www.diariocritico.com

Crítica teatral.- "La casa de Bernarda Alba"

lunes 14 de septiembre de 2009, 09:05h
Con regularidad llega a la cartelera un nuevo montaje de “La casa de Bernarda Alba”. El drama lorquiano puede verse ahora, hasta el 25 de octubre, en las Naves del Español. Al frente del reparto dos de las grandes actrices de este país: Nuria Espert y Rosa María Sardá. Dirige Lluis Pascual. Razones más que suficientes para no perderse esta oferta.

Pascual coloca al público a ambos lados del escenario. Propone una especie de terrario transparente en el que viven una cuantas alimañas dispuestas a despezarse en cualquier momento ante la mirada atónita y horrorizada de los espectadores. Esta puesta en escena obliga a las intérpretes a actuar casi siempre de perfil, en detrimento de la voz. La deficiente acústica es el principal problema que presenta este montaje. Además, al estar abierto el escenario por los dos laterales, se pierde la sensación de claustrofobia y agobio que transmite el texto lorquiano. La escenografía y la iluminación son bellísimas.

¡Me vais a soñar!

Bernarda, metáfora del poder y la represión, cree tener férreamente agarradas a sus cinco hijas, solteras y hambrientas de hombre. Pero ni su poder ni su crueldad consiguen frenar las consecuencias del ansia de libertad, personificado en la joven Adela, la menor de las hijas. La presencia de Pepe el Romano, siempre ausente de la escena, es el detonante de una guerra soterrada entre las hermanas. Las cinco actrices están francamente bien, destacando la poderosa y sensual Adela de Almudena Lomba. Y una mención a la excelente Tilda Espulga, como la amargada criada de la casa.

María Josefa y el mar


La protagonista tiene encerrada bajo llave a su madre, la vieja María Josefa quien, cuando escapa de su prisión, se quiere casar e irse al mar con una oveja entre los brazos. No pude olvidarme la noche del estreno de dos enormes actrices que hicieron este papel: Carmen Carbonell y Aurora Redondo. Ahora es Teresa Lozano, que hace una Josefa acelerada y fuerte, gritona y agresiva. Gran contraste entre este personaje, supongo que marcado por el director, y el hermoso lenguaje de sus parlamentos, plagado de poesía y surrealismo. Algo chirría, sobre todo en su gran escena con Martirio.

Tanto monta...

Cada vez que se lleva a escena este drama el espectador entendido se llena de curiosidad por comprobar como se desenvuelve el “mano a mano” entre Bernarda y su criada Poncia. Esta vez, sobre la arena, dos indiscutibles primeras actrices de España, provenientes de Cataluña: Nuria Espert y Rosa María Sardá. La Poncia es una mujer que toda actriz madura quiere hacer. Ella tiene las mejores escenas, los textos más sarcásticos. Es la personificación del saber popular y la que conoce todas las interioridades de la casa donde sirve y los secretos de sus moradoras. Bernarda es antipática y no tiene forma de dulcificarse ante el público. Solamente en su escalofriante escena final puede alcanzar a sobrecoger a la audiencia, como lo hacía en su momento Berta Riaza. Nuria y Rosa María están excelentes. Los momentos en que sus personajes se quedan solos en escena el público contiene la respiración esperando un duelo a muerte entre actrices. Y no queda defraudado porque la forma de mirarse de estas dos mujeres, de escupirse reproches, de lanzarse velados insultos es una lección de dominio escénico. Sardá resulta inmensa. Es lo que tiene Poncia. Espert opta por una Bernarda cruel, retorcida, gran señora siempre, marcando las distancias con su entorno. Al final, cuando la desgracia se ha producido, Nuria opta por llevar su parlamento a la tragedia griega, desconcertando a un público acostumbrado a quedarse mudo ante el alarde de fortaleza, frialdad y cinismo que transmiten las palabras.
Pero, por encima de cualquier consideración o pega, ¿quién se resiste a un cara a cara entre la Espert y la Sardá?
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios