¿A quién le importa?
miércoles 16 de enero de 2008, 15:28h
No se había saboreado del todo, por parte de los populares, el anuncio de la entrada en la candidatura del PP por Madrid detrás del Mariano Rajoy de Manuel Pizarro, el capitán del barco Endesa durante la travesía que llevo a esta eléctrica a punto de desembarcar en Gas Natural, cuando el presidente de esta formación decide cortar por lo sano batallas estériles y que el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, se quede sin la ilusión de toda su vida: acercarse un poco más al Poder, con mayúscula.
Yo mismo me aventuré a apostar por la inclusión de Gallardón en la lista de Rajoy, aunque no de número dos, en aquel momento en el que se montó la que se montó con las declaraciones del vicepresidente primero de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, en las que dejaba claro que la posible presencia del alcalde en la Carrera de San Jerónimo le hacía y le hace poca gracia.
Al final, cuando el cántaro va mucho a la fuente termina quebrándose y las esperanzas e ilusiones de Gallardón se van por la taza de las letrinas de la partitocracia. Parece que en este juego de fantasmas e ilusionistas, donde el alcalde y la mandataria regional estaban dispuestos a dejar sus cargos institucionales para ir en la lista de Rajoy, los perjudicados no han sido los dos protagonistas del PP madrileño -la presidenta que consigue que Gallardón baje la cabeza no sé si voluntariamente o por vicio y el alcalde que se queda sin su regalito-, sino la democracia en la vida de los partidos políticos.
Cuando me enteré del follón que estaba montado en Génova –sede nacional del PP-, estando en una taberna vallecana, todos los presentes, cuando les conté lo que me acababan de contar por teléfono, contestaron: ¿A quién le importa? Lo hicieron con música de Alaska y sonaba bien. Es cierto, a casi nadie, más allá de los destacados miembros de la clase periodística y política que se retroalimentan y viven tan cerca que no sé sabe quién parasita de quién.
El día que la clase política entienda la importancia de que la democracia entre en los partidos políticos, mejorará la relación entre gobernantes y gobernados y este tipo de batallitas se acabarán de raíz. Los amos del dedo como método de elección pasarán a otras tareas, que bien podrían realizarse en un sex-shop, y los militantes y simpatizantes tendrán la oportunidad de elegir y ser elegidos democráticamente.
Quizá entonces se pueda hablar de a quién le importa defender a un candidato u otro, porque se hablará de ideas y proyectos que necesitarán del apoyo de los votos para prosperar. Ahora todo se resume en estar cerca del amo del dedo para poder ser tocado por él y esperar a que surta efecto en forma de cargo, sueldo y chófer. ¿A quién le importa que esté Gallardón o que Aguirre se crea la ganadora de esta batalla de la que todos salen perdiendo? Sobre todo la democracia interna de los partidos políticos.