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Las ‘familias’ que conviven en el PP

viernes 13 de junio de 2008, 13:17h
Esto, desde luego, no es UCD

No fue, obviamente, afortunada aquella declaración de Esperanza Aguirre diciendo que los socialdemócratas apoyan a Rajoy. Porque ¿son Camps, Valcárcel, Sirera, González Pons, Trillo, y tantos otros que apoyan el ‘marianismo’, afectos a la socialdemocracia? Las familias, en el PP, son de otro tipo que en aquella Unión de Centro Democrático que acabó desintegrándose.

¿Hay diferencias ideológicas de fondo en el Partido Popular? ¿Puede en verdad hablarse de ‘familias’ en este partido, al uso de las que cohabitaban en UCD, socialdemócratas, liberales, democristianos y hasta ‘azules’ (ex falangistas)? Pienso que, un cuarto de siglo después de la desaparición del partido que fundara Adolfo Suárez, lo ocurrido en la UCD es irrepetible, y aquellos grupos de pretendidas ideologías diferentes tienen connotaciones, rumbos y hasta postulados muy diferentes. En el Partido Popular conviven hoy personas de talante más o menos conservador, confesionales y laicos. Pero todos ellos se engloban en una única alternativa al socialismo, llámese tal alternativa ‘derecha’ o ‘centro’. O centro derecha. Desde luego, es difícil encontrar algo semejante a lo que es la ultraderecha en algunos países europeos. Simplemente, no hay caldo de cultivo para tal cosa.

El ‘marianismo’, como antes el ‘aznarismo’ y, antes aún, el ‘fraguismo’, es la ‘familia’ pienso que dominante hoy en el PP. Y en ese ‘marianismo’, afecto básicamente a Rajoy con mayores o menores matices críticos, encontramos desde personas próximas al Opus Dei o a movimientos religiosos fuertemente conservadores, como el catalán Jorge Fernández Díaz –calificado de “meapilas”, nada menos, por el animador de la cadena episcopal Federico Jiménez Losantos--, hasta otras, que hoy son la mayoría, cuyo comportamiento poco a o nada tiene que ver con la afección a los postulados del catolicismo más ortodoxo. El componente religioso ya sirve de poco a la hora de etiquetar a un político en ‘progresista’ o ‘conservador’, por mucho que algunos obispos hayan tomado, en el pasado, un decidido partido. Así, la pertenencia a la corriente democristiana carece de un componente definitorio a la hora de saber si un militante del PP se alinea entre los ‘oficialistas’ o los ‘críticos’ a Rajoy, si es que ahora puede simplificarse en estos términos el oleaje interno en el principal y único partido de oposición nacional al PSOE.

Y, así, Jaime Mayor Oreja pasa por ser el portador de la esencias democristianas en el PP, pero sus enfrentamientos con los ‘marianistas’ discurren mucho más por los diferentes puntos de vista a la hora de analizar y canalizar las relaciones con los nacionalistas que por otras cuestiones más eclesiales. Es más: yo diría que este de las relaciones más o menos distantes con los nacionalismos ha sido el único punto de fricción ideológica que se ha podido encontrar en el fondo de la tremenda batalla interna que ha vivido el PP desde que el 9 de marzo perdiese las elecciones. Porque ¿es más de derechas Esperanza Aguirre que su oponente madrileño Alberto Ruiz Gallardón? Si analizamos ambas trayectorias, concluiremos que sus estilos pueden ser diferentes, pero no estaría tan claro que la presidenta madrileña sea mucho más conservadora que el alcalde de la capital, aunque ya digo que sus lenguajes difieren y uno podría parecer más cercano al hombre de la calle que el otro.

Y ¿cómo etiquetar a quien yo considero como uno de los líderes de la disidencia interna, el vicepresidente madrileño Ignacio González? ¿Un ultraconservador, un ultracatólico, un ultraliberal, ultrademocristiano, un neofranquista? No lo creo, francamente. González tendrá sus defensores y sus detractores más por sus actuaciones concretas en el seno del PP y de la Comunidad madrileña que por otras cuestiones de mayor calado ideológico. No veo grandes diferencias entre su comportamiento y el de su enemigo Ruiz Gallardón, excepto que este último tiene más carisma y actúa de un modo más abierto.

O también ¿es más liberal en lo económico Manuel Pizarro, tan afecto al ‘aguirrismo’, que el ‘ratista’ Cristóbal Montoro? ¿Es más socialdemócrata Esteban González Pons que Francisco Camps, más intervencionista Nacho Uriarte, de Nuevas Generaciones, que Martínez Pujalte, el ‘adelantado’ de Eduardo Zaplana? ¿Más moderno el ‘marianista’ Alberto Núñez Feijoo que el consejero madrileño Francisco Granados?

Tendremos que concluir que el epicentro de la disidencia se encuentra en Madrid, y que los motivos del descontento radican en una cierta lucha por el poder y el predominio. Las críticas a Rajoy, tan súbitas tras la ‘dulce derrota’ del 9 de marzo, parten de un par de medios de comunicación con interés en la batalla y se extienden luego, con sordina, a otros medios afectos a la presidenta Aguirre. Cuando ella baja el diapasón de su crítica, el ruido también desciende, si se exceptúa el que hace la emisora episcopal, que se queda crecientemente en una posición bastante solitaria. Quienes, desde el pasado, la sombra o los cenáculos, apoyaron la que fue llamada ‘conspiración’ contra Rajoy, han desaparecido. Y, de los históricos, Manuel Fraga se situó decididamente al lado de Rajoy, mientras Aznar y Rato, fuesen cuales fuesen los planteamientos que expresaban en privado, y que a más de uno le hicieron cambiar de bando (quizá demasiado apresuradamente), nunca dieron el paso de apoyar en público una alternativa.

El equipo de Rajoy tiene una composición más bien variopinta, pero características bastante comunes: González Pons es, acaso, quien presenta mayores perfiles de ‘peso pesado’, pero tanto Pío García Escudero, con una trayectoria impecable de oposición ‘centrista’ durante la pasada legislatura´, como el citado Núñez Feijoo, Ana Mato o la propia Soraya Sáenz de Santamaría, apoyada en el grupo parlamentario por un ‘novato’ y dos veteranos –Ayllón y Arias-Cañete y García Tizón, respectivamente-- , tienen muchas connotaciones similares, lo mismo que la ‘estrella ascendente’ José María Lassalle o el valenciano Gerardo Camps: harán equipo. Curiosamente, si bien se mira, comparten muchas cosas con el que fue presentado como cabeza de la disidencia y posible alternativa Juan Costa. O con algún discrepante de última hora, como el que fuera secretario de Comunicación de Rajoy, Gabriel Elorriaga. ¿Alguien es capaz de encontrar diferencias ideológicas de fondo entre los citados, más allá del tacticismo, del ansia por el cuarto de hora de protagonismo o de la ambición de poder?

¿Tiene  todos esos nombres poco peso? Suponen, en todo caso, una renovación no tanto generacional como un relevo de poder interno. Y luego están las ‘baronías’ territoriales. Menos Madrid, todas ellas, el País Vasco incluído –con excepciones muy aisladas--, apoyan ahora el ‘marianismo’. ¿Durante cuánto tiempo, albergando qué ambiciones secretas? Esa es una asignatura que queda para septiembre, como muy pronto.
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