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Un país sin modelo económico

domingo 05 de octubre de 2008, 13:43h
La adolescente economía española dio un gran estirón a base de disparar el consumo interno en los primeros platos, de engordar la burbuja inmobiliaria en los segundos y de disfrutar de la riqueza del turismo como postre. Las familias españolas batieron por ello el récord histórico de endeudamiento, sin que se rompiera ninguna costura dado el corsé de unos bajos tipos de interés. Admitámoslo: creímos que éramos más ricos de lo que éramos. Tanto, que con la crisis casi todo se ha depreciado -o se depreciará- cuando menos en un 30%. Porque no sólo baja el valor de las empresas en la Bolsa, también están bajando las propiedades de la gente, como iremos constatando a medida que vayan desapareciendo todos esos carteles que hoy vemos colgados en los pisos y chalets de media España diciendo “se vende”. Nos salva en parte que tenemos euros y no pesetas.

Desde el poder se nos quiere hacer creer que el culpable de todos nuestros males es la crisis financiera de Estados Unidos, lo cual no es del todo cierto. En España no sólo hay una crisis de liquidez, en parte inducida por la crisis global de los mercados, sino que tenemos graves problemas estructurales, como demuestra la debilidad de las exportaciones, señal inequívoca de una baja productividad y competitividad. El ladrillo actuó de colchón para todas las debilidades del país, hasta que hizo crack. Por eso ahora se nos dispara el empleo en la construcción y en todos los segmentos que arrastra este sector locomotora.

Es toda una paradoja la mala prensa que tiene el ladrillo en España siendo como es el salvavidas del país. Y máxime cuando nadie se atreve a plantear una alternativa de modelo económico. Sería un grave error que la España de Zapatero asumiera que todos los males desaparecerán con la superación de la crisis financiera norteamericana, ya que este país necesita un modelo, el que sea. Y a día de hoy no lo tiene ni se está debatiendo sobre ello. Agobiado por tantas elecciones, el Gobierno de ZP se limita a echarle la culpa a Estados Unidos, a prometer subsidios y a introducir el abaratamiento del despido, pero con medidas así, España no llegará lejos. Si no regresamos al ladrillo -no vaya a ser que ahora sea intrínsecamente malo-, algo tendremos que hacer, pero no nos engañemos: los españoles no somos los que hacemos los Mercedes ni los BMW. Y tampoco somos los que fabricamos los billetes para pagar subsidios.
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