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Burocracia y anarquismo

Burocracia y anarquismo

viernes 14 de diciembre de 2007, 09:01h
¿Qué es la tragedia? Un razonamiento equivocado, un error de elección. El movimiento terrible en el que nos vemos obligados a elegir ente lo “detestable inevitable” y lo “deseable peligroso”.
Ariane Mnouchkine

Marxistas ortodoxos y de los otros – la derecha sabemos qué es, qué piensa, cómo actúa – pretenden reducir al anarquismo a un mero fermento revolucionario o a una mera conciencia crítica de la izquierda. Con esto se minimiza su significado, su representación, el trasfondo de su ideal. En el mundo actual no tiene sentido, según esta visión. Cualquier pensador anarquista sostiene e insiste en la liquidación del Estado junto con y no después de la demolición de la estructura clasista de la sociedad.
Existen variantes del pensamiento libertario. Y una bibliografía inmensa. No se la lee, no se la conoce, no se la estudia. Podemos intuir, al menos, desde el anarco-comunismo hasta los anarquistas individualistas, desde el anarco-sindicalista hasta el anarquismo místico, diferentes tendencias. La revolución es entendida por cualquier socialista libertario no como conquista del Estado sino como supresión del mismo.
El anarquismo defiende la libertad individual por encima de todo. Esta en contra del autoritarismo (no de la autoridad), de lo dogmático, de los sistemas populistas, de las monarquías, del Estado. También entiende que el ser humano tiene libertad pero el abuso de esa libertad lleva a situaciones impensables. Es entonces cuando nos preguntamos qué significa ser de izquierda, qué significado tiene ciertas fidelidades, ciertos símbolos. O levantar banderas que se encuentran en territorios imaginarios, entre estructuras derrumbadas.

El anarquismo está alejado del fascismo de izquierda como del fascismo de derecha. Y de las posiciones burguesas tercermundistas. Contra las concepciones religiosas – terrenales o celestiales – contra el colonialismo, el imperialismo y todos los ismos. Incluido el ácrata. Luego vienen las versiones clásicas de la izquierda en la tentación totalitaria. ¿Distinguen el poder circunstancial del vitalicio, la revolución cesárea de la libertad, el cuerpo profano del cuerpo sagrado del líder, la virtud y la búsqueda interior de la intolerancia, la moral de lo ideológico?

Para quien parte del principio de que el verdadero sujeto de la historia y de la ética es el ser humano y la sociedad libremente constituida nada más inmoral que la privación de la libertad. Ni nada más criminal que su subordinación a las instituciones artificiales, esencialmente enemigas de la libertad y de la igualdad. Eso son los gobiernos, las dinastías, el Estado. En ellos la burocracia, la aberración, el hambre, la corrupción, la hipocresía, la violencia, la injusticia social. Allí se denigra la dignidad humana, como en el pecado original la conducta delictiva es una elección y un destino. El niño, como afirma Bakunin, no es propiedad de nadie. Ni de sus padres, ni del Estado, ni de la Iglesia.

¿Cómo salirse del ayer verbal, de las frases viejas, de la retórica vacía? Millones de niños nacen sin el pan bajo el brazo. Muchos vienen con un software bajo el brazo. En la cultura dominante se desemboca en la sumisión del sujeto al objeto. A sacarse pues los tapones de los oídos: el gulag, los campos de reeducación en China, las prisiones cubanas… Un viejo ejemplo del horror: Victor Krautchenko. Después de escribir Elegí la libertad y fugarse de la Unión Soviética logra llegar a los Estados Unidos, el país de la esperanza. Es allí donde se suicida. Recordemos la Revolución Cultural en China donde eliminaron entre quince y treinta millones de personas. Y analicemos qué significa ese imperio. Y comparemos los crímenes del estalinismo, sus vejaciones en Hungría, en Polonia o durante la Guerra Civil Española. Las purgas, comparables a las del nazismo. Como sus campos de concentración. Simbología y mensaje. ¿Y los intelectuales, dónde miran?

Es frecuente, dijimos, que entre los historiadores y sociólogos contemporáneos que se ocupan del anarquismo lo vean como una ideología o una representación del pasado. Esa idea implica que el anarquismo es algo muerto, algo inadecuado para un mundo actual donde hay ciento trece millones de blogueros y una página planetaria como Wikipedia. Donde además hay líderes carismáticos que hablan de socialismo, de revolución, y además, de libertad. De pan y de trabajo, de mil años de felicidad. Decimos que frente a la crisis, teórica y práctica, del socialismo autoritario que sigue debatiéndose en opiniones vergonzantes y una socialdemocracia cada vez más pobre, el anarquismo muestra nuevos rostros entre las voces ecologistas, entre jóvenes antiburócratas, entre corrientes feministas y pacifistas, entre movimientos autogestionarios. Caro leedor, la sociedad está dividida esencialmente por obra del Estado.

Carlos Penelas
Buenos Aires, diciembre de 2007
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