El primer ministro holandés, el liberal Mark Rutte, ha despertado elogios y aplausos por su actitud totalmente inesperada al reaccionar de inmediato cuando se le cayó su café mientras entraba en el parlamento nacional.
Rutte estaba charlando con un colega, café en mano, cuando al entrar por los tornos de acceso, donde deben identificarse todos los parlamentarios, se le escurrió el vaso y derramó la totalidad del líquido en el suelo. En lugar de disculparse y, como mucho, buscar asistencia para avisar del problema, él mismo se puso manos a la obra para limpiar el desaguisado que provocó.
En lugar de dejar que se encargaran los servicios de limpieza, en cuanto una trabajadora se acercó para atender el incidente, él mismo le pidió su mopa para retirar la mancha y recoger el líquido. Lo más gracioso fue que, al saberse que el mismísimo primer ministro se estaba encargando de esa tarea, llamó la atención del personal de limpieza y varias operarias acudieron para presenciar la escena y dar su 'apoyo' a Rutte mientras, sonrojado, recibía su cariño pero también algunas risas por las circunstancias y por lo poco ortodoxo en su forma de proceder. Eso sí, le aplaudieron y quedaron encantadas con su gesto.
¿Habrá arrancado más votos con esta acción tan popular? Y es que su gesto tuvo dos reacciones positivas: la generada por ser un hombre que no entiende de sexismo en las labores de limpieza y la otra, por ser un alto cargo gubernamental que no duda en arremangarse para limpiar lo que él mismo había ensuciado si querer. Otros, sin embargo, creen que todo se debió a la presencia de las cámaras y dudan de que hubiera hecho lo mismo si no hubiera habido tantos testigos.
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