Estas han sido las elecciones más aburridas de la historia democrática
del País Vasco. No había tensión dramática, ni terrorismo, ni dudas sobre los
resultados. Esa es la buena noticia. El previsible pacto entre el PNV y el PSE
tampoco será una sorpresa. Pero el ascenso del PP en Galicia sí es una
sorpresa; descarta el desgaste de
Núñez Feijóo y que las políticas económicas
de
Rajoy le están costando tantos votos como se había pensado. Es cierto que
Rajoy es gallego, pero mucho más importante es, probablemente, como se han
extendido entre la ciudadanía, tal vez a base de repetirlas, tres ideas. La
primera es absolver a Rajoy de la responsabilidad de la crisis. La herencia
recibida aún pasa la factura a los socialistas. La segunda es cargar la culpa
también a los pérfidos mercados extranjeros. La tercera idea es hacer de los
recortes de Rajoy la única política posible. Es una idea fácil de implantar
cuando son muchos los países sufriendo penurias aún mayores. Los alemanes,
después de tres generaciones siguen con el pánico a la inflación arraigado en
el inconsciente colectivo. Los españoles no hemos llegado a vivir ni siquiera
una sola generación como nuevos ricos. En el fondo entendemos bien lo de
apretarnos el cinturón, porque no hemos hecho otra cosa en la vida. Seguimos
teniendo mentalidad de pobres.
"El que más se juega en este envite es el PNV. En la batalla interna
entre el sector más autonomista de
Urkullu y el soberanista de Egibar tiene un
papel muy importante Bildu. Ser o no ser, se preguntan a diario los jeltzales
en
Sabin Etxea. Allí preferirían, si pudieran elegir, seguir dentro del
armario. Como ya escribimos en estas páginas semanas antes de las elecciones
Aralar, EB, EA, Alternativa o Hamaikabat han sido fagocitados o están en proceso
de serlo por el fenómeno Bildu, y en el campo nacionalista se está
reproduciendo el bipartidismo existente en otras partes de España. La presión
aumenta para el PNV; ahora ya sabe que su principal enemigo no es el PP ni el
PSE".
Este último párrafo fue escrito hace ya más de un año, y no ha perdido
su vigencia. Si el PNV quiere competir con Bildu en su terreno lo lleva crudo,
pero cuando Urkullu sufra el desgaste de gobernar con la crisis, como le ha
pasado a Mas, puede verse tentado de volver al "raca, raca" del independentismo
para culpar a Madrid de lo malo y prometer el paraíso soñado por Sabino. Pero
si el PNV deja esa matraca a los de Bildu, y prefiere captar votos y apoyos del
sector constitucionalista de la política vasca deberá abandonar, claramente,
sus aspiraciones independentistas, arriesgándose a una escisión como la sufrida
cuando Garaicoetxea dio el portazo y a engordar a Bildu con votos radicales.
¿Qué pasará si además
Otegi se presenta, en plan
Mandela, a
lehendakari? Por cierto, el ex lehendakari Garaicoetxea ha pedido el voto para
Bildu en estas elecciones.
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