España como riesgo

Nuestros compatriotas no siempre parecen ser conscientes del riesgo que ser español supone por sí mismo. La simple continuidad de España, el viejo reino cristiano, la punta fronteriza de Europa, las piedras de una tradición humanista, los recuerdos toponímicos de un Imperio transoceánico, la lengua que sigue expandiéndose sin imperio, las empresas que se despliegan por el mundo globalizado, son un espectáculo insoportable , a pesar de nuestros malos momentos y las glorias marchitas, para muchos rencorosos que van quedando en los rincones oscuros de la Historia, en el fracaso de las utopías revolucionarias y en el delirio de los fanatismos.

Ácratas a lo decimonónico, de bomba y petróleo, totalitarios igualitaristas de la “famélica legión”, separatistas frustrados una y otra vez, agresivos de la “yihad” siempre perdida, viven con sus resentimientos ancestrales tatuados en el pellejo y piensan que el simple bienestar de unos nacionales libres que no amenazan a nadie es un mal ejemplo para sus canteras de gentes indoctrinadas por la anticultura “progre” o el terrorismo internacional. Ahí sigue España, viva como siempre, que además no se rompe, a pesar de todas sus contradicciones. Por eso hay que pincharla, chantajearla y comprometerla, a ver si revienta.

Actualmente, nuestro riesgo no es sólo la rabia de los sobrepasados o de los fanáticos que nunca pudieron dominar esta tierra con ideologías efímeras o invasiones exóticas. El problema se acentúa cuando esta España plural y abierta tiene, supongamos que no por mucho tiempo, unos dirigentes débiles, incapaces de hacer valer la valía de sus ejércitos, la fuerza de sus alianzas, la penetración de su cultura y de su capacidad emprendedora. En tiempos de lucha por defender lo que somos y lo que compartimos en el mundo libre y tolerante, estamos dirigidos por pacifistas de salón, capaces de rendirse antes que derramar una gota de sangre propia o ajena. Por ello, ser español se está convirtiendo en un oficio peligroso. Nuestros dirigentes del momento no saben que el peor enemigo de la seguridad y la paz es la debilidad  ante terroristas de Al-Qaeda, piratas somalíes, policías gibraltareños o intrusos de patera. Ante el mundo que nos rodea y nos desafía lo que se necesita es seriedad y firmeza.