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Por José Luis Esparcia Gil

EL INGENIOSO HIDALGO Y DON QUIJOTE (Lectura personal)

EL INGENIOSO HIDALGO Y DON QUIJOTE (Lectura personal)

Es imposible, tras la primera lectura de El Ingenioso hidalgo, otro sentimiento que no sea el de quedar marcado por el mundo utópico de Don Quijote de la Mancha.

martes 15 de abril de 2025, 10:00h

La lectura a los diecisiete años de este libro tiene una gran ventaja, uno sale de una estancia más sorprendente para entrar en otra más trascendente. La sorpresa va dejando paso a la identificación del mundo y de las diversas trascendencias que lo van ubicando en nuestra personalidad creciente. Y este libro, sus personajes, al menos algunos de sus personajes, pasan a formar parte de una realidad exterior que también está en sus páginas, así como de una ensoñación propia que, en un momento dado, deja de ser ajena y prestada para ser de la propiedad de un lector –yo- que ha dejado de leer para pasar a vivir ficción y realidad de los pasajes en los que quisiera estar y en aquellos en los que, indefectiblemente, estará a lo largo de su vida aunque no lo perciba como herencia de aquella lectura que, tantos años atrás, lo envolvió para dejarle capas livianas y otras inmarcesibles en algunos sectores del pensamiento que define para siempre la vida.

La segunda lectura, en la adultez, es el placer de la constatación, de la madurez recíproca, de la belleza de esa certeza que nos libera de dudas juveniles.
La tercera lectura, en la madurez, recupera los prados de ensoñación y los caminos al nuevo conocimiento y comprensión del porqué envejece uno más que ese (os) personaje (s) que tanto admiró y ahora simplemente respeta, sabiendo que ese respeto es la aspiración mayor de cualquier persona o personaje.

Puede haber más lecturas, cualquiera de ellas será más fructífera; pero es en esta fase, a la que pocos llegan, cuando, en mi experiencia personal, El Ingenioso Hidalgo ha creado su Don Quijote de la Mancha con o sin barba; con o sin Rocinante ni adarga; con o sin escudero; con o sin Dulcinea o lugares que recorrer arreglando las torpezas y maldiciones del ser humano; pero real al menos en la mirada que alcanza los paisajes que la soledad le concede.

JOSÉ LUIS ESPARCIA. Poeta. Miembro consejero de la ACE


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