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¿Estamos locos o qué?

Usted en Navidad, ¿cómo se siente? ¿feliz o infeliz?

Usted en Navidad, ¿cómo se siente? ¿feliz o infeliz?

viernes 18 de diciembre de 2009, 13:05h
Ayer una amiga que yo quiero mucho se enfadó con el mundo y se apeó de él apagando su teléfono móvil y desapareciendo de la faz de la tierra por unas horas. ¿Motivo? Tristeza por dejar a su hijo en el aeropuerto para que se fuese a pasar las navidades con su padre a otra ciudad. Hoy está mejor y yo me alegro por ello. Pero ayer pensé en la faena que son estas fiestas para tanta gente.

Soy de las que piensan que el hombre es un animal de costumbres. Creo que la rutina nos proporciona estabilidad. Un buen ejemplo es ver cómo un niño pequeño se desestabiliza cuando se le cambian los horarios. Todos necesitamos tener unas ciertas pautas y seguirlas. Por eso cuando nos las cambian, a veces podemos sentirnos perdidos, desnortados. La navidad es un buen ejemplo de ello. En realidad sólo son dos días, la cena de Nochebuena y la comida del día siguiente. Porque Nochevieja no tiene una connotación religiosa sino más bien todo lo contrario y los Reyes…pues bueno, ya sabemos quienes son los protagonistas verdaderos de esa noche tan mágica y especial.

Pero el marketing de las marcas nos repite hasta la saciedad desde un mes antes que son fechas entrañables, familiares y todas esas cosas tan ideales y bonitas que quedan tan bien en los anuncios del turrón del vuelve a casa por navidad (confieso que se me cae la lagrimita con este anuncio, soy así de bobalicona, qué le vamos a hacer!) Pero lo cierto es que no es así. Seguro que hay mucha gente que es feliz en estas fechas. Que tiene a todos los miembros de su familia a su lado y unos hijos guapos y sanos correteando por la casa. Seguro que hay gente que sale a comprar alegremente la cena y la comida y los regalos y no repara en gastos. No sé el número. No hay estadísticas que respondan a la pregunta ¿es feliz usted en navidad? Pero estoy convencida de que hay mucha gente que no se siente así.

Porque las navidades, por desgracia, no dan tregua al que está solo, ni al que se siente triste ni tiene una depresión. Si estás ingresado por una enfermedad terminal tampoco te dan dos días libres para que salgas y lo disfrutes. La vida siempre continúa, para bien o para mal. Y por eso entiendo a tantas y tantas personas que viven estas fiestas como una auténtica tortura porque las dichosas lucecitas les recuerdan a todas horas todo lo que en su día tuvieron y ahora ya no tienen. Porque si no todos, casi todos, cuando nos sentamos a cenar esa noche no podemos evitar pensar en ese sitio que está vacío y que hasta hace poco era ocupado por alguien que queríamos. Y ya no sólo hablo de los que se han ido para siempre, también hablo de las personas que se sienten fracasadas porque sus matrimonios no funcionaron y ahora sus hijos pagan las consecuencias de separarse en navidades; un año con mamá y otro con papá. Y no puedo dejar de pensar que eso es cruel, para padres y para hijos.

Y tampoco me olvido de esas personas mayores que apenas subsisten con una mínima pensión y que están solas porque puede que molesten en las casas de sus hijos o porque puede que no tengan hijos. Y desde luego tampoco olvido a quienes “celebrarán” las fiestas entre cartones y con suerte dentro de un cajero.

A veces pienso en cómo me gustaría volver a tener seis años para poder volver a tener a mi lado a todos los que hoy estoy echando tanto de menos. Y es entonces cuando me doy cuenta de que debe ser verdad la frase de Jaime Gil de Biedma cuando dijo aquello de “que la vida iba en serio uno lo empieza a comprobar más tarde…”

En cualquier caso, Feliz Navidad a todos, a los que seáis felices y a los que lo estéis intentando.

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