“Siento asco de mí mismo, ése no soy yo” Estas son las palabras que ha pronunciado Sergi Xavier M.M, el simpático muchacho que agredió en 2007 a una menor ecuatoriana en el metro de Barcelona porque le salió de las narices. Insultos, patadas y vejación porque sí. El desgraciado incidente se grabó por las cámaras del metro y todos lo pudimos ver.
Se celebra estos días su juicio y el tipejo éste, como no podía ser de otra manera, le ve las orejas al lobo y delante del juez quiere pasar ahora como un hombre arrepentido que actuó bajo los efectos del alcohol y las drogas y que además él es rebelde porque la vida le ha hecho así.
En primer lugar está muy bien que uno se arrepienta de lo cometido. Pero el arrepentimiento, o es sincero, o no vale. Y esta vez, no cuela. Ni me creo que esté arrepentido ni me vale que estuviera borracho o drogado. El alcohol y las drogas sólo potencian lo que ya existe, y en tu caso, chaval, lo que tú tienes es un odio visceral al inmigrante al que consideras inferior.
E inferior, aunque tú no lo sepas yo te lo digo, eres tú. Y lo eres porque no aportas nada a la sociedad. Más bien al contrario, nos cuestas pasta porque si finalmente el juez te condena y vas a prisión serás un mantenido más con nuestros impuestos. Y ojo, dentro de esos impuestos figuran también las aportaciones tributarias de muchos inmigrantes que trabajan en este país y que tú tanto desprecias.
El odio es libre, y el desprecio también. Yo, sin ir más lejos, te desprecio profundamente pero no tengo libertad para darte una paliza. Y no la tengo porque vivimos en una sociedad que regula los comportamientos de las personas y que castiga a los especímenes como tú. No tengo ni idea de qué va a decidir la sentencia contigo, pero sé que si te mandan a prisión además de salir antes de lo que te toca, saldrás rebotado y no te habrá servido de nada la pena. Bueno, sí, para albergar más odio dentro de tu corazón.
Es verdad que no la has matado pero también es cierto que yo no dudo que podrías haberlo hecho de no haber estado en un sitio público como el metro porque si te dio lo mismo levantar tu pierna y tu mano delante de gente, qué no hubieras hecho de habértela encontrado de noche en un calle vacía.
La gente que hace estos alardes de abusos con el que claramente es más débil e indefenso merece un castigo que pase por un buen lavado de cerebro. Por supuesto que me da mucha pena saber que creciste recibiendo palizas de tu progenitor. En aquella época eras un niño inocente y, desde luego, no te lo merecías. De haberte conocido hubiera hecho lo imposible por protegerte, pero ahora eres una persona mayor y ya no tienes justificación por mucha desgracia que hayas pasado en tu infancia.
Tres años pide el fiscal para ti. Ojalá que te condenen a eso. Pero ojalá que en esos años dentro de las paredes de la prisión alguien te convenza de que ocupes tu tiempo libre en formarte. Quizás cuando empieces a dedicar tu tiempo al estudio comiences a ver la vida de otra manera y entonces venga el verdadero arrepentimiento y cuando salgas a lo mejor hasta te conviertes en un ciudadano ejemplar. Pero, mucho me temo que esto es una gran entelequia.
En cualquier caso, mientras dejes de pegar a la gente, me conformo.