Los ricos también lloran

  Avaricia es la palabra. La bulimia de dinero de aquellos a quienes les sobra el dinero está poniendo contra las cuerdas al sistema bancario, arruinando, de paso, lo mejor que tenía la banca: la credibilidad y el crédito. No es un simple juego de palabras. Todo el entramado bancario pivota sobre el eje de la credibilidad. Si quien quiere depositar su dinero no se fía del depositario, ¡adiós sistema! y ,¡adiós negocio bancario!

   El penúltimo mal ejemplo está fechado en los EE.UU. pero tiene eco en España: al menos un millar de inversionistas españoles han perdido más de dos mil millones de euros en la estafa organizada por el broker norteamericano Bernard Madoff. Este caso quiere decir muchas cosas. La primera es que la avaricia siempre acaba rompiendo el saco; la segunda es  que al más listo  de la clase -Botín, Banco Santander- también se la han dado con queso. Seguro que ahora están todos releyendo la letra pequeña de los folletos con los que promocionaban los fondos "para clientes especiales". El viejo timo de la pirámide que nos ha devuelto desde las hemerotecas el apellido Larra -por Baldomera, la hija timadora del  gran periodista- ha encontrado en Nueva York su penúltima versión. Por cuantía, es la mayor estafa que han visto los siglos: 50.000 millones de dólares levantados estimulando la codicia de los que ya lo tenían todo y, sobre el papel, sabían que cuando se trata de dinero los milagros no existen o son espejismos en fase de acabar en timo. Cuando el mercado retribuía a un 4 o a un 5%, el chiringuito de Madoff, pagaba un diez o un 12%. ¿Nadie se paró a pensar que la cosa no era normal?

   Cuando los dioses quieren perder a los hombres, les vuelven ciegos; sí se trata de dinero, permiten que les ciegue la codicia. Atentos a la pantalla porque tengo para mí que el "caso Madoff" sólo es la cresta del iceberg. No es consuelo que los ricos también lloren. La falta de controles ante las prácticas especulativas de la banca, pone los pelos de punta.