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Crítica teatral.- Zarzuelas y Revistas: el Maestro Alonso

sábado 11 de julio de 2009, 11:01h
Hasta el 2 de agosto el teatro Fernán Gómez presenta el espectáculo “Zarzuelas y Revistas: homenaje a Alonso”. Ángel Fernández Montesinos, como ya hiciera el verano pasado, ha seleccionado un ramillete de temas que devuelven al público adulto (muy adulto quiero decir) la memoria musical de la España del siglo XX.
Francisco Alonso fue, durante la primera mitad del siglo pasado, un prolífico compositor de espectáculos musicales, difícilmente definibles entre zarzuela, revista u opereta. Salvo algunos títulos muy determinados, como “La Calesera”o “La Parranda”, sus partituras pertenecen a espectáculos ligeros, que buscaron entretener con una música pegadiza que, inmediatamente, quedaba en el cerebro del público.

Algunos de los grandes teatros en los que estrenó sus obras –Albéniz, Fuencarral, Martín- ya no existen. El Madrid que retrató en muchos de sus números, tampoco. Pero estudiando sus títulos se podría escribir una historia de nuestra capital y de la sociología de una época. No olvidemos que Alonso compuso “Las Leandras” a la que pertenecen el “Pichi” y “Los nardos”, dos temas que forman parte de la esencia madrileña. Y no fueron los únicos.

Montaje sencillo
Fernández Montesinos no se complica la vida. Responsable de aquella gran antología que fue “Por la calle de Alcalá”, aquí maneja unos medios modestos. Los ordena, nos enseña algunas cosas del maestro e intenta que los intérpretes reproduzcan la peculiar gracia y las sencillas coreografías de los espectáculos originales. La fórmula es eficaz y las dos horas se pasan en suspiro. Es lo que ocurre cuando se tararean por lo bajo, con los cantantes, páginas como “Tomar la vida en serio”, “Llévame a la verbena de San Antonio” o “Dicen que tengo de fuego el corazón”.

En el público había espectadores que, con toda seguridad, asistieron a alguno estreno del Maestro. Montesinos también se permite algunos rasgos personales, como que el Pichi esté cantado por un hombre –remedo castizo del Caballero de Gracia- cuando siempre lo ha hecho una mujer, desde que lo estrenara Celia Gámez. Introduce algún breve pasillo humorístico, al estilo primitivo, pero deja que la auténtica protagonista sea la música.

Voces y voces
Una veintena de artistas cantan y bailan con la batuta de Monserrat Font, heredera de la maestra Dolores Marco, como varios de los miembros del elenco y de la producción. Hay sensibles diferencias entre unas voces y otras, siendo mejores y más voluminosas, las masculinas, con los hermanos Marco al frente. Interpretativamente destaca la eficacia de Mosquera y Crooke. Tal vez, aunque parezca una aberración con este género, hubieran venido bien unos micrófonos para poder oír a algunos cantantes. Y se echa de menos una “vedette” de rompe y rasga para “Banderita” o “Tengo de fuego el corazón.”

30 años de música
La selección es estupenda. Desde “Las Corsarias”, estrenada en el Martín en 1919, hasta “24 horas mintiendo” compuesta treinta años más tarde. La primera fue un divertido disparate –unas piratas que secuestran a los monjes de un convento- que contiene temas como “Fray Canuto”, ejemplo del doble sentido humorístico que se empleó en el género. Su interpretación actual es eficacísima. No faltan “Las Leandras” (1931), una rareza, “La Cautiva”, ni el “Canto a Murcia” de “La Parranda” con el que toda la compañía termina el espectáculo.
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