Pues claro que Batasuna irá a las elecciones...

Quien pronuncia esta frase lo hace con convicción, sabiendo que las cosas van a ser así de manera inapelable. Quizá haya también algo de resignación en las palabras del alto cargo gubernamental que las pronuncia: “Pues claro que Batasuna irá a las elecciones; ¿hay alguna manera de evitarlo?”. Quién sabe qué batallas judiciales, mediáticas y políticas van a darse de aquí al mes de mayo, cuando las elecciones municipales y autonómicas tengan lugar. Pero la más importante de esas batallas se va a centrar ven la posibilidad, en la conveniencia y en la forma de concurrencia de la formación ilegalizada Batasuna a las citadas elecciones. Y ni siquiera el dramatismo del juicio del 11-m, que entra en su segunda y muy importante semana, va a poder desviar la atención nacional de la enorme controversia que se avecina.

Este mismo martes tendrá lugar el primer ‘round’ parlamentario, cuando se debata la iniciativa del PP solicitando la ilegalización del Partido Comunista de las Tierras Vascas, que, dicen los ‘populares’ –y no deja de haber abundantes indicios que lo corroboren--, no es sino una ‘marca blanca’ de Batasuna, que no puede presentarse a las elecciones por imperativo legal. Y, si no hubiésemos estado todos tan absortos por el inicio del ‘juicio del siglo’, habríamos comentado mucho más ampliamente esas declaraciones de Arnaldo Otegi asegurando que Batasuna tendrá candidatos en las elecciones municipales y autonómicas bajo unas siglas que, dijo, bien pudieran ser las correspondientes a  ‘Izquierda Abertzale’.

¿Encontrará algún juez, algún fiscal, argumentos jurídicos para impedirlo? Y, en otro orden de cosas, ¿conviene impedirlo?¿Quiere impedirlo el Gobierno central, lo quieren los socialistas vascos, los nacionalistas? En resumen: además del PP, que no está, como se dice, tan solo, puesto que representa el sentir de al menos diez millones de votantes, ¿hay alguien que quiera dejar a Batasuna fuera de la carrera hacia las urnas?

Para comenzar, todos los grupos parlamentarios restantes van a oponerse a las iniciativas del PP en materia de lucha antiterrorista. Lo que no resulta de extrañar, estando las relaciones como están, pero sí resulta desalentador. Lo mismo que el hecho de que aún no se hayan reunido los dos principales partidos políticos nacionales para revalidar y en su caso remendar, el pacto antiterrorista. Y, desde lego, no parece que esta semana, en la que habrá ‘leña´ parlamentaria en abundancia, vaya a ser la más propicia para un acercamiento entre socialistas y populares, por muy bien que se entiendan, en las sombras, Pérez-Rubalcaba y Zaplana, sin duda dos viejos zorros de la política española. Quizá, si de ellos dependiera, habría un cierto acuerdo; pero ambos están estrechamente vigilados por los ‘aparatos’ de sus partidos, que no confían demasiado ni en uno ni en el otro.

Así que ETA, las conversaciones pasadas y quizá futuras con la banda del terror, va a ser un tema que se instalará en el Parlamento quizá hasta finales de la Legislatura, y que va a marcar la precampaña electoral de las municipales y autonómicas, y no digamos ya de las posteriores elecciones generales. Lástima que este vaya a ser el punto central, y temo que casi el único, del debate político nacional en los próximos meses, porque ETA no merece acaparar nuestras preocupaciones de tal modo. Hasta el juicio del 11-m, tan contaminado por las teorías conspirativas, tan atípico en la definición de los culpables, amenaza con viciarse con la irrupción de la banda terrorista en la sala, llevada hasta allí en boca de algunos abogados (y comentaristas allí presentes que no son precisamente neutrales ni tampoco inofensivos.

Menudos meses de agitación nos esperan, si nadie, por ejemplo esta clase política nuestra, viene a remediarlo…