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Tirar del carro

Tirar del carro

miércoles 24 de diciembre de 2008, 21:21h

A pesar de los tocaborbones militantes, tipo Joan Tardà et alii, el Rey sigue siendo un referente para millones de ciudadanos. Don Juan Carlos no es un brillante intelectual, ni un curtido analista con más conchas que un galápago, ni siquiera un brillante orador, porque nunca se ha tenido como tal, dicho sea en su honor y en el de la verdad. A lo largo de estas tres últimas décadas, no obstante, el titular de la Corona ha encarnado siempre el sentir del ciudadano medio. Este año, con la crisis, su mensaje navideño ha ido en el mismo sentido. Oírle desgranar su discurso invitaciones “a tirar del carro en la misma dirección" para superar la crisis económica "anteponiendo siempre el interés general sobre el particular" ha sido como oír la voz de la calle. Un ejercicio de real politik. Y un aviso, un poner el dedo en la llaga: “No hay recetas mágicas. Para volver a crecer de forma sostenible, necesitamos más eficiencia y competitividad, más innovación tecnológica, y elevar la educación y preparación de nuestros jóvenes, cuyo compromiso con la sociedad es un activo insustituible”. Palabras que, con bastante sentido común, aconsejan a todos los políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, que se dejen de ocurrencias y vayan más al fondo real de las cosas.

Naturalmente, el mensaje navideño del Rey –no nos engañemos-- es, entre otras cosas, un spot promocional, muy unido a la imagen de marca de la Monarquía. Hay quien se cuestiona la existencia de la alocución anual de Don Juan Carlos. En puridad, no ocurriría nada si el Rey permaneciese mudo. Tampoco sería una catástrofe que todas las intervenciones públicas del Rey fuesen escritas por el Gobierno de turno. Como tampoco ocurre nada si, como hasta ahora, el Rey, una vez al año, habla en nombre de los ciudadanos. No ya la letra, sino el espíritu de la Constitución recomienda que prohibiciones, pocas, y que, puestos a expresarse libremente, que se expresen todos, incluyendo el Rey. Hablar no es malo. Y escuchar menos.

En circunstancias como las actuales, la voz de Don Juan Carlos es un punto más de reflexión. Uno más, pero importante. Convendría no olvidarlo.
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