Los resultados del referendo de hoy pugnarán por monopolizar toda nuestra atención y sus consecuencias irán más allá todavía. Si nos dejamos llevar por esa inercia, caeremos en grave falla, porque la producción y el abastecimiento son necesidades que se harán más exigentes. Hay que atender ambos frentes y como el primero consume tanto, prefiero el otro. Nada mejor para hacerlo que considerar la posibilidad de que se decrete un bono que, supuestamente, pondrá cada año100 bolivianos en manos de cada familia con un hijo menor de seis años. Todavía no se ha terminado de aclarar la información, pero sirve para el análisis, así sea como hipótesis. No albergo dudas de que 100 bolivianos es una suma importante para millones de compatriotas que viven bajo la línea de pobreza, pero es igualmente claro que es muy poco para resolver cualquier necesidad significativa (9 centavos por día por persona). Serán recibidos con alegría y gratitud, pero, seguro, estimularán más hambre de la que puede satisfacer.
Para adquirir una herramienta productiva con la que se pueda empezar a mejorar ingresos, posibilidades y calidad de existencia, con esas miguitas aisladas de un billete rojo, se necesita juntar muchas. Como ejemplo, digamos que sumando el bono de 35.000 familias, nos aproximaríamos a medio millón de dólares. Ése podría ser el aporte mayoritario de capital para poner en funcionamiento cada una de las 32 estaciones expendedoras de gas natural vehicular (GNV) que se necesitan para atender las principales carreteras del país. El resto de capital puede ser cubierto por uno o más socios privados, minoritarios, que podrían operar y rendir cuentas del funcionamiento de cada estación de servicio. Al Estado, a través de YPFB, le toca participar ampliando la red de distribución, atacando la recesión, creando algunos empleos, progresando en el cambio de matriz energética, disminuyendo el consumo de combustibles líquidos y siendo más amigables con el medio ambiente. El Estado también tendría que supervisar que esas nuevas estaciones se ajusten a la norma, en cuanto a presión del gas vendido, seguridad, calidad en el servicio, todo lo cual se incumple, excepto en la mayoría de expendedoras de Santa Cruz y en muy pocas de otras ciudades, donde funcionan compresoras viejas o de capacidad insuficiente, al lado de un servicio inaceptable.
La distribución minorista de GNV está entre los negocios más rentables del país y si hoy existen muy pocas expendedoras es debido al retraso de la red de distribución, atribuible a una perversa subestimación de la capacidad interna del mercado, al incumplimiento de la estatal petrolera y a la inquietud de posibles inversores de que cambien las condiciones normativas. El recorte de la demanda brasileña puede compensarse parcialmente con este consumo, al mismo tiempo que permitiría que los cerca de tres millones de socios de estas unidades empresariales de economía combinada tengan un ingreso netamente superior a cualquier bono, sin sobrecargar las ya excesivas obligaciones fiscales que generan los ya existentes.
Estamos frente a la posibilidad de crear nuevas formas de asociación para emprendimientos productivos, sean granjas, huertas, ingenios, sin reincidir en el capitalismo monopólico estatal que engendrará nuevas burguesías burocráticas, dejando intacto el patrón de acumulación, con sus vicios y estrangulamientos históricos. La creación de unidades productivas autogestionarias o mixtas es una respuesta superior al avance de la crisis y la recesión que la que pueda esperarse de cualquier tipo de asistencialismo.
* Analista político y catedrático
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