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Discurso de Alberto Acosta en la inauguración de la Asamblea

Discurso de Alberto Acosta en la inauguración de la Asamblea

domingo 02 de diciembre de 2007, 02:59h

Han pasado casi 100 años desde su muerte, y aún retumba en todo el país el grito de “¡Viva Alfaro, carajo!. La inmortalidad, no hay duda, es privilegio de pocos...

Sobre esta misma tierra, Alfaro creció enriqueciendo su espíritu con las anécdotas de juventud rebelde y antimonárquica de su padre y las historias épicas sobre la vida de Simón Bolívar, que le contaba su madre. Sin saberlo, Montecrisiti albergaba al niño que llegaría luego a ser el hombre que entregaría su vida por la transformación de la República en nombre de la Revolución Liberal.

Y es nuevamente por la transformación de la República que nuevamente estamos hoy en Montecristi, pero esta vez en nombre de una nueva Revolución, alineada – como no podía ser de otra forma- con los principios defendidos por Eloy Alfaro, pero adecuada a las necesidades y retos que impone este nuevo momento histórico.

  Grandes fueron los desafíos que enfrentó y superó el Viejo Luchador en su revolución, como grandes son los desafíos que hoy enfrenta el Ecuador.

  Quizá el cambio más trascendental y significativo que logró el General Alfaro fue separar al Estado del poder de la Iglesia, ese Estado laico resultante permitió recuperar la soberanía. Hoy, el Ecuador enfrenta un reto de similar envergadura: recuperar su soberanía, lo que significa independizar al Estado del poder económico y de los mandatos del capital transnacional.

Recuérdese cuantas veces se puso a banqueros como ministros de Economía y directores del Banco Central; cuántos poderosos industriales e importadores en puestos clave en cada gobierno, dando pie a un irremediable conflicto de intereses por demás antiético, antitécnico y antidemocrático.

Los denodados esfuerzos del General Alfaro permitieron, además, el establecimiento de bases democráticas en un país continuamente golpeado por gobiermos excluyentes, dictatoriales y represivos. De modo similar el desafío para el Ecuador es ahora la profundización democrática: desterrar de una vez por todas las nuevas formas antidemocráticas que han surgido de gobiernos caudillistas y corruptos.

 Gobiernos cuyo compromiso nunca fue con la Patria, sino con las demanda oligárquicas y transnacionales, utilizando para ello a aquellos grupúsculos feudales llamados partidos políticos: esa partidocracia que prostituyó la democracia desde las diferentes instancias gubernamentales, en particular, el Congreso Nacional las cortes de justicia y los organismos de control. Sobran ejemplos.

 Por medio de la Revolución Liberal, Alfaro enfrentó la discriminación imperante en la época, gobernando en pro de la ampliación de los derechos de los indígenas y montubios, así como del reconocimiento de los derechos laborales de las mujeres.

Hoy nuestro objetivo debe ser reafirmar y ampliar tales conquistas, y sobre todo, llevarlas a la práctica, pues desgraciadamente muchos de los derechos que constan en nuestra legislación, se quedan tan solo en el papel, frente a una realidad que se muestra cada vez más injusta, inequitativa e indolente.

Hoy tenemos mucho que hacer para superar los nievos tiempos de discriminación que enfrentan las minorías sea por diferencias de nacionalidad, sea por diferencias de orientación sexual, o diferencias de otra índole. Entendámoslo de una vez por todas, se debe hacer realidad la vigencia de los derechos para todas las personas que habitan en Ecuador, vengan de donde vengan.

  El presidente Alfaro fue también el artífice del desarrollo de los mercados internos, a los que trató de dar forma mediante la construcción de grandes obras de infraestructura y comunicación y por su puesto el impulso del comercio interegional. Incluso recordamos como se preocupó de proteger a la naciente industria del azúcar y a los consumidores.

En la primera década del siglo XX, Alfaro rompíó lanzas a favor de la protección de la industria del azúcar, cuando observó que la ley de víveres, expedida en 1906 por la legislatura, no cumplía con los fines propuestos para abaratar los costos de los bienes de primera necesidad, a través de permitir las importaciones de este producto vital.

 Entonces, el mandatario dirigiéndose a los parlamentarios, manifestó que “el azúcar es uno de los artículos que, siendo de primera necesidad deben ocupar vuestra atención, para procurárselo al pueblo en condiciones equitativas; pero, como también es artículo de producción nacional en la que se emplea considerable cantidad de brazos cuya vida depende de la subsistencia de esa producción, forzar la baja del precio de aquel producto, por medio de una competencia que sería imposible sostener, equivale a destruir por completo la industria mencionada en el Ecuador. Y la pérdida de trabajo de todos esos brazos, tendría que afectar gravemente al precio general de los jornales; puesto que esos cinco mil trabajadores habrían de ofrecer sus servicios por menor salario, lo que haría perder a toda la clase trabajadora veinte o treinta centavos diarios, en cambio de la economía que quiere establecerse, de dos o tres centavos en cada libra de azúcar. Si se teme el abuso de los productores nacionales, en perjuicio del pueblo, nada más fácil que dictar una disposición que haga imposible dicho abuso y garantice la economia del consumidor”, concluía el “Viejo Luchador”).

 Sorprende la lucidez de Alfaro que ya anticipaba la necesidad de defender al consumidor.

 Desafortunadamente, los gobiernos posteriores no tuvieron la misma claridad de visión que Alfaro y las metas de integración nacional y de inserción inteligente en el mercado mundial del general se vieron truncadas. Hoy es nuestro deber retomar esas metas.

 Alfaro con su obra magna, el ferrocarril, logró vincular a grandes zonas de la sierra y de la costa. Pero, al carecer de continuidad su propuesta integracionista, el Ecuador sufre aún lo efectos perniciosos del centralismo de los recursos fiscales y de la administración misma, así como de la concentración del ahorro privado en muy pocas ciudades, proveniente en gran medida de las zonas depauperadas del país. Romper con el bicentralismo que ha hecho del Ecuador un país con dos grandes polos de acumulación (Quito y Guayaquil), en detrimento de resto de las ciudades del Ecuador, es otra de nuestras tareas. Para ello, es necesario impulsar el desarrollo desde cada rincón de la patria.

  Pero la integración nacional debe ir más allá. Es necesario romper con viejas prácticas y deformaciones idológicas que han impedido la construcción de una identidad nacional cohesionada: me refiero, por supuesto al regionalismo. Eso debe terminar.

 Por supuesto, el sueño integrador de Alfaro fue mucho más allá de lo nacional: el general basó su visión en el sueño de Simón Bolívar y dedicó grandes esfuerzos para lograr que renazca el objetivo de unidad sudamericana por el que entregara su vida el Libertador. Infortunadamente, el Viejo Luchador, estaba demasiado adelantado para su época, y tuvieron que pasar 100 años para que su voz sea escuchada, y una nueva generación de líderes regionales con proyección planetaria plantee la necesidad de una unidad latinoamericana como única alternativa para salir adelante. Sin embargo, a pesar de los indudables avances, por ejemplo en el ámbito energético, todavía nos falta mucho por caminar, todavía hay muchas diferencias por superar...

  Todos estos logros, todos estos sueños, los conquistados y aún los que no se lograron, fueron el resultado de una vida de sacrificio y entrega por parte de Eloy Alfaro y sus montoneros.

  Recuérdese también que Alfaro salió adelante enfrentando en repetidas ocasiones la dura realidad de un exilio – como lo hacen hoy nuestros emigrantes- Desde el destierro, tuvo el general que sosportar grandes suplicios, como el alejamiento de su Patria y su familia, pero también suplicios menores (aunque no por ello menos tormentosos) como aquel narrado por el gran escritor y amigo Alfredo Pareja Diezcanseco, quien recuerda que “si alguna diminuta cebolla llegaba a sus labios, (Alfaro) se estremecía, rechinaba los dientes, no probaba un plato más y se le malograba el día.

 Y al igual que la Revolución Liberal se consolidó mediante una Asamblea Constituyente y el establecimiento de una constitución liberal, nuestra Revolución Ciudadana se consolida a partir de hoy con la inauguración de nuestra bien ganada Asamblea Constituyente y con miras hacia la pronta definición de una Nueva Constitución que siente las bases de un adecuado desarrollo, más justo y equitativo para todos y todas los ciudadanos y ciudadanas del campo y de la urbe.

 El Ecuador de la larga y triste noche neoliberal

  Fueron más de dos décadas de sometimiento ante la burocracia financiera internacional, de burlas intentonas liberalizadoras y proyectos de desmantelamiento del Estado, llevados a cabo con un elegante derroche de autismo tecnocrático, tan irreflexivo que más de una ve sobrepasó las fronteras de la imbecilidad.

Resulta casi cómico que, ahora que finalmente América Latina logra dar vuelta a tan nefasta página de su historia, surjan voces que afirmen que nunca existió tal noche neoliberal. Por su puesto que muchos de los objetivos neoliberales no se cumplieron a cabalidad, pero no debido a la inexistencia del neoliberalismo, sino por el contrario, debido a la presencia de un pueblo sabio, vigilante, valeroso, que pese a las argucias de gobiernos neoliberales, supo conservar muchas de sus conquistas sociales.

  No. El neoliberalismo no sólo fue un mal sueño... fue real el total desmantelamiento de la planificación nacional de desarrollo, que pasó de ser una de las carteras de Estado más importantes durante los 70, a una ridícula oficina adscrita a la Presidencia de la República durante los 90, con paupérrimas capacidades de gestión. Fue real la desaparición de empresas estatales tan fundamentales como el INECEL, que en buena parte explican hoy la crisis que enfrenta el sector eléctrico.

 ¿A caso no fueron reales las numerosas cartas de intensión firmadas con el Fondo Monetario, que tan lesivas resultaban a los intereses nacionales?

  Así también fueron los intentos crónicos por quebrar a Petroecuador, reduciendo su presupuesto para inversiones y recargando sus costos para revelar la supuesta “ineficiencia de las empresas del Estado”, todo para forzar su privatización.

  Fueron así mismo reales los procesos de fexibilización laboral que redujeron muchos de los derechos de los trabajadores, y cuya máxima expresión se encuentra hoy en perversas formas de precarización laboral.

  Fueron reales las políticas orientadas hacia una extrema y malsana “liberalización” comercial (entre el bobo aperturismo); malsana no porque el comercio internacional sea una mala idea; de hecho, como diría Gandhi refiriéndose a la civilización europea, el comercio internacional libre podría ser visto hasta como una buena idea... si fuese real. Pero simplemente, no lo es.

  El más claro ejemplo de la amenaza neoliberal se reflejó en las jornadas de lucha que repetidamente vivió el pueblo ecuatoriano para evitar aberraciones como el ALCA y el TLC. Y esta amenaza neoliberal también se reflejó en otras varias luchas que se dieron en las calles, e incluso en las urnas, para evitar la privatización de la seguridad social; luchas en las que el Ecuador demostró por sobre todas las cosas, su vocación solidaria y democrática, pero sobre todo su condición de pueblo digno, dispuesto a defender sus derechos a toda costa.

  Afortunadamente, el neoliberalismo empieza a ser parte del pasado. Para satisfacción de muchos, de las mayorías, e intranquilidad de unos pocos, la minorías dominantes de siempre, las preocupaciones del sector público a la hora de hacer política económica comienzan a revelar hoy un cambio de 180 grados. Atrás ha quedado el discurso que giraba en torno al superávit primario, el riesgo-país, la disciplina, el servicio de la deuda, las cartas de intensión, la austeridad en el gasto, etc.

  Hoy el eje de las discusiones de política económica es el ser humano y toda la terminología neoliberal ha sido reemplazada por conceptos como redistribución, equidad, planificación, inversión social, empleo abundante y de calidad, desarrollo empresarial, producción y sobre todo democracia.

  El Ecuador que queremos construir

Nuestra propuesta fue clara desde un inicio:

  En lo social queremos que se priorice los gastos en educación y salud, en tanto derechos humanos, buscando maximizar su accesibilidad y calidad. Planteamos la universalidad de la seguridad social, que no podrá ser privatizada, en atención a principios básicos de solidaridad, justicia y eficacia.

  En los económico buscamos una economía solidaria. Queremos superar ese estéril enfrentamiento entre Estado y mercado, delimitando claramente el papel de los mercados en función de los intereses de la sociedad, evitando el canibalismo económico entre seres humanos. Apuntamos a una economía de productores y propietarios, no de especuladores, ni mucho menos de monopolistas.

  El ser humano será el centro del desarrollo: por eso la política económica, los proyectos de inversión, la gestión empresarial o cualquier otra forma de organización de la economía estarán supeditadas a las necesidades del ser humano. Se buscará equilibrar paralelamente la convivencia entre el ser humano y la naturaleza, evitando la explotación indiscriminada de recursos, tarea para la cual los mercados se han mostrado repetidamente inoperantes.

  Desde lo político el gran reto que nos hemos planteado es construir democráticamente una sociedad democrática. Para muestra, rechazamos la reelección indefinida para todo cargo de elección popular y/o de entidades financiadas por el Estado.

Para nostros es indispensable consagrar la alternancia en el poder como característica básica de la democracia. Queremos, por igual, garantizar la independencia partidista de los tribunales de la República, así como de los organismos de control. Nuestro proyecto busca que sean los ciudadanos y las ciudadanas y no los pseudo-partidos -ni sus respectivos señores feudales- quienes controlen las diferentes instancias del Estado: gobierno central, gobiernos seccionales, así como los tribunales de la República.

 Alentamos además un reordenamiento territorial y administrativo solidario y eficiente, sustentado en regiones autonómicas construidas democráticamente que consoliden de manera efectiva la unidad de nuestro Ecuador.

  Queremos un Ecuador orientado por la dignidad, la soberanía y la integración latinoamericana. Para ello requerimos tener una posición clara, digna y soberana frente a los principales problema del país en sus relaciones internacionales y frente a los organismos multilaterales. Conscientes de que vivimos en un mundo interconectado interdependiente, queremos insertarnos en él con voluntad e integración regional.

 Apoyemos todos los esfuerzos para globalizar la paz.

Las primeras organizaciones políticas aseguraban derechos para sus ciudadanos, los nacidos en su territorio; hoy nuestro desafío es luchar por el respeto de los derechos humanos a todos los hombres y mujeres del mundo, sin importar en donde estén o de donde vengan.

  Esta concepción estratégica de nuestras relaciones internacionales es también uno de los ejes de la revolución ciudadana con la que queremos avanzar hacia una verdadera integración latinoamericana en lo económico, político y social, para así revivir el que fue el sueño del Libertador Simón Bolívar así como del General Eloy Alfaro.

  Por su puesto, también es necesario preservar la soberanía en el manejo de nuestra política interna. El destino del Ecuador lo decidiremos los ecuatorianos y ecuatorianas. La Constitución del Ecuador será elaborada por los ecuatorianos y ecuatorianas, para plantear propuestas a la ecuatoriana.

  En lo ambiental, nuestra ambición es grande. Queremos hacer del Ecuador un país -por qué no un líder mundial- con mucho que decir por la defensa propositiva y creativa del medio ambiente. Ya basta de observar pasivamente cómo el capitalismo acaba con el planeta. En este sentido, ya hemos dado pasos importantes. Nuestro presidente entregó al mundo la propuesta pionera de conservar el crudo del ITT en tierra para proteger la riqueza amazónica; y ahora, nuestro presidente propone convertir a la OPEP en gestor planetario de políticas ambientales. Debemos comprender que la tarea de revertir el deterioro ambiental y el calentamiento global, no hay países pequeños, sino únicamente esfuerzos insuficientes.

Y para construir ese país, nuestra apuesta es la Revolución Ciudadana.

  Un punto a parte de nuestra propuesta merece la revolución ética. Buscamos derrotar a la corrupción e instituir los principios de transparencia y rendición de cuentas, como pilares para la construcción de relaciones sociales que posibiliten el mutuo reconocimiento entre personas y el aumento de la confianza colectiva del país, elementos imprescindibles para impulsar procesos sostenidos de desarrollo humano.

Pero en definitiva, el proyecto de la Revolución ciudadana es el eje de nuestra propuesta para la Asamblea Constituyente; en él se plantea una hoja de ruta de una transformación que ya está en marcha.

  El papel de la Asamblea Constituyente dentro de la Revolución Ciudadana

  La Asamblea Constituyente es quizá el punto más importante de la Revolución Ciudadana. En primer lugar, el proceso Constituyente (que comprende todo el camino andado desde el lanzamiento, durante la campaña presidencial de la propuesta de la Asamblea como bandera de lucha, el referendum para la convocatoria, la elección de los y las asambleístas, hasta la instalación de la Asamblea, así como el incio de su funcionamiento) ha cumplido un objetivo fundamental: re-politzar a la sociedad ecuatoriana.

Esta re-politicación se ha visto reflejada en la toma de conciencia por parte de las mayorías respecto a la necesidad y sobre todo a la posibilidad de un cambio; respecto a que sí existen alternativas y a que es fundamental el aporte de todos y cada una. Tal re-politización ha ido de la mano con un apoyo creciente a la propuesta de la Revolución Ciudadana.

  Otro impacto irrebatible que ha producido la Asamblea es el cambio en el equilibrio de poder político dentro del Estado. Este cambio permitirá romper con la inestabilidad política de la última década.

Pero tengamos presente que con constituciones y leyes no se resuelven los problemas.

 

La Constitución es una oportunidad histórica para transformar las estructuras del Ecuador. Y eso será posible sólo con el concurso de amplios sectores de la población. Tenemos que diseñar y redactar nuestra Constitución entendida ésta como un proyecto de vida en común. Un proyecto escrito ahora pensando en el mañana. Un proyecto liberador y tolerante, sin prejuicios ni dogmas. Un proyecto que nos permita tener una vida equilibrada entre todos los individuos y de la colectividad con la naturaleza. Nunca nos olvidemos que lo humano se realiza en comunidad, con y en función de otros seres humanos sin pretender dominar la Naturaleza.Y ese proyecto es el que tiene que trazar el camino a seguir por la sociedad, tiene que definir las reglas de la convivencia y tiene que establecer los principios de equidad, justicia y libertad. Para eso sirve una Constitución.

  Para ello, la gran tarea es transformar a la ciudadanía en el principal asambleísta. Pongamos atención para que nuestra Constitución no sea un nuevo membrete del iluminismo intelectual. Tampoco el resultado de simples voluntarismos. Su construcción sólo será posible teniendo presente las necesidades y angustias del momento, así como las enormes potencialidades existentes. Y, en particular, reconociendo en la ciudadanía -todos los habitantes del campo y de las urbes- al verdadero actor del cambio. Nosotros nos comprometemos a ser los intérpretes e intermediarios de la ciudadanía, en lo que esté a nuestro alcance y capacidades.

  La democratización del país es la gran tarea, no sólo como fin, sino como proceso para afrontar concertadamente los complejos y profundos problemas nacionales. Ese desafío, como lo dijimos, pasa por ofrecer propuestas concretas de transformación institucional, política, territorial, económica y social.

Hemos llegado hasta aquí con democracia, y con más democracia seguiremos adelante.

VIVA LA REVOLUCIÓN CIUDADANA, VIVA ALFARO, VIVA EL ECUADOR

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