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La eterna sonrisa de San Gil

miércoles 18 de abril de 2007, 13:19h
María San Gil es una mujer dura, pero entrañable. Su eterna sonrisa, el trato con la gente, sean acaso sus señas de identidad más alabadas, incluso por sus enemigos políticos, que no personales. Pero San Gil es, además, una persona valiente en un cuerpo frágil.

San Gil no necesita demostraciones; su vida es una demostración en sí misma. Es terca, políticamente hablando, o más bien defensora acérrima de sus ideas y de su libertad frente a los violentos; pero en general son los suyos los gestos de la amabilidad.

No era estrictamente necesaria una comparecencia informativa para explicar que un cáncer -afortunadamente tratable- la mantendrá unos meses alejada de la primera línea de la política vasca -y nacional-; pero el hecho de comparecer ante los medios de comunicación, siempre ávidos de noticias, sonrisa y buen trato de por medio -algo que alguien llamaría o debería llamar ‘talante’- para explicar su situación personal dice más de esta mujer que todas las palabras que nadie la pueda dirigir. Si una imagen vale más que mil palabras, la suya, hoy, está por encima de cualquier crónica.
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