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Día de Reyes en Bolivia

Día de Reyes en Bolivia

lunes 05 de enero de 2009, 17:39h
El 6 de enero es el último día en que la Navidad permanece entre nosotros, es Día de Reyes. Es motivo para mimar a los Niños que nacen, un año tras otro, cada 24 de diciembre. Para los paceños, los rezos católicos y los de yatiris, además de regalar a la imagen alguna ropa lujosa, es la mejor forma de despedirse de esta celebración hasta el próximo año.

En un cojín de 30 centímetros por 20 descansa el Niño Jesús que María Luisa Behótegui (36) heredó de su madre. Y ella, de la abuela. Es delicado. La piel de porcelana dibuja las mejillas y el cabello rizado, cabello humano, avalan el precio en que lo cotizaron: al menos 100 dólares.

Pero sólo el cojín —explica la dueña de la figura— debe de costar alrededor de 200 bolivianos: un bordado minucioso hecho en hilo de oro es el mayor atractivo. Además, la sobreposición de telas brillantes y suaves eleva el costo. Pero el valor es, sobre todo, sentimental: “Es regalo de generaciones en mi familia”.

Ayer, a la salida de las misas meridianas en la iglesia de San Francisco de la urbe paceña, se apreciaba una pasarela de pequeñas vestimentas delicadas para el Niño “mimado”. La gente se acercaba y comparaba los precios.

Modas benditas

Herminia C. tiene 47 años y vende artesanías navideñas hace 15: “Hay que esmerarse, porque la despedida del Niño es el momento para mimarlo, porque se lo hace descansar. Pero nunca en un cajón cerrado, sino en una urna de vidrio”. Tiene entre sus ofertas un cojín para que la imagen del Salvador repose: mide 50 centímetros por 35; es blanco con beige; tiene hilos de plata y oro y encaje. Cuesta 150 bolivianos, pero ayer lo vendía hasta en 120.

En otro puesto había ofertas más baratas: hasta 50 bolivianos por mantos de seda con adornos dorados y uno que otro bordado que incluía lentejuelas. Los cojines de esponja, tela blanca y encaje simples iban desde los 20 bolivianos.

Ana Cristina Pereira (54) ayer salió de San Francisco tras escuchar la misa y se acercó a un hombre con poncho de colores que tenía encendido un sahumerio desde las nueve de la mañana.

Pidió las bendiciones para su Niño Jesús, imagen católica que fue protegida por rezos en aymara y un poco de q’oa para que los achachilas fortalezcan la fe de la familia en el santo.

El yatiri no quiso dar su nombre; como él, ayer había al menos dos mujeres de pollera más que daban fuerza y oraciones a esas imágenes católicas en el atrio del monumento cristiano.

El humo de la q’oa se elevaba y el sahumerio pasaba por encima de la imagen en pedidos a las montañas —que son los achachilas, los vigilantes— de que todo marche bien este año, mientras el Niño Jesús reposaba hasta su próxima salida al pesebre que el hogar va a armar para esperarlo.

Carla Rengel (25) comentó que no es primera vez que esos personajes llegan a la puerta de una iglesia para dar bendiciones en idioma aymara por el precio de un boliviano: “No creo que tenga nada de malo, si es por el bien del Niño Jesús. Además, igual los curas bendicen diablos en Carnaval, esto no tiene nada de incongruente; es fe nomás”.

Otros que se van

En la parte posterior de la Terminal de Buses de La Paz, cada año se forma un nido de visitantes de bajos recursos económicos. Son inmigrantes del departamento de Potosí, de sus áreas rurales, que permanecen alrededor de un mes mendigando en el centro paceño y para beneficiarse de las campañas de regalos para sus wawas.

Ayer a las 08.15, entre 20 y 30 recibían una taza de té de una familia dadivosa que les daba el último desayuno en la urbe, antes de que vuelvan a sus respectivas comunidades. Entre ellos estaba Justina, tiene 29 años pero parece mayor: la piel arrugada y tres hijos sujetados de la mano. Contó que hasta el día de la entrega de regalos en el estadio Hernando Siles (el 23 de diciembre) eran al menos unos cien; y unos dormían en albergues transitorios.

Tras tomar el líquido caliente en el césped del parque en frente de la terminal, algunos abordaban un bus que no cobrara más de 20 bolivianos para acercarse a sus comunidades, donde la tierra descansa hasta la época de cosecha, a fin de enero, explicó Justina.

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