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Por la puerta de atrás

Por la puerta de atrás

sábado 18 de octubre de 2008, 01:52h

Un revolucionario moderno aguanta insultos y patadas para seguir lamiendo botas

 

Este gobierno es como El Chupacabras. Alimenta a sus víctimas y cuando ya no las necesita, toma tu tomate. No solamente las exprime y las seca. Las bota a patadas, las insulta. Pasa coleto con sus viejos camaradas. El momento del patadón es una oportunidad única para escuchar la muestra más completa de groserías y vulgaridades de toda la historia de las revoluciones mundiales.

Acosta Chirinos y Urdaneta Hernández, ambos del grupo selecto del samán y miembros clase A de la secta golpista del 92, fueron de los primeros en probar la ruta que el jefe cósmico llama "por la puerta de atrás de la historia". También están los generales Durán, Kauffman y Maionica y los émulos del Che, los bandidos argentinos maleteros, lleva y trae de los capos del Sur, quienes, después de hacer plata a montones junto a los más altos héroes de la revolución, pasaron a ser una especie de leprosos. Ya no merecen ni un cariñito del que llaman "largo", o "pelo blanco", o el mentado "Arvelo", o "jefe". Igualmente, el comandante Antonini, quien pasó de camarada de gobernadores y chivos del proceso a gordo traidor en menos de lo que Smarmatic paga un descansito en un spa en Miami o reparte carritos Audi a emblemáticos, pero hipócritas, militantes de la sufrida izquierda.

Luis Miquilena, de padre querido pasó a ser un golpista desalmado. Escarrá, el que no amolda el Derecho como plastilina según los deseos del amo, no le aguantó tres gritos al monarca y terminó marchando con la oposición. Como le puede ocurrir al otro, el día en que suelte la escoba. Ismael García, de compañero de luchas revolucionarias se convirtió en pitiyanqui de siete suelas, como Alan García en sus tiempos de gritón. El general Rosendo, después de aquella jalada inmensa montado en un tanque, entró en la lista de los más odiados. Ni hablar del generalísimo Baduel, de héroe de Maracay el 11 de abril a acusado por corrupción, mientras otros cobran comisiones por motos y pistolas sin ninguna consecuencia. Al contrario, hasta los premian.

La última oleada de revolucionarios sacados a patadas de la macolla, aparte de los nuevos contrarrevolucionarios como Acosta Carlez o Gilmer Viloria, son justamente los mártires del PPT y del PCV. Esos partiditos de Volkswagen, como a cada rato los llama su principal benefactor, son la más fiel representación de un santo del nuevo siglo. Llevan palo, los golpean, los torturan, los insultan, los muerden, los pellizcan y siguen pegados a las botas del mandador. Hay que tener una clara conciencia de no valer nada, de ser unos recogiditos al estilo Evo, para calarse esa andanada y salir al otro día tratando al agresor de mi comandante, mi líder. Eso es hambre, camaradas. Arrastre puro ¿A eso es que llaman dignidad, moral y ética revolucionaria?

La puerta de atrás se queda chiquita. Ya parece un portón.

Elides J. Rojas (*)
[email protected]

* Es Director de Información del Diario El Universal de Venezuela

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