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Carlos Penelas

Poesía, ensueño y libertad

Poesía, ensueño y libertad

jueves 04 de junio de 2009, 22:06h

Carlos Penelas

 

Poesía, ensueño y libertad

 

29-05-2009  La esperanza, lo sabemos, es fruto de la tragedia. Lo vislumbramos en la música, en el teatro, en la historia, en la gran poesía. Y allí está el hombre con sus sueños, su creatividad, su anhelado vuelo libertario. Algunos seres están en esa galaxia. Como los investigadores, las almas generosas, los místicos, los rebeldes. Un puñado de argonautas que transitan mares y cielos guiados por la utopía y la felicidad. Una isla. Una pequeña isla en busca de la paz y la armonía, en busca de paraísos y bellas imágenes. Palpitando desde la soledad lo más profundo del hombre, la aventura próxima al exilio, a la pasión, a la raíz del bosque. Sin pedir nada, sin desear nada.

 

El ser humano tiene su faz plena que rodea de anhelos. Un ser generoso que intenta brindar su apoyo, su ayuda, al necesitado. Enfermeros, médicos, maestros, hombres de la calle, hombres de a pie, que generan bondad. Estudiantes o intelectuales que luchan denodadamente por un mundo más puro, más justo. Qué piensan en las aves, en los niños, en el agua, en la paz, en la belleza, en la salud. Y eso nos emociona, nos hace ilusionar. Seres que todos los días intentan ser mejores.

 

Pero, descreído lector, las cosas tienen sus ribetes. Usted, que suele escribirme para decir que mi artículo es agrio, "bueno, pero agrio". O que le falta esperanza o que le resulta pesimista. Debería saber que soy de carácter alegre, que me gustan las mujeres bien vestidas, con faldas y medias, que sean atractivas, sensuales e inteligentes. Que me río a menudo, que leo, que gusto del aire, del sol, de la natación. Pues bien, debo recordarle, entonces, que Juan Bautista Alberdi escribió hace más de un siglo: "Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción. En cien años no haréis de él un obrero inglés, que trabaja, consume, vive digna y confortablemente". Vivimos en una maraña donde todo es un caldo de cultivo para corroer este territorio en el cual un pavoroso vaciamiento cultural -operado sistemáticamente por el populismo, los militares, la chatura, lo mas reaccionario del clero, la imbecilidad de la izquierda, el pensamientos sectario y ortodoxo- nos da pavor y tristeza. Escribiremos temas paralelos (que son en verdad para lelos). Además, como señaló nuestro amado Groucho Marx: "Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer."

 

Los vicios se introducen sin piedad. Y no nos damos cuenta o nos hacemos los distraídos. La provincia de Buenos Aires tiene 134 municipios para una extensión de 307.200 Km2. Córdoba, con un territorio de 167.000 Km2. tiene 425 gobiernos locales. Francia, si quiere tomar un término comparativo europeo, tiene 36.000 municipios en 500.000 Km2. ¿Entiende de qué le hablo? Si hay elecciones, ¿entiende qué quiero decir? ¿Se da cuenta, ahora, cuál desierto temía  Alberdi?

 

Nuestros políticos hablan de "planificación", de "autonomía", de "obra hidráulica", de "parque industrial". Nuestros políticos mienten sin descaro. Tienen la concepción demográfica del liderazgo dentro de una retórica vil. La villa de emergencia, las villas miserias son necesarias para el poder. La hiperurbanización genera patologías propias. Desbordan escuelas, hospitales, comisarías, cárceles. Por eso los políticos oficialistas entran a ciertos barrios suburbanos con una parafernalia de custodios, funcionarios y micros con barra bravas. Los vecinos ya no van. Recordemos, una vez más,  que Esteban Echeverría al regresar a Buenos Aires, en 1830, escribió: "La Patria ya no existe".

 

Hace veintidós años que un mismo partido -con tipejos que mienten desembozadamente- gobierna la provincia de Buenos Aires. Vemos el deterioro de la calidad de vida, como impúdica e impunemente usan los recursos de todos para campañas políticas o para sus bolsillos. "¿No imitarían nuestros gobiernos a esos nuevos estados del Mediterráneo oriental, que han enviado a los países más adelantados de la Europa misiones científicas, con el objeto de trasladar a su suelo la planta de un saber provechoso y sólido?" escribió nuestro olvidado Alberdi.

 

Me hace feliz la gente que investiga, que pinta, que hace artesanías, que hace cine, que escribe poemas, que estudia teatro o ajedrez. Me hace feliz ese tipo de seres. Me divierten. Son buenos, alocados, bondadosos, olvidadizos, distraídos. Se equivocan las fechas patrias y desconocen a intendentes; no saben el santoral ni las líneas de los colectivos. Tararean una canción contemporánea o un fragmento de Bach. Me hace feliz esa gente. Son pocos, no vamos a ninguna parte con ellos. Son los únicos que siento fraternales. Y, además, se equivocan. Se equivocan como usted o como yo.

 

 

 

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