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Eugenia y su esposo en 1853 informándose del proyecto de ampliación del palacio del Louvre
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Eugenia y su esposo en 1853 informándose del proyecto de ampliación del palacio del Louvre

Joyas, reinas y pasteles

viernes 07 de noviembre de 2025, 13:52h

Coinciden en estos días el pasmo y estupefacción por el reciente robo de joyas en el Museo parisino del Louvre, algunas de ellas pertenecientes en su momento a la emperatriz Eugenia de Montijo, y el venturoso décimo aniversario de la madrileña pastelería Ascaso, una de cuyas joyas golosonas es el Pastel ruso, cuya popularidad, dice la leyenda, fue promovida por una gastronómica iniciativa de la propia Eugenia.

Eugenia de Montijo, con la diadema robadaPor lo que se refiere al pillaje y saqueo en uno de los museos más visitados del mundo y justo en horario de visita, en la operación han volado la diadema de su boda con Napoleón III, celebrada 1853 en la catedral de Notre Dame (y que Eugenia luce en el famoso retrato del pintor y litógrafo alemán Franz Xaver Winterhalter), compuesta por 212 perlas y casi 2.000 diamantes, y un gran lazo con más de 2.400 diamantes, diseñado en 1855 por su joyero personal, François Kramer, mientras que la corona imperial, compuesta por 1.353 diamantes y 56 esmeraldas, consiguió recuperarse, por despiste o torpeza de los cacos, pero en lamentabilísimo estado.

En cuanto al dulce cuya notoriedad y prestigio pudo favorecer aquella que, según la autorizada voz de Concha Piquer, dejó Granada por las lises de Francia y las aguas del Darro por las del Sena, la cosa no está ni media clara.

Dice el apólogo que la emperatriz le pidió a sus cocineros que prepararan un postre sorprendente, para culminar un banquete que se le ofrecía a Nicolás I, coincidiendo con la visita del Zar a la Exposition Universelle des produits de l'Agriculture, de l'Industrie et des Beaux-Arts/ Exposición Universal de los productos de la agricultura, de la industria y las bellas artes, inaugurada en el Campo de Marte el 15 de mayo de 1855.

Justamente en ese punto se sitúa el mito del nacimiento del Pastel ruso.

Disparate mayúsculo si se tiene en cuenta que Nicolás había muerto dos meses y medio antes, el 2 de marzo de 1855, y que los ejércitos ruso y francés, coaligado este con los del Imperio Otomano, Reino Unido y Reino de Cerdeña, llevaban dos años fieramente enfrentados en la Guerra de Crimea, que concluiría en febrero de 1856 con un saldo de unos 450.00 muertos rusos y 135.485 franceses. De manera que ni el Emperador de todas las Rusias se acercó, ni de lejos, por la Exposición Universal parisina, ni para pastelitos estaba la cosa.

Lo que sí consiguió la leyenda fue dar el banderazo de salida a una carrera por la afirmación de la paternidad del dulce.

Por lo que a España se refiere, los vizcaínos sostienen que se trata de un postre inventado en Bilbao en ancestrales tiempos, mientras que los riojanos afirman que lo crearon ellos en el obrador de la pastelería Marcos de la localidad de Alfaro, fundada en 1883. Fuera de nuestras fronteras, los argentinos mantienen que el pastel tomó forma en 1916 y Pastel ruso de Ascasoen la bonaerense Confitería del Molino, abierta en 1868 por emigrante italiano Gaetano Brenna, y los franceses apuntan a que en 1899 el Gâteau russe era la especialidad de la pastelería Labourdette de Pau, en el departamento de los Pirineos Atlánticos, aunque en su versión wikipédica sitúan de manera formal el hallazgo en 1925 y en el pueblo bearnés de Oloron-Sainte-Marie, en el mismo departamento administrativo galo.

Justamente fue esta pista, con diferencia la más verosímil, la que siguió la pastelería Ascaso, de Huesca, con 130 años de vida a sus espaldas, para dar con la fórmula precisa a partir de las variantes de distintas localidades de la región francesa que tiene sus fronteras al sur con el País Vasco, Navarra y Aragón. Finalmente, en 1974, dieron con un patrón a base de avellana, almendra, clara de huevo, espuma de praliné y el inevitable “toque secreto” Corona de Catalina de Aragónpastelero, que, sin utilizar la más mínima traza de conservantes, se mantiene bien en el tiempo y en frigorífico normal, permitiendo el ajetreo de un viaje de un par de meses de duración. Desde entonces, el Pastel ruso forma parte del tesoro de la corona Ascaso, tanto en su matriz oscense como en su filial madrileña, que en estos días celebra su décimo aniversario, y que hace siete años incluyó entre su repertorio de alhajas la Corona Catalina de Aragón.

Esta última aventura comenzó cuando el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, requirió la colaboración de 25 chefs españoles de renombre para que cada uno de ellos se inspirara en uno de los cuadros de la colección, cuyo resultado se plasmó en el fastuoso libro El Thyssen en el plato, publicado en 2018. Ascaso, incluida en el afamado reparto, eligió el que el flamenco renacentista Juan de Flandes pintó en 1496 para dar vida gráfica a Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos y primera esposa de Enrique VIII de Inglaterra, de la que William Shakespeare dijo que era: “... reina de todas las reinas y modelo de majestad femenina”.

Y nuevamente, los responsables de la pastelería iniciaron una minuciosa investigación en recetarios culinarios de la época, con especial atención en el catalán Llibre del Coch que mestre Robert, Robert de Noia o Ruperto de Nola publicó en Barcelona en el siglo XVI, y que sigue siendo referencia absolutamente imprescindible para el buceo en la cocina del Renacimiento.

De estas incansable pesquisas y numerosas probaturas nació la Corona Catalina de Aragón, un dulce de forma circular y compuesto de mazapán con agua de rosas, combinado con ingredientes muy al uso de la época, como el azafrán, la yema de huevo, el jengibre y la pasta de pera, delicadamente decorado con rosas naturales cristalizadas, de la que sus creadores dicen que se trata: “...de un postre que destaca por su elegancia en el plato y la combinación de texturas, producto de la superposición de capas, que se entremezclan y adquieren matices en boca”.

Y con esos matices y contando con el anticipado permiso de golosos y golmajeros de todo talante y jaez, hasta aquí hemos llegado y pastelillos a la mar.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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