Si prospera la iniciativa del Gobierno, una niña de 16 años podrá abortar sin conocimiento ni autorización de sus padres, porque como dice la ministra, a esa edad puede casarse o tener relaciones sexuales. Pero, sin autorización, no puede hacerse una operación de cirugía estética, ni comprar una propiedad, ni conducir y hasta la pueden multar por hacer botellón. Así que un día, la niña puede llegar a casa y decir: “Papá, mamá, vengo de abortar” y sus padres no podrán decir nada. Pero si se le ocurre decir “me voy a operar la nariz porque la tengo fea”, no podrá hacerlo sin expresa autorización de sus padres que la acompañarán, muy preocupados, hasta el hospital… Habrá, además que reformar algunas leyes, como la de Autonomía del Paciente, que lo excluye expresamente, pero a la ministra de Igualdad no le importa. Hay que sacar adelante una ley que de libertad para abortar casi a medida. Es una grave hipocresía social, cuando menos, permitir que una niña de 16 años pueda abortar como quien se lava los dientes y no se le permita operarse de la nariz.
Hay muchachas que a los dieciséis años son casi mujeres. Hay otras que son niñas. Si su hija se encontrara en esa disyuntiva, independientemente de lo que pensemos cada uno sobre el aborto, ¿le gustaría ser ajeno a esa decisión que va marcar su vida para siempre? Abortar es acabar con una vida humana. ¿A los dieciséis años es posible tomar esa decisión, sin consecuencias, después de haber reflexionado durante “tres días”, como marca la ley? ¿Es necesario ampliar esa ley? Mientras en Europa se reduce paulatinamente el número de abortos, en España se ha duplicado en la última década. Más de cien mil abortos al año es un fracaso social que no se puede combatir con una ampliación posiblemente anticonstitucional, socialmente innecesaria y que divide aún más a una sociedad anestesiada que se traga cualquier cosa. ¿Cuántas mujeres han ido a la cárcel en los últimos años por abortar? Ninguna. Cuando se habla de “proteger a la mujer” se esconde que nadie protege al no nacido, a una persona libremente concebida.
Cuando hablamos de igualdad real de la mujer, tendríamos que hablar de oportunidades para la mujer que quiere ser madre: apoyo social, económico, medidas efectivas de conciliación en lugar de facilidades para deshacerse de un hijo. Cuando hablamos de igualdad, la ministra podía denunciar a todas las empresas que pagan menos a mujeres que a hombres. Cuando hablamos de igualdad, en el Ministerio deberían estar apoyando realmente a las miles de mujeres inmigrantes que son víctimas de la violencia doméstica y que, a veces, no tienen otra salida que el aborto, porque están solas bajo dominio del “macho”. Cuando hablamos de igualdad, Bibiana Aido debería impulsar medidas para evitar que España sea la puerta de Europa para los traficantes de mujeres. Cuando hablamos de igualdad, alguien debería empezar a preocuparse porque los recortes del Gobierno, por ejemplo en el Fondo de Integración, están convirtiendo en desiguales a los inmigrantes. Ese falso progresismo de algunos les lleva a fijarse una “medida estrella”: el aborto. Y todos nos callamos. Hipócritas.
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