Aún estamos en el primer mes del semestre en le que
Zapatero confiaba aprovechar el pedestal de una Presidencia Europea compartida y devaluada y ya es mala suerte que haya llegado tras la aprobación del Tratado de Lisboa y la ascensión del modesto señor
Van Rampoy a la Presidencia permanente, agigantado por contraste por la nimiedad de Zapatero. La tragedia de Haití ha evidenciado la incapacidad de Zapatero para coger el teléfono en nombre de una Europa que no da otras señas de identidad que las pataletas chauvinistas de
Sarkozy y el antimilitarismo antiyankee de la señora
Ashton.
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Era pues de suponer que con credenciales de mal gestor económico no se pudiese ejercer prestigiosamente de presidente de turno de una Unión Europea en crisis. Con un record de paro y una recesión no resuelta en su propia casa, el escaparate europeo no es una posición deseable para Zapatero ni para nadie. Pero no solo es economía, tampoco los problemas institucionales que afectan al propio concepto de nación española son una buena carta de presentación para quien debiera aspirar a unir y coordinar en vez de a dividir y desintegrar. Quizá estos problemas no destacarían tanto sin la ampliación de imagen que supone la Presidencia Europea que agranda nuestros defectos más que nuestras virtudes. Por ello las propuestas correctoras y sancionadoras de Zapatero no resaltan sino el hecho de que tendría lo primero que corregirse a sí mismo. Su diplomacia unilateral pone de relieve su discordancia con las ideas predominantes en el mundo democrático sobre
Castro o
Chavez y sus errores protocolarios ofenden a las cancillerías y al menospreciado Parlamento Europeo.
Con solo unas semanas iniciáticas del esperado semestre triunfal, al Presidente Zapatero le ha salido, como castizamente se dice, el tiro por la culata, lamentablemente para España que también sufre las consecuencias. Pero peor sería no reconocerlo, como hizo Zapatero con la crisis. Hay que hacerse “patrióticamente” a la idea de que será preciso trabajar para superar los estragos de un mal semestre europeo como habrá que trabajar, internamente, para corregir las consecuencias de una mala legislatura española.