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Estados fallidos

Estados fallidos

lunes 16 de noviembre de 2009, 18:06h
Oímos y leemos que Somalia es un Estado fallido, es decir, aquel en que no puede confiarse en que con sus precarias instituciones imponga un principio de autoridad. Pero nos resulta humillante contemplar la nefasta gestión de un gobierno como el nuestro que ante la situación crítica de un barco asaltado se comporta con modos y maneras más propias de un Estado fallido que de un Estado europeo secular y respetable

Un gobierno que renuncia al ejercicio de su fuerza legítima para defender sus buques no sé si es el de un Estado fallido, pero se le parece mucho. Un Estado que vacila en la aplicación de la ley y parece afanado en buscar atajos para suavizarla está haciendo fallidas sus instituciones jurídicas. Un Estado que se permite hacer públicas dudas sobre la bandera de los barcos registrados en sus puertos y capitaneados por sus profesionales  según que la tela esté o  no esté izada correctamente es que no tiene una Administración seria. Un gobierno que deja pasar las oportunidades de presión, semana tras semana, sin oponerse contundentemente a un asalto a mano armada con retención de rehenes, presenta la lamentable imagen de un Estado fallido.

Se dice que el gobierno trabaja intensamente para evitar riesgos a los tripulantes. Pero si su trabajo consiste en pagar chantajes, seleccionar abogados para los piratas, negociar con dirigentes a los que no se ha dignado reconocer diplomáticamente o facilitar contratos con agencias de seguridad privada, no está trabajando en el nivel que corresponde a una política de Estado. Estas cosas podría hacerlas un armador, una compañía de seguros, un sindicato de trabajadores del mar o una iglesia caritativa. Pero no son estas reacciones las que se esperan como propias de un Estado agredido con las armas y que reúne su célula de coordinación para actuar oficialmente. La renuncia a ejercer coordinadamente los poderes del Estado nos sitúa, en este caso, en el nivel de un gobierno fallido en el ejercicio de sus funciones de Estado. No era presumible, a pesar de otros errores, que el zapaterismo denigrase tanto al Estado al que tiene obligación de servir como gobierno.
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