La palabra profeta proviene de la griega prophetes, que significa hablar a sus contemporáneos por o en nombre de alguien. Una de sus características más significativas de los profetas es que tienen clara conciencia de su misión. En este sentido Mauricio Macri y Alfredo De Angeli son profetas de lo peor de nuestro pasado.
Y el objetivo oculto de estos malos actores travestidos de “nuevos” para representar la vieja obra del saqueo de la Argentina, son dos caras de la misma moneda: la de la entrega, el fraude, y la decadencia.
Tanto Macri defendiendo las ideas privatizadoras como De Ángeli dando una lección de “destrucción cívica” en la Sociedad Rural de Paraná, cuando dijo: “Hay que juntar a los empleados en las estancias, subirlos a la camioneta y decirles a quien hay que votar”, se quitaron sus máscaras. Y profesaron las ideas de la Argentina que añoran.
Proponer reprivatizar Aerolíneas Argentinas, los aportes jubilatorios, AySA, el Correo, etc, es querer echar un manto de olvido sobre el fracaso de quienes sustentaron un modelo basado en el robo de los trabajadores y los entregaron a los especuladores de guante blanco de las AFJP.
Desde la instauración de la jubilación privada los únicos que se han gastado los fondos de sus aportantes han sido las propias administradoras, en comisiones leoninas, malas inversiones y sueldos dignos de los fondos buitres de Wall Street.
Estos mismos sectores son los que dejaron a millones de argentinos en la marginalidad del desempleo más cruel que registra nuestra memoria colectiva. Y permitieron que los genocidas de la política que implantó ese modelo económico quedaran en libertad, indultándolos y escondiéndolos de la justicia.
Ahora se les cae la careta y dicen “basta de Estado, volvamos al mercado”. Pero en esa falacia mienten, porque lo que pretenden bajo esa fabulación es arrancarles subsidios y prevendas a ese mismo Estado que hoy quieren debilitar.
Estos predicadores son parte del mismo sector privado agro-financiero-empresarial de la llamada “patria contratista” que esquilmó al Estado argentino en beneficio de sus intereses. Que por supuesto no son los de todos argentinos.
Mientras millones de compatriotas caían en la pobreza y en la indigencia mas atroz, ellos mentían con la falaz teoría del derrame, e imponían el corralito para los ahorristas provocando la transferencia más grande de riqueza, que con años de esfuerzo había sido producida por el pueblo argentino.
Hoy volver al pasado es faltarle el respeto al Congreso Nacional, que votó las leyes para que esas empresas, que fracasaron en su gestión privada, puedan al fin cumplir con su finalidad de servicio público.
Las declaraciones de estos predicadores de lo viejo demuestran que no podemos pensar que ese pasado ya es pasado, porque de esa manera estaríamos poniendo en riesgo nuestro futuro.
Los que nos despojaron de los trenes, y nos cortaron las alas con Aerolíneas, quieren volver a robarles a nuestros jubilados y con otra añorada oleada privatista provocar un nuevo genocidio social.
Lo único que lograron con ese modelo de concentración de riqueza fue el empobrecimiento general del conjunto de la población, más desocupación, más inseguridad y mayor incertidumbre para nuestro futuro.
Por eso, es que debemos comprender que no estamos frente a un acto eleccionario más. Hoy el pueblo argentino, como en los 90, debe optar nuevamente entre dos modelos absolutamente diferentes.
Se trata de profundizar el proceso de desarrollo, mejorar la distribución del ingreso y crear fuentes de trabajo para disminuir la desocupación, la pobreza y la indigencia, en el marco de la integración latinoamericana como vehículo del desarrollo agro-industrial. O de volver a la economía que impusieron las dictaduras y se profundizó en los 90, alejándonos del nivel de desarrollo de los países centrales y derramando miseria al conjunto de la sociedad Argentina.
Hoy nuestro futuro depende de que entendamos ese nefasto pasado.
Y superarlo, es construir día a día una vida digna para todos los argentinos.
Silvia Vázquez
Diputada Nacional FPV- Partido de la Concertación
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