Christian y Pau han quedado huérfanos con menos de 3 años. Y es que su madre, Carmen Bousada, que los concibió a la edad de 67, acaba de fallecer. Ya ven lo que ha dado de sí el récord de ser la parturienta más vieja del mundo.
Entre la ingeniería genética, por un lado, y el cambio de costumbres sociales, por otro, la familia tradicional ya no es lo que era. Lógico todo ello, pero no a costa de terceros, perjudicados por el absurdo intento de unos y otros por forzar la máquina y batir records.
Esa es la diferencia entre la fallecida, madre tras un complejo tratamiento de fertilidad, y el indio Nanu Ram Jogi, que tuvo su vigésimo primer hijo con 90 años. Caso excepcional, sí, pero al menos sin violentar el proceso reproductor.
Aun así, la responsabilidad social y moral de estos padres que podrían ser abuelos resulta inquietante. El debate ya se produjo en su día, cuando el guitarrista Andrés Segovia tuvo su último vástago con 77 años. Años más tarde, la controversia se reprodujo en Francia, al dar a luz Carole Amiel un niño de Ives Montand, quien sólo tenía 67, los mismos a los que acaba de morir Carmen Bousada. Seis años después moría Montand, dando así la razón a sus críticos.
Bienvenidos sean, pues, los avances genéticos, sobre todo de carácter terapéutico. Pero si la legislación y la moral no meten mano en el asunto, el lío hacia el que vamos será de órdago.