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¿Bajo Wipala? Ni loco

¿Bajo Wipala? Ni loco

jueves 19 de noviembre de 2009, 19:57h

No crea usted que porque los ánimos parecen haberse atemperado, el tenor de las siguientes líneas peca de extemporáneo; tampoco prejuzgue que quiero echarle leña al fuego –nada más lejos de mi intención-. Simplemente me atengo a los hechos y, por el contrario, trato de prevenir sobre consecuencias nada gratas.

Para nadie es ya sorprendente que el bárbaro Hugo Chávez Frías lance arengas bélicas con pueril ligereza. Viniendo de un sujeto desquiciado –y HCF lo es- cualquiera, tales barbaridades serían objeto de mofa generalizada; el problema es que el incivilizado este ostente nada menos que el cargo de presidente de un país, pero más estrambótico aún resulta el coro que le hacen sus peleles de un Estado pacifista.

El torpe venezolano recurre al único argumento capaz de sostener su poder, la fuerza, habida cuenta del descalabro interno en que se encuentra su administración y el descontento que ya se manifiesta abiertamente en su contra. El declarar a una nación en apronte (“bajo bandera” o, dicho propiamente, en Estado de Guerra) ante una “amenaza” externa tiene un probado efecto cohesionador, bien lo sabe el régimen cubano que mantiene a su pueblo en tal condición hace décadas. En el caso de Chávez hay un aditamento: el tipo se ha apertrechado considerablemente –postergando incluso necesidades apremiantes para la ciudadanía- y, como militar sicópata que es, anda queriendo provocar las condiciones propicias para comenzar “la diversión”.

Una vez más recurro al símil con Odorico Paraguazú, el personaje de ficción, alcalde de Sucupira, quien, desesperado por inaugurar el cementerio del lugar y ante la carencia de cadáveres para enterrar, intentaba, por todos los medios, de provocar la muerte. El desenlace es por todos conocido: la autoridad, finalmente, pudo inaugurar el camposanto, sólo que en calidad de occiso.

Tan torpe, que lanzó su úkase en la antesala de que Venezuela ingresara a Mercosur. Tan torpe, que el 80% de sus gobernados se manifestó contrario a la aventura guerrera –cohesión social, sí, pero en su contra-. Ante el repudio generalizado tuvo que contentarse con bombardear… nubes.

No me ocuparía tanto del pintoresco aunque siniestro primate, si no fuera que, cual monigotes amaestrados, el Presidente y el Vicepresidente de nuestro Estado pacifista  salieron a cohonestar al guerrerista casi poniendo al pueblo boliviano “bajo wipala”, involucrándonos en un “pleito” ajeno.
No contaban estos granujas con que su (co)mandante se iba a tragar sus palabras a las pocas horas – a la espera, previsiblemente, de otra ocasión-. Tuvo que salir don David Choquehuanca, en un arranque de lucidez, a poner paños fríos al respaldo explícito que había dado el gobierno boliviano a su par venezolano. Así las cosas, solo queda advertir que estamos en manos de unos tíos muy irresponsables.

En lo que toca a mi persona, anticipo que, ateniéndome a mi condición de ciudadano de un Estado que se proclama pacifista y haciendo uso de la objeción de conciencia, niego mi concurso ante un eventual llamado a las armas. No pienso ser funcional a estos desquiciados.

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