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Esta semana se cumple el 80 aniversario del inicio de la Gran Depresión

Expertos como Luis Ángel Rojo creen posible la repetición del Crack del 29

Expertos como Luis Ángel Rojo creen posible la repetición del Crack del 29

lunes 26 de octubre de 2009, 09:16h
Luis Ángel Rojo, ex gobernador del Banco de España y catedrático de Teoría Económica, es de los que piensan que se puede producir una recaída económica del calibre de la que originó el crack bursátil de la última semana de octubre de 1929. Al mundo del dinero le entra verdadero pánico cada vez que un “gurú” de las finanzas como es el profesor Rojo, efectúa tal advertencia. Estos dos últimos años se ha venido a la memoria de muchos el viejo fantasma de los años veinte y treinta del siglo pasado, cuando el mundo atravesó una de las etapas más duras de la economía contemporánea. Y, necesariamente, surge la pregunta de si es posible volver a pasar por semejante trago.
La Gran Depresión de los años 30 sumió al mundo en tales dificultades económicas que sólo se pudo salir de ellas al término de la segunda guerra Mundial. Los historiadores la consideran la etapa más dramática del capitalismo. Caídas espectaculares de las bolsas de valores, como la producida, esta semana, hace 80 años en Wall Street, quiebras de empresas, bancos sin fondos, largas colas de parados… Son algunos de los ejemplos de lo que tocó vivir. Y las consecuencias más trascendentales del siglo Veinte: el auge de los movimientos nazi-fascistas, la llegada al poder de personajes como Adolf Hitler y, lo peor de todo, la mayor contienda mundial jamás vivida. 60 millones de muertos, el 2% de la población mundial. Hubo tiempo para rectificar pero no se hizo nada. Como dice el profesor Rojo, “las medidas, en economía llegan siempre demasiado tarde”.

   Hasta hace muy poco, los historiadores situaban los comienzos de la Gran Depresión tras el crack bursátil de 1929. Pero, actualmente, expertos como el catedrático de Historia Económica de la Universidad Central de Barcelona, Carles Sudriá,  han extendido la tesis de que “los antecedentes de la gran crisis económica se remontan al final de la primera Guerra Mundial” A los alemanes, perdedores de la contienda, se les imponen duras sanciones en forma de reparaciones de guerra a las que deberán hacer frente simultáneamente a la reconstrucción de su aparato productivo. Alemania apenas puede hacer frente a los pagos exigidos en el Tratado de Versalles, y tal circunstancia acaba por afectar a otros países.

   Pero las causas del desastre económico que se avecina no sólo hay que buscarlas en la situación de Alemania. El mapa político europeo sufre una total transformación. Los nuevos países entran en competencia con los tradicionales productores y consumidores. Es necesaria una reestructuración del comercio internacional.

   La primera guerra Mundial produce otro importante desajuste. Las necesidades de relanzamiento económico de los países vencidos les obligan a producir sus propios bienes y servicios. Los productores de materias primas se encuentran con el problema de una oferta superior a la demanda.








Agricultura



 Además, se produce una importante crisis agrícola, cuyos orígenes, según las publicaciones de la época, datan de comienzos de 1920. Ramón Torner Cervera, escribe en la revista El Economista, en 1931, que “a pesar de los grandes progresos de la técnica agrícola, los grados de explotación se encuentran, en efecto, por encima de los precios de venta debido a la desproporción que existe entre la baja experimentada por los productos agrícolas y la que se observa en aquellos artículos necesarios a los agricultores para su producción y consumo: máquinas, abonos, objetos manufacturados diversos, gastos de construcción y salarios. Agréguese a todo ello los aumentos de las cargas fiscales directas e indirectas, la elevación del interés del dinero prestado, la reducción del consumo, coincidente con el aumento de la producción, el progreso de la técnica agrícola y conservera, las fluctuaciones monetarias, el exagerado proteccionismo y, sobre todo, la inestabilidad general de precios, nacida de la desorganización de los mercados agrícolas, en contraste con la de los industriales, y se comprenderá la importancia que tiene este problema en la actualidad”.

   Los países que habían permanecido neutrales en la guerra del 14, Japón entre otros, intentan contrarrestar estos desequilibrios estructurales con nuevas propuestas tendentes a recuperar la solidez de sus economías. Al principio, la fórmula da resultados positivos pero, poco después, se produce un importante desfase entre los precios industriales y los de las materias primas que desemboca en una crisis de demanda.






Europa


   Inglaterra, líder económico mundial hasta el final de la guerra sufre una profunda crisis industrial que repercute en dicho liderazgo. Apenas puede hacer frente a sus compromisos exteriores. Deja de ser el principal proveedor de capitales. Y Estados Unidos, el gran vencedor de la guerra del 14, le sustituye, pero de una manera diferente: prestando dinero a corto plazo.
   El cambio de divisas es otro de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar las causas de esta gran crisis económica. La mayoría de los países adoptan un sistema muy rígido de cambios, basado en el patrón oro, que acabará por estrangular las economías domésticas.

   A pesar de todos estos desfases estructurales, los países industrializados viven un relativo periodo de esplendor donde se gasta por encima de las posibilidades. Las industrias ganan dinero y sus acciones atraen a los inversores de manera desenfrenada. A finales de la década de los veinte, la compra de acciones creció un noventa por ciento. La especulación financiera hacía ganar dinero rápidamente. Siendo el valor de las acciones ficticio ya que estaba por encima de su valor real. A medida que la prosperidad aumentaba, los empresarios buscaron nuevos negocios para invertir sus ganancias. Prestaban dinero a Alemania, y el problema surge cuando este país deja de pagar dichos préstamos al convertirse en insostenible su situación financiera. La Reserva Federal Norteamericana toma medidas al comprobar  el crecimiento especulativo del dinero en circulación. Decide subir los tipos de interés y la burbuja financiera estalla en mil pedazos.




El Crack
   Algunas imágenes de Nueva York de octubre de 1929 lograron atrapar la imaginación popular e, incluso, el alma del poeta Federico García Lorca, que vivió aquellos días febriles en Manhattan, y contribuyeron a nutrir de sus más sombríos acentos su “Poeta en Nueva York”. El jueves, 24 de octubre, se produjo el primer crash en Wall Street. Más de 13 millones de acciones que cotizaban a la baja no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de miles de inversores muchos de los cuales habían comprado las acciones con créditos que ya no podían pagar. Y así durante toda una semana. Hasta que el 29, se  provocó el pánico. Quienes poseían dinero en cuentas bancarias se apresuraron a retirarlo. Los bancos no eran capaces de hacer frente a tal magnitud de reintegros. Y, además, como en Estados Unidos se había tratado de hacer frente al descenso de la demanda con una expansión del crédito a los ciudadanos, éstos se vieron desbordados por deudas incobradas. Ante esto, los bancos se negaron a dar nuevos créditos y a refinanciar las deudas existentes. La quiebra del sistema financiero se produjo en cuestión de días.

   El descenso del consumo hizo que los stocks acumulados crecieran, las inversiones se paralizaran y muchas empresas tuviesen que cerrar sus puertas. La caída de la actividad industrial supuso una desocupación generalizada. Se calcula que, hacía 1932, había en los Estados Unidos, cerca de 13 millones de parados. 

   En marzo de 1933, Franklin Roosvelt asume la presidencia norteamericana y se fija, como principal objetivo, la reconstrucción de la economía de su país. Para ello desarrolla un plan conocido como “New Deal” consistente en la regulación de la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir el desempleo. El modelo estaba inspirado en las ideas de John Keynes quien sostenía los principios del liberalismo clásico pero proponiendo la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado. No obstante, expertos como el profesor Rojo o el catedrático de Historia de la Economía, Juan Hernández Andréu, creen que “las medidas del New Deal no pueden calificarse de keynesianas”.




Nuevo órden económico


   Los resultados del New Deal fueron desiguales lográndose estabilización en lugar de crecimiento. No se alcanzó el pleno empleo y la permanencia de un número alto de desocupados hicieron de la década de los 30 un periodo de tensiones y enfrentamientos sociales.

   Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, en Alemania, Adolf Hitler, líder del Partido Nazi, accede al poder en un momento en el que el país está sumido en el desencanto como consecuencia de los agravios a que se vio sometida tras la primera guerra mundial y, como consecuencia de ello, el auge del nacionalismo más radical, Con Hitler en el poder, la economía alemana vuelve a resurgir de sus cenizas. Algunos, como el profesor Sudriá, piensa que ello se produce “como consecuencia de una política en la que se aplicaron algunas recetas keynesianas”.

   La historia, a veces, tiene lecturas macabras y este es el caso de la Gran Depresión. Se sale de ella a comienzos de la segunda guerra mundial como consecuencia de que la industria se empieza a recuperar por la demanda de armamento y de bienes y servicios necesarios para mantener viva la contienda. No obstante, el profesor Hernández Andréu,  cree que los efectos de la crisis no se acabaron por superar hasta los acuerdos de Brenton Woods donde se crean las instituciones necesarias para evitar que lo vivido vuelva a suceder. El FMI y el Banco Mundial, de todas maneras, no han logrado evitar otras crisis económicas de gran calado, como la que estamos experimentando en estos momentos.

   Pero ahora es diferente a aquellos años 30. Las autoridades cuentan con instrumentos suficientes para paliar los efectos de una situación como aquella. Mayor protección social, instrumentos para detectar y corregir los desequilibrios,  y mecanismos para impedir estallidos sociales, son algunos de ellos.

   Pero, ¿son suficientes para evitar el pánico o la peor de las hipótesis posibles? Aunque todos dicen que lo peor de esta crisis ya ha pasado, hay quien  recuerda que en la Gran Depresión se produjeron “picos”, momentos en los que parecía que se remontaba y se volvía a recaer. Las “recaídas”, la posibilidad de que ocurran, eso es lo que ahora, los Rojo, Sudriá, Hernández Andréu, y otros ilustres economistas contemplan como posibilidad. Algo que sólo el tiempo dirá.
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