Todo balance es provisional. Datos y más datos se añaden y la aparente simplicidad de los hechos se vuelve compleja. Las preguntas maniqueas igual que las acusaciones pierden consistencia. No es posible reducir a un molde, una matriz, comportamientos que son producto de la diversidad y frente a los cuales habrá que tomar la palabra cuando la mayoría de las voces se haya escuchado y se hayan visto todas las escenas. Y se tenga objetividad para evaluar lo sucedido, no en plena tormenta cuando de lo que se trata es de salir adelante sino cuando pasados los vientos se analice por qué pasó lo que pasó.
La Universidad Católica de Santiago de Guayaquil está en el "ojo del huracán". Pero este huracán es extraño a la misma porque no se traduce en el fortalecimiento de la institución sino en la puesta en cuestión de sus autoridades sin dejar a esta que pueda tomar su palabra en nombre de la urgencia de los juicios rápidos y de las acusaciones a veces incluso ofensivas que solo conseguirían en la práctica obtener lo contrario de lo que supuestamente buscan. La Universidad Católica de Santiago de Guayaquil ha experimentado, sigue experimentando, en carne propia, la polarización que vive el país, la crispación que obliga a declararse entre el Sí y el No, los esfuerzos mediáticos de satanización de personas que cuando pase el huracán se comprobará que a lo mejor no tuvieron que ver directamente con las acciones de que se les acusa salvo por tener apellidos "conocidos" o porque fueron reconocidos en los vídeos por alguno de sus "compañeros".
Se critica a la universidad por no tener una política de comunicación a la altura de las cadenas nacionales y de la urgencia de los titulares de los periódicos y de los noticieros de televisión. A lo mejor. Pero no necesariamente cierto. La academia tiene su ritmo y ciertamente no es una empresa privada ni un partido político. El rector no es el gerente general ni el presidente de la compañía. Y el consejo universitario no es el directorio de accionistas o el buró político que decide sin más la estrategia del movimiento. La universidad, para bien o para mal, es "universitas", es decir, diversidad, pluralismo, no solo en las ideas sino en la discusión previa a la toma de decisiones y en las instancias que hay que recorrer para tomarlas. Por eso no puede ser vulnerada la autonomía imponiéndole a priori sanciones ejemplares y conminándola so pena de ser "cómplice" a declarar culpables.
Vendrán más datos. Mientras tanto no es posible sacrificar, en el altar de los dioses para aplacar ingenuamente a la tempestad, a personas honorables, comprometidas con la institución, como su actual rector.
La defensa de los estudiantes, acordada por Consejo Universitario y liderada por él que deberá rendir su declaración mañana no es de última hora. Faltan, por ejemplo, los vídeos en donde aparece, anticipado, dialogando con los estudiantes, segundos antes del gas mostaza que trastornó, solo para más violencia, sus esfuerzos de paz y de respeto a la institucionalidad. La universidad hablará en su momento.
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