Entre las ideas surgidas del debate, los participantes destacaron la necesidad de invertir en infraestructuras de producción y distribución. Por supuesto no se olvidaron de hablar de la investigación de nuevas tecnologías y fuentes energéticas. Y es que América Latina tiene que aprovechar de forma adecuada sus recursos y evitar el cumplimiento del axioma de que “
el tiempo de la energía abundante y barata se ha acabado” instalado en el discurso de Europa, tal y como apuntó el moderador de la sesión,
José Manuel Velasco, director de comunicación de Unión FENOSA.
Otro de los participantes,
Juan Manuel Álvarez, secretario del Consejo Mundial de Energía en España, advirtió de las consecuencias negativas que supone la adopción de un “
nacionalismo energético” que utiliza los recursos del país para hacer política. Insistió en que “
por tener recursos no se tiene la riqueza” sino que éstos necesitan ser puestos en valor en el mercado.
Pero ¿cuál es la solución definitiva al agotamiento de los combustibles fósiles? Pues no parece estar al alcance de las actuales tecnologías, así que desde el Consejo Mundial de la Energía se insiste en no descartar ninguna de las posibilidades que actualmente existen, incluyendo la nuclear o los biocombustibles.
Y precisamente sobre los biocombustibles, el director de La República,
Jorge Emilio Sierra, recordó la incidencia de estos sobre la crisis alimentaria. Desde su punto de vista,
“la gran causa del alza del precio de los alimentos es el alza del petróleo”, que provocó el encarecimiento de los fertilizantes y los costes de producción. La prueba, añadió es que “
ahora que ha vuelto a caer el precios del petróleo también ha caído el de los alimentos”.
Aunque el horizonte en el que se pueda prescindir del carbón y del petróleo todavía está lejano, la apuesta por la sostenibilidad parece decidida a cambiar las bases del sistema energético mundial. Para ello,
Guillermo Ortega aludió a la importancia de modificar los patrones sociales de conducta hacia un consumo racional y solidario, pero también a potenciar el desarrollo tecnológico. Una responsabilidad que no sólo recae en los países desarrollados, que deben
“liderar y coordinar” estas acciones, sino en los medios de comunicación.
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