“Ha ganado el pueblo por una clara mayoría, hemos abierto de par en par las puertas del futuro”, dijo el coronel Hugo Chávez en el discurso con que celebró su triunfo en el referéndum para aprobar la enmienda constitucional que le permitirá la reelección indefinida.
Así es posible que en 2012, cuando acabe su actual período de Gobierno, disponga de uno o varios más.
El SÍ ganó con el 54,36 por ciento de los votos, el NO logró el 45,63 por ciento , y hubo una abstención del 32,95 por ciento, una de las más altas de los últimos procesos electorales. El evento no sirvió para superar la profunda división de la sociedad venezolana, y develó la falta de liderazgo y la necesidad de una unión firme y bien fundamentada de la oposición. Desde luego, es de suponer que quienes aprobaron la enmienda, lo hicieron conscientemente.
Tienen por delante la responsabilidad y la obligación moral de asumir las consecuencias de los actos y decisiones de su presidente, que bien podría llamarse “vitalicio”. Fidel Castro, luego de gobernar a Cuba medio siglo, sigue influyendo y limitando las posibilidades del régimen de su hermano de emprender una senda propia. Una desafortunada herencia que el viejo socialismo ha dejado al que se denomina del siglo XXI.
En el espejo de ese referéndum, para el que Chávez movilizó todo su arsenal propagandístico y mediático, se deben mirar quienes en Ecuador anhelan ese mismo derrotero. Dicen que el poder absoluto corrompe absolutamente, y que cuando se transforman en monarquías, aunque sean constitucionales, entronizan la injusticia y la arbitrariedad.
Si (
No(
