www.diariocritico.com

The answer is blowing on the wind

martes 13 de octubre de 2009, 17:09h

Después de perder la candidatura de su Chicago para albergar los Juegos Olímpicos de verano ante un exuberante Río de Janeiro, lo peor que le pudo pasar al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue que le concedieran el premio Nobel de la Paz 2009 por sus “extraordinarios esfuerzos por fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”.

El premio Nobel de la Paz, un contrasentido que se otorga en nombre del primer dinamitero del mundo, no es el único controversial de las preseas que cada año otorgan los escandinavos en Oslo y Estocolmo. Tal vez la excepción sean los reconocimientos otorgados a los científicos, especialmente en medicina y química, ya que el Karolinska Sjukhuset de la capital sueca cuenta con la información actualizada de los avances más notables que en el mundo se hacen en esos particulares campos, que no permiten dudas en cuanto a la politización de su otorgamiento.

Caso aparte es el premio Nobel de Literatura. Pretender que un puñado de intelectuales noruegos estén al tanto y puedan discernir cuál es el mejor autor de las letras bellas en todo el mundo y en todos los idiomas, es oligofrenia pura. De esa suerte, los galardones, dotados de un buen estipendio, se dividen alternadamente entre un poeta de África del centro, un narrador israelí, algún novelista turco, una cuentista alemana o un poeta mexicano. La equidad de género y de procedencia es ley.

Pero el peor es el premio Nobel de la Paz.

En 1901 lo recibieron al alimón Jean Henri Dumont, suizo fundador del Comité de la Cruz Roja y Frédéric Passy, creador de la Societé Francaise pour l´arbitrage entre nations. Hacía sentido, creo.

Luego vinieron personajes tan pacifistas como Yasser Arafat, que en 1994 lo compartió con Shimón Peres e Ytzhaak Rabin, o Henry Kissinger, que estuvo en el mismo podio en 1973 con Le Duc Tho de Vietnam. Ese equilibrio, políticamente correcto, puso en la misma balanza a Norman Borlaug, inventor del maíz y el trigo transgénico que hoy nos asusta y puede ser nuestra salvación alimentaria, en 1970, Annuar al Sadat con Menahem Begin en 1979, Gorbachev por haber aniquilado a la URSS, y en 1993 a Nelson Mandela, víctima de las cárceles del apartheid sudafricano para compartir el premio con el presidente de África del Sur Wilhelm de Klerk en 1993.

Son como los premios de TvNovelas, pero con mucha lana de por medio.

felix.cortes@multimedios.com

Opinión extraída del Periódico Milenio 13/10/09

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios