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Los debates de Cabiria

miércoles 22 de junio de 2022, 13:49h

Giulietta MasinaEl 20 de octubre de 2021, este diario publicaba un artículo que bajo el título Calles y burdeles de ida y vuelta, donde se hacía eco de la decisión tomada en el 40º Congreso del PSOE fijando como una de sus prioridades legislativas abolir la prostitución. Ahora, cumpliendo con el compromiso, el partido en el gobierno compartido ha planteado a trámite una propuesta de ley con tal objetivo, y mi mente vuela hacía esa lágrima oscura de Giulietta Masina y en las tantas similares que imagino saliendo de los ojos de las ciento y pico mil mujeres que se calcula sobreviven en España dedicadas al oficio de Cabiria Ceccarelli.

Como Fray Luis de León, decíamos ayer que la iniciativa nos parece muy loable: “Abolir la prostitución, como despreciable forma de esclavitud humana y de repugnante cosificación del cuerpo femenino, es y ha sido una de las metas importantes y sustanciales del “mundo civilizado” desde que el 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de Naciones Unidas pusiera en vigencia la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero la experiencia ha demostrado que una cosa es predicar y otra dar trigo”.

Sobre el sermón y el cereal nos remitíamos entonces a dos intentos paradigmáticos, llevados a cabo en Francia en distintos momentos de su historia. El primero, aprobado en 1946 por la Cámara de Diputados, se resumía en la orden de clausura de todos los burdeles de Francia. Se trataba de la llamada Ley Marte Richard, nombre de la extraordinaria mujer que fue prostituta a los catorce años, aunque, posteriormente y por vía matrimonial, logró situarse en altos peldaños de la escala social, fue aviadora pionera y espía en Madrid para proporcionar información a la causa aliada durante la Primera Guerra Mundial.

Tras el éxito de la iniciativa legislativa, empezaron a vislumbrarse luces y sombras. Con las casas de lenocinio cerradas a cal y canto, más del ochenta por ciento de las meretrices se lanzaron a las calles de las principales ciudades francesas, generando un espectáculo público de repulsiva degradación, infecta miseria humana e ingente peligrosidad ciudadana.

Ante el fracaso evidente de la medida, muchos años después, en 2003, el entonces Ministro del Interior Nicolas Sarkozy promueve y consigue sacar adelante una ley que lleva su nombre y que penaliza las practicas sexuales a cambio de remuneración, castigando al cliente (putero que diría Manuela Carmena) con multas y cárcel. En aplicación de la ley, las prostitutas desaparecen de las calles y vuelven a los burdeles o meublés nominalmente reconvertidos en Love Hotels u hoteles para parejas.

Desde entonces y hasta hoy, el Sindicato francés de Trabajadoras del Sexo sigue clamando contra la norma legal porque considera que carece de efectos prácticos a la hora de reducir la prostitución; porque deteriora las relaciones laborales; porque obliga a las mujeres que viven de esa práctica a ejercer en lugares escondidos e inseguros; porque contraviene gravemente la libertad individual; porque recorta la demanda y obliga a aceptar condiciones inaceptables de los clientes (como la negativa a usar preservativo, que se traduce en un incremento de las enfermedades de transmisión sexual); y porque, en definitiva, “hace perdurar la idea de una desigualdad fundamental entre mujeres y hombres”.

Y en esto estábamos cuando en España se decide iniciar otra aventura con el mismo propósito. Para iniciar el trámite legislativo planteado por el PSOE, su grupo parlamentario cuenta con el sufragio añadido favorable del PP y de Podemos, del que se desmarca En Comú Podem, votando en contra. Hacen lo propio ERC y la CUP, mientras que PNV, Bildu y Vox, se abstienen, de manera que la proposición termina contando con 232 votos a favor, 38 noes y 69 abstenciones.

Antes, en la tribuna de oradores, se han oído mensajes reseñables. Adriana Lastra, vicepresidenta general del PSOE, llama al consenso para acabar con la impunidad del proxenetismo y dice: “En una democracia las mujeres ni se compran ni se venden”. Sentencia ajamonada y cañí, a la par que vacua y fútil, muy en la línea de lo que en los últimos años se ha convertido el debate parlamentario, pero que precisamente por eso y a nuestro entender queda corta y como tullida sin el añadido de: “No hay en el mundo dinero/ para comprar los quereres./ El cariño verdadero,/el cariño verdadero,/ni se compra ni se vende”, que, además de respetar el espíritu de la ley, hubiera supuesto un merecido homenaje al mundialmente afamado compositor Genaro Monreal y al gran cantante Manolo Escobar.

Luego interviene Marta González, diputada compostelana del PP, subrayando la voluntad de su partido de colaborar en una transformación social que compara con el final de la esclavitud o de la pena de muerte, y concluye: “Ninguna mujer ejerce la prostitución de forma libre”. De tal afirmación podría deducirse que las riders que reparten fruslerías en bici bajo fuertes aguaceros, brutales calorinas o devastadores pedriscos, a cambio de unas pocas decenas de euritos, lo hacen en el ejercicio pleno de su libertad; que las empleadas de hogar a tiempo completo que a diario tienen que limpiar las deyecciones de los ancianos a su cargo (mayoritariamente extranjeras sin papeles), para recibir salarios muy por debajo del mínimo legal y sin contar con derecho laboral alguno, realizan sus faenas con voluntad propia; que las kelys que limpian y ordenan habitaciones de hotel por poco más de dos euros la pieza, se aplican al asunto por libre albedrío; o que las cerca de diez millones de mujeres españolas cuya ocupación consiste única y exclusivamente en las labores del hogar y en cuidar a familiares, sin remuneración, ni cotización a la Seguridad Social, ni derecho a prestaciones sociales, llevan a cabo su penosa e invisible labor en el ejercicio gozoso de su libertad.

De manera que concluimos y cerramos: “… elogio y apoyo sumos a la filosofía del proyecto, pero que, a la hora de entrar en el detalle durante el trámite parlamentario, nadie olvide las raíces profundamente hundidas en la desigualdad social y de género, y recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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