El esperado encuentro entre Donald Trump y Vladímir Putin en Alaska estuvo lleno de momentos cargados de significado, desde la llegada del mandatario ruso hasta los gestos más sutiles durante el recibimiento.
El Il-96 de Putin aterrizó en la base aérea de Elmendorf-Richardson escoltado por 2 cazas F-35, un detalle que marcó el inicio de una ceremonia cuidadosamente orquestada mostrando potencial y fuerza militar.
Gestos y apretón de manos
Trump aguardó al pie de la escalerilla del avión, donde se extendió una larga alfombra roja para recibir al líder ruso. Curiosamente, contrario a lo que suele suceder en otros compromisos internacionales, Putin llegó puntual a la cita. Trump estuvo impaciente y mostró gestos de espera en sus piernas sin sabe qué hacer porque Putin no aligeró el paso, haciéndose esperar.
Después, el apretón de manos, ese instante tan importante entre mandatarios políticos. Trump es famoso por agarrar el brazo de sus interlocutores y obligar a que se sientan su 'presa', pero Putin fue firme, y pese a su notable menor tamaño corporal, mantuvo con fuerza la posición de su brazo y su mano para no ceder ni un centímetro en su postura.
La reunión comenzó poco después, tras una breve sesión fotográfica sin declaraciones previas. Las negociaciones se prolongaron durante casi 3 horas, aunque el tan anunciado encuentro privado entre ambos líderes, en el que Trump quería "mirar a los ojos" a Putin para evaluar su seriedad, fue reemplazado por una reunión ampliada con sus respectivos equipos de colaboradores más cercanos.
Un gesto histórico antes de llegar a Alaska
Antes de aterrizar en Anchorage, bajo un cielo nublado, Putin hizo una escala en Magadán, en el lejano oriente ruso. Allí realizó una ofrenda floral en memoria de los pilotos soviéticos y estadounidenses que participaron en el programa de suministro de aviones de EEUU a la URSS durante la Segunda Guerra Mundial. Este homenaje, considerado el período de mayor cooperación entre ambos países en la historia reciente, fue interpretado como un mensaje simbólico hacia Washington.
Durante la comparecencia final, Trump expresó su deseo de volver a reunirse pronto con Putin. "Posiblemente, nos volveremos a ver muy pronto", comentó el presidente estadounidense. Putin respondió con un sugerente "La próxima vez en Moscú". Trump, sonriendo, replicó: "Sería interesante, veo posible que eso ocurra". Un presidente estadounidense no visita territorio ruso desde 2013, cuando Barack Obama asistió a una cumbre del G-20.
Lenguaje corporal
El lenguaje no verbal jugó un papel central en el recibimiento de Trump a Putin. Expertas en comunicación gestual analizaron cada movimiento de ambos líderes para interpretar el tono de la interacción. Patty Ann Wood, consultora en comunicación no verbal, destacó en declaraciones a Newsweek cómo Trump esperó a Putin con una amplia sonrisa mientras el ruso descendía del avión. "Trump está de pie esperando, sonriendo, señal de que está cómodo y con expectativas", explicó.
Wood también observó detalles específicos en la postura de Trump: "Su sonrisa es la de siempre, pequeña y ligeramente curvada en las comisuras. Sus hombros están más echados hacia atrás de lo habitual... y su postura es inusualmente erguida. Todo ello sugiere gran confianza".
Por su parte, Judi James, en conversación con el Daily Mail, comparó el papel de Trump con el de "un presentador de un programa de entrevistas en televisión que ha conseguido un invitado de primera categoría". Sin embargo, James notó que Trump ajustó su actitud una vez ambos líderes se sentaron a posar para las cámaras.
Alaska: escenario cargado de simbolismo
La elección de Alaska como sede del encuentro añadió una dimensión histórica y geopolítica. Este territorio, que perteneció a Rusia hasta 1867, sirvió como telón de fondo para un evento que buscaba reconstruir vínculos diplomáticos rotos.
Para Putin, pisar suelo estadounidense con honores militares representó una victoria personal, especialmente en un contexto internacional marcado por intentos de aislarlo y la orden de detención emitida por el Tribunal Penal Internacional. Para Trump, la escena proyectó la imagen de un mediador capaz de sentarse con su adversario más declarado y, según sus propias palabras, trabajar por la paz.
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