique provincial que Núñez Feijóo no defenestró, tras su ascensión a la presidencia del PPdG. Ourense –lo dicen las encuestas—es plaza segura. 

PSdG-PSOE

El secretario general y presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, eligió como escenario de su mitin de cierre de campaña, la ciudad de Vigo, a la que se siente especialmente vinculado tanto por su residencia familiar, como por su trabajo docente en la Universidad. El socialista sabe lo que en ella se juega, porque se trata de la primera ciudad de Galicia, por población y peso económico. Y, con la alcaldía viguesa hasta puede llegar la presidencia de la Diputación de Pontevedra.

No obstante, la ciudad de Vigo no es una plaza fácil, por más que, desde las últimas elecciones municipales, la suma de socialistas y bloqueiros, tuviese una cómoda mayoría. A las ocho y media, poco más o menos, comenzó el mitin socialista, en la Plaza del Berbés viguesa, salida natural del casco histórico en su confluencia con el núcleo de su puerto pesquero.

Pérez Touriño, que ha ido de reina madre durante gran parte de la campaña y que, puestos a reñir/incordiar, se ha dedicado con más aplicación a sus socios nacionalistas que a sus adversarios naturales de la derecha, ha resaltado las ideas-fuerza de los socialistas., adaptadas, no obstante, a los intereses de su candidato, Abel Caballero, (ex ministro de Transportes con Felipe González, y presidente de la Autoridad Portuaria viguesa).  Pérez Touriño ya vé al candidato como nuevo alcalde vigués, aunque se guardó muy mucho de añadir que para ello necesitará de los concejales del BNG.

Tras realizar la obligada llamada a la participación más que electoral, votante pro domo sua, el secretario general del PSdG-PSOE, volvió a recordar que ve al PP ”anclado en el pasado y fosilizado”. Luego cantó las glorias pasadas, presentes y, desde luego, futuras del candidato Caballero. Era un paso obligado. Y más de lo de sus últimos mensajes sobre infraestructuras, adaptados claro está al localismo vigués, que nada tiene que envidiar al de A Coruña, donde Javier Losada, sucesor de Francisco Vázquez en la alcaldía, está en trance de reeditar mayoría absoluta. Y, al igual que por la mañana, forzó el símil ferroviario. Galicia debe sacar  “billete socialista, libre de los peajes del pasado”, para incorporar a los ayuntamientos gallegos a la  “alta velocidad del  progreso y de la modernización”. Y más doctrina: votar socialista significa  “recuperar el tiempo perdido y votar por el futuro”. Y si es en Vigo, más. 

Bloque Nacionalista Galego / BNG

Ourense (simplemente a 12 escasos kilómetros de Allariz, localidad en la que Anxo Quintana empezó su ascensión política) fue la plaza elegida por el vicepresidente de Igualdade e Benestar de la Xunta de Galicia para el cierre de campaña. Lo de menos era que, a las ocho y cuarto de la tarde (¿noche?), el telonero fuera el aspirante –difícil, difícil, como que no—a alcalde, Alexandre Sánchez Vidal, actuara de telonero. Quintana iba a la TV-opportunity y a dejar claro el mensaje del BNG y su mágica situación de gobierno: “No podemos seguir con alcaldes que no colaboran con la Xunta para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía”. Luego, claro, flores a su propio tejado, que tampoco iban a ser piedras.

Porque el portavoz nacional do BNG, Anxo Quintana, señaló que el BNG “fue el único que realizó una campaña limpia y comprometida con los problemas reales de la gente” mientras que los demás partidos “sólo se centraron en el cuanto peor mejor”. El líder nacionalista recalcó que el día 27 la ciudadanía gallega “tendrá que escoger entre la política de compromisos con el país y de futuro del BNG y la política antigua de los de siempre que lo único que pretenden es que todo siga igual que siempre”. Fin del mensaje –quinces días nos contemplan--, cambio y cierro.

La  Galicia de ahora mismo

Quince días de campaña. Dos semanas de crispación extra-galaica. Y la llegada, sábado 26 por medio, al domingo 27 de mayo. Galicia es otra cosa. Conformista a ratos, combativa allá. Incluso, donde no se puede ser combativo. Y, para muestra un botón. El del municipio de O Saviñao (Lugo), con un censo de 4.731 habitantes a 31 de enero pasado. Concurren tres partidos políticos. Dos de ellos (el PSdG y el BNG) colgaron carteles de sus candidatos respectivos. El PP (dieciséis años gobernando) no colgó ninguna. Se limitó a convocar una cena para las nueve y media de la noche del viernes cierre de campaña. Sus siete concejales, sobre un total de 13, los tiene más o menos asegurados. Galicia escéptica. Galicia de siempre. Galicia rural. La de ahora mismo. Sin crispaciones madrileñas. Pero de animadversiones (¿odios?) ancestrales.

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