Banderillas, bufandas, castañuelas, el cartel de una tarde de toros con un nombre conocido... son algunos de los recuerdos que se pueden comprar en las decenas de puestos que llevan abriendo en mitad del Paseo del Prado toda la vida. Sus princiapales clientes son los turistas que acuden a este punto de la ciudad atraídos por los museoas de la zona y, de paso, acaban llevándose a casa una gitanilla o un vaso con la cibeles tatuada.
Pero estos negocios no encajan dentro de los planos del nuevo eje Prado-Recoletos que prepara el Gobierno municipal como uno de sus principales proyectos de esta legislatura. Los volantes y los carteles taurinos chocan tanto por el lugar que ocupan, en mitad de uno de los paseos más importantes de Madrid, como en el diseño que lucen, ningún tipo de estética, según los responsables municipales.
Para resolver este problema, el Gobierno municipal ya ha dado la orden de no renovar las concesiones a aquéllos concesionarios que tengan que enfrentarse, en los próximos meses, con este papeleo. De esta forma el Ayuntamiento podrá ir recuperando, poco a poco el contro sobre el Prado, sin necesidad de enfrentarse a un conflicto administrativo.