Crítica de la obra de teatro 'Primera sangre': violaciones, miedos, asesinatos y falta de libertad

La última obra de la dramaturga y directora de escena María Velasco, ‘Primera sangre’ (ganadora del XXXI Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela), se exhibe en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid hasta el 2 de junio próximo. Se trata de una cuidada pieza que bebe del movimiento, la música, la plástica y la palabra para conformar un montaje de autoficción a medio camino entre el memorial, el documento, el thriller y el cuento gótico o de fantasmas. Estupendo elenco el formado por María Cerezuela, Javiera Paz, Vidda Priego, Francisco Reyes y Valèria Sorolla.

La fábula deriva inexcusablemente a fijarse detenidamente en los abusos cometidos sobre las niñas en la infancia que, en algunos casos terminan incluso en crueles asesinatos. Sucedió en España y en los años 90 del siglo pasado con Miriam, Toñi y Desirée las niñas de Alcàsser; luego con Manuela y Virginia, las niñas de Aguilar de Campoo; de Olga Sangrador y Maruchi Rivas... Y de Laura Domingo, una niña burgalesa asesinada en 1991 y cuyo culpable o culpables aún no se han encontrado, que marcó profundamente a la autora y directora de esta ‘Primera sangre’.

Y es el fantasma de Laura (encarnada por Javiera Paz), la niña asesinada, el eje en torno al cual se articula la fábula que Velasco propone en esta pieza. Su figura reaparece en torno a sus amigas de infancia justo en el momento en el que -dos décadas después-, están ya en edad de convertirse en madres. Una de esas amigas es María (Valeria Sorolla), una niña poco sociable y muy unida al espíritu de Laura. La tercera amiga es Zaira (María Cerezuela), una joven desenfadada, alegre y vital a quién aquel episodio de infancia no ha conseguido borrar la sonrisa de su boca. Y, con ellas, dos personajes más y adultos: una Monja franciscana (Vidda Priego), educadora vocacional, y el Comisario (extraordinario Francisco Reyes), padre de Zaira y más que aficionado al whisky que, poco a poco, va mutando su visión sobre las mujeres a medida que avanza la fábula y termina conformando una clara concienciación sobre el particular.

Escenografía muy cuidada y noventera la escogida por Blanca Añón, envuelta en una inspirada iluminación de Marc Gonzalo, y completada plásticamente por los audiovisuales de Miguel Ángel Altet, la coreografía y el movimiento en escena de Joaquín Abella, y la música inquietante y espectral elegida por la propia directora del montaje.

La inevitable relación de las niñas, luego adolescentes y más tarde jóvenes y adultas, con ese miedo a relacionarse, a salir solas, se ve geométricamente multiplicado por el tratamiento mediático de esos sucesos que angustian a todo el tejido social, pero que afectan muy especialmente a la mujer, a su libertad y a sus miedos frente a los abusadores. Y no queda otra que enfrentarse a ese terror irracional para que esos abusos y esa corriente social no acabe por convertirse en terrorismo sexual.

Poesía, autoficción y cuento gótico el urdido por María Velasco en esta pieza que busca exorcizar esos miedos ancestrales tejidos sobre la figura femenina, recurriendo a los espíritus de aquellas que más lo han padecido y cuyo sacrificio debe servir para que todas las mujeres se unan frente a la barbarie y los abusos machistas, en el peor de los casos violadora y asesina.

‘Primera sangre’

Texto y dirección: María Velasco

Reparto: María Cerezuela, Javiera Paz, Vidda Priego, Francisco Reyes y Valèria Sorolla

Escenografía: Blanca Añón

Iluminación: Marc Gonzalo

Vestuario: María Velasco

Escultura: Enrique Marty

Audiovisuales: Miguel Ángel Altet

Espacio sonoro: Peter Memmer

Coreografía: Joaquín Abella

Asesoría artística: Judith Pujol

Ayudante de dirección: Ruth Rubio

Ayudante de escenografía y vestuario: Pablo Chaves

Coproducción: Centro Dramático Nacional, Teatro Nacional de Catalunya, Ana Carrera y María Velasco (Pecado de Hybris)

Teatro Valle-Inclán, Madrid

Hasta el 2 de junio de 2024