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Calvo-Sotelo, artesano de la Transición

Calvo-Sotelo, artesano de la Transición

sábado 03 de mayo de 2008, 18:06h
Ha muerto en silencio, sin hacer ruido y sin recibir en vida el reconocimiento que se merecía. Leopoldo Calvo-Sotelo fue un artesano destacado de la Transición. Le tocó armar la UCD, haciendo mil equilibrios, organizar la primera campaña electoral y formar parte activa del primer Gobierno Suárez. Y tuvo que hacerse cargo del Gobierno tras la dimisión de éste. En la sesión de investidura sufrió el golpe del 23-F y luego gestionó con pulso firme el juicio de Campamento contra los golpistas. Este proceso encarriló definitivamente el papel de los militares al servicio de la democracia y del orden constitucional.

Entre sus aciertos trascendentales está el de la incorporación de España a la OTAN. Lo tenía claro desde el principio. Actuó contra viento y marea. La izquierda, víctima todavía de los clichés de la guerra fría, se opuso con gran alboroto. Pero no pasarían muchos años sin que el PSOE cambiara el “OTAN, de entrada no”, al “OTAN sí” y poco después veríamos a Javier Solana convertido en secretario general de la organización. Éste fue uno de los principales triunfos morales y mayores méritos de don Leopoldo, al que con evidente injusticia y frivolidad se le llegó a motejar de “Don Tancredo”. Yo creo que, dadas las circunstancias,  hizo lo que pudo.

Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo, un gallego con retranca, bien equipado intelectualmente –recuerdo más de un almuerzo delicioso en la Moncloa y algunas largas conversaciones personales- estaba por encima de la patulea y tenía un gran sentido de Estado en una coyuntura difícil. La caída de Suárez, sometido a un insostenible acoso y derribo desde dentro y desde fuera, al que admiraba políticamente y despreciaba intelectualmente, le dejó un partido destrozado. Él se hizo cargo del Gobierno y de los despojos de UCD. Y tuvo que asumir la amarga derrota cantada del 28 de octubre de 1982 con el PSOE de Felipe González arrasando en las urnas. Con la caballerosidad que siempre le ha caracterizado facilitó el relevo con elegancia y se apartó a un lado para no entorpecer la marcha de las cosas. El Rey lo hizo marqués.

Monárquico, liberal y centrista moderado, con la memoria histórica viva en su propia casa, ayudó en circunstancias difíciles al establecimiento de la Monarquía parlamentaria  y a la concordia entre los españoles. Sin perder la compostura y la ironía vivió los últimos años preocupado por la deriva de los acontecimientos políticos, que podían desvirtuar la ingente obra realizada.  Convencido europeísta, hizo todo lo que pudo  para situar a España en el lugar del mundo que le correspondía. En esta hora de su muerte y relevadas ya todas las figuras –menos acaso, aunque en un segundo plano, Fraga y Guerra- que tuvieron un papel relevante en la Transición, es la hora del reconocimiento sincero  a este hombre, al que tocó bailar con la más fea.
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