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El 'Obama de Portugalete'

El 'Obama de Portugalete'

miércoles 06 de mayo de 2009, 14:44h

Tuve la gran oportunidad, reservada a los periodistas, de apuntarme a otra jornada histórica: la investidura del socialista Patxi López como nuevo lehendakari en el País Vasco y la consiguiente, inevitable, salida de Ibarretxe del cargo y su adiós a la política. Son muchos los rostros que se están renovando -y los que se van a renovar- en las algo anquilosadas estructuras políticas de las autonomías; pero ningún relevo, obviamente, de la importancia del de Ibarretxe, a quien muchos despedimos con alivio. Tanto alivio como esperanza ponemos en lo que ahora viene en Euskadi, ‘nuestra’ Euskadi.

La del 5 de mayo de 2006 fue, ya lo he dicho, una jornada histórica. Emocionante. Una de esas que los testigos del día a día, que somos los informadores, conservamos para siempre en la memoria. Algo, mucho, va a cambiar, es afortunadamente inevitable, en el País Vasco y, por tanto, en España.

Ha habido quien ha hablado del ‘Obama de Portugalete’. Me pareció un titular tan afortunado que me apresuré a ponerlo como encabezamiento de este comentario. Y no, no es exagerado: López, un chico de la margen izquierda, hijo de un histórico luchador obrero que las pasó canutas con el franquismo, ha sido acogido a escala española con tanta ilusión como Obama, hijo de un negro africano que tuvo que abrirse paso en la difícil sociedad norteamericana, lo ha sido en todo el planeta. Cada uno, claro está, a su nivel, ambos representan el cambio, lo mejor de lo nuevo que viene y el deseo inflexible de luchar contra lo peor de lo viejo que, ya se ha visto, ha cerrado con un cúmulo de convulsiones toda una era. Aquí estamos todos instalados en la crisis gracias a esa vieja, puñetera, etapa que se está yendo.

El País Vasco, tan querido -sin retórica- por tantos de nosotros, se había convertido, de alguna manera, en una pesadilla. Lo era el terrorismo y lo era -y desde luego que no relaciono una cosa con otra- ese afán constante que, ahora más que nunca, mostraba un nacionalismo extremado y antipático por alejarse del resto del Estado, o sea, del resto de España. Ibarretxe no era Ardanza, ni era Garaikoetxea, ni era Imaz ni Urkullu, ni siquiera el Arzalluz de los antiguos tiempos: era un tipo tozudo empeñado -o eso decía- en un ideal imposible, Euskal Herria, una de tantas mentiras con las que se ha agitado la conciencia de algunos vascos y se ha contrubuído a crear un clima de cierta asfixia moral.

Patxi López tendrá que gobernar a fuerza de símbolos: que si quitar o no el ‘mapa del tiempo de Euskal Herria’ en la ETB, que si abrir algún portillo más al castellano, que si ampliar los horizontes territoriales en la educación, que si dar nuevas competencias a la Ertzaintza...Y llamar a las cosas por su nombre, que es una costumbre que en Euskadi se ha ido perdiendo paulatinamente. Me emocionó su nada emocionante discurso con el que se presentaba como candidato al sillón de Ajuria Enea: era todo un programa de Gobierno, serio y sin concesiones a la retórica.

Me emocionó tanto como me apenó el de Ibarretxe, que era una despedida llena de rencores. Nada personal contra él  -creo que ha sido el único político nacional notable a quien no he tenido ocasión de conocer personalmente-, pero me parece que, con sus sueños de granito, hizo muy poco por la concordia nacional, por el entendimiento entre los vascos -y las vascas-, en definitiva por Euskadi. Y por su propio partido, el PNV, que me da la impresión de que le ve marchar con alivio. 

Ahora, los peneuvistas tienen la oportunidad de cerrar filas en torno a ideas modernas, adiós al concepto sabiniano del terruño, fin de la cerrazón en el ‘Dios y las leyes viejas’. Me parece que, en este mundo en el que entramos, el concepto de Dios ha de ser mucho más amplio, y las leyes que nos rijan han de ser imaginativas, nuevas por tanto.

Tras el andaluz Chaves y el gallego Pérez Touriño, se ha ido Ibarretxe. La renovación de la clase política española, representada en los gobiernos autonómicos, ha iniciado una dinámica imparable: va a haber cambios en muchas autonomías, nuevas alianzas y, confiemos, nuevos planteamientos en lo referente a la relación ‘con Madrid’. Incluso ese genérico ‘Madrid’ tiene que repensarse en cuanto que capital cada vez más difusa -y políticamente problemática, y moralmente cuestionable- de un país, España, que lucha por colocarse definitivamente entre los ocho más grandes del mundo...tantas veces incluso venciendo el pesimismo histórico de los españoles.

Por eso, para restablecer un poco de ilusión y de confianza, necesitábamos un Obama. Necesitamos varios, de hecho. Tenemos, al menos, a Patxi López, que, en lo que le conozco, me parece un tipo fiable y de buena voluntad. Ahora no hay que dejarle solo ante la pesada piedra que le toca arrastrar, pero tampoco agobiarlo con pretensiones de cambios tan rápidos que fraccionen a la sociedad vasca. Los periódicos más ‘abertzales’ (me prometo no emplear más tan equívoco término: hay que empezar a recuperarnos de la derrota semántica que sistemáticamente hemos sufrido en Euskadi) dicen que “Patxi López culmina el asalto de Madrid a Ajuria Enea”. Es justamente al revés: termina la era de confrontación y comienza la de la cooperación. Me parece que a los vascos les va a convenir, y mucho, este cambio. Yo apuesto por 'Obama López', con perdón.

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